Por Gabriel Mazzarovich
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Todos los años y todos los días de la vida son de lucha. El campo popular debe recordar a sus mártires y sus gestas sin pedir permiso a nadie. Y debe reivindicar el papel de sus herramientas con toda la fuerza posible. Este es el caso de El Popular, que cumple 60 años de dar batalla junto con los pobres de la tierra y que supo, desde el inicio, que su misión más importante era organizar al pueblo para obtener su liberación. Ni se vistió con ropajes neutros, ni se arrepintió de sus pasos. Además, este año recordará dos centenarios; el de la Revolución de Octubre y el del nacimiento del querido Gerardo Cuesta. Siempre fue y será necesario hablar de las construcciones políticas, organizativas, humanas que se dio nuestro pueblo para luchar, transformar la realidad y avanzar. Conocer y aquilatar en su justo valor las herramientas del pueblo es tarea central siempre. Mucho más lo es en estos tiempos en que nuestro país ha conquistado avances importantes con unidad y lucha. Todo ello, empero, continúa estando en juego ante la poderosa materialidad del sistema que enfrentamos, el capitalismo, y de la contraofensiva del poder, el imperialismo, las clases dominantes y la derecha política, mediática y social. El Popular se editó durante 16 años, en su primera etapa, desde ese augural 1957 hasta 1973, cuando fue definitivamente clausurado por la dictadura fascista, que enfrentó desde el primer día. Luego continuó en las diversas voces clandestinas que defendieron la lucha de nuestro pueblo y fueron, materialmente, espacios de libertad en la noche de la represión, el terrorismo de Estado y el fascismo. Dos de ellas tuvieron, además, una relevancia enorme: Carta y Liberarce, los órganos clandestinos del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Tras la derrota de la dictadura y la recuperación de la democracia, y aun antes, se continuó en La Hora. Luego, desde 1985, volvió a salir como semanario, y unos años después, al final de la década de los 80, se fusionó con La Hora y volvió a ser diario con en La Hora Popular. Tras la crisis del PCU, renació como Carta Popular, y el 17 de abril de 2008, renació El Popular como semanario, en una nueva etapa, nada menos que durante el primer gobierno del Frente Amplio, objetivo al que contribuyó desde sus primeros números. Este año llegará a las 400 ediciones en este formato. Es imposible, en un solo artículo, reflejar esa rica historia. Por tanto, hoy intentaremos transmitir algunas reflexiones sobre la importancia de El Popular, que son periodísticas, pero esencialmente políticas, claro, y también, si se puede, hablar de esa otra dimensión inseparable e imprescindible: la humana, de los hombres y las mujeres que con su compromiso lo hicieron posible. En todo caso, que estos apurados y emocionados apuntes nos sirvan para reafirmar la importancia de rescatar esa historia de este pedazo entrañable de la lucha del pueblo y también del periodismo uruguayo, y de la necesidad de que esa historia, aún por escribir, efectivamente se escriba. Y la deben contar, con todo derecho, quienes fueron sus protagonistas. Una decisión política El Popular está estrechamente unido al PCU; es hijo de una decisión política y responde al valor que hace 60 años se le otorgó a la comunicación, al debate de ideas, a disputar también en la prensa la hegemonía política e ideológica a la derecha. Se editó por primera vez como diario en 1957 y fue fruto de una de las decisiones políticas claves del XVI Congreso del PCU. Pero sus raíces, obreras, de izquierda, populares, combativas, van mucho más atrás y se funden en Justicia, el histórico diario comunista que durante décadas acompañó las luchas de nuestro pueblo. No es baladí rescatar este hecho. El PCU, en su XVI Congreso, en 1955, trazó lo que a su entender son las grandes líneas de la estrategia revolucionaria para transformar Uruguay. Se plantea la estrategia de acumulación de fuerzas populares, las tareas centrales de la unidad del pueblo, en particular la unidad de los trabajadores y la unidad, sin exclusiones, de la izquierda. Para ello se propone construir un Partido de masas, y, dentro de ello toma dos decisiones políticas centrales: refundar la UJC, para incorporar a la juventud, en particular a los estudiantes, y con ellos a lo más combativo de las capas medias, al cauce revolucionario, y fundar un diario de masas, El Popular. Por supuesto que hay una larga tradición en toda la izquierda de medios de prensa como seña de identidad y elemento organizativo, lo cual es de claro cuño leninista, pero en este caso, va más allá. Expresa una claridad política y estratégica enorme para entender que la batalla por la hegemonía política e ideológica en la sociedad, la disputa por el poder, que de eso estamos hablando, tiene una dimensión fundamental en los medios de comunicación. Y se toman medidas prácticas para librarla, y se hace un esfuerzo enorme para darla. Y se hace en el espacio fundamental de esa época: los diarios. Esa definición del título lo expresa con claridad: quienes trabajaban en El Popular, quienes lo vendían y lo defendían lo sentían como eso: “el cañón de largo alcance del pueblo”. Tremenda definición, que dice muchas cosas de la claridad estratégica de esos compañeros. Conste, para darle más valor aun, que esa definición la hizo Luis Mendiola, responsable de la distribución de El Popular en Montevideo, cobardemente asesinado en 1972 en la Seccional 20a del PCU. Esa decisión y el éxito indudable conseguido con El Popular, en esa época, nos interpela en el presente, en que la izquierda y el movimiento popular todo están muy lejos de esa claridad estratégica con respecto a los medios. El Popular, diario comunista, nació con vocación de masas, nació para abrir caminos, nació unitario, nació internacionalista. Su nacimiento buscó expresamente trascender las fronteras partidarias y aportar a la lucha de todo el pueblo, a la unidad del movimiento sindical y de la izquierda, en ese entonces sueños por conquistar. Nació como herramienta de lucha, debate y unidad, sin renunciar un segundo a su identidad, pero sin concebirla como un refugio sectario, abierto a la gente y al viento de la historia. Desde el comienzo se asumió como un instrumento político, pero también periodístico, que buscaba informar, investigar, hacer pensar y organizar. Dio un aporte sustancial al proceso de unidad del movimiento obrero, de la izquierda, primero con el Frente Izquierda de Liberación y luego con el Frente Amplio. Fue defensor de las libertades y de la democracia. Logró un lugar en la prensa nacional y en el corazón del pueblo; el fascismo y las clases dominantes no se lo perdonaron. El 9 de julio de 1973, luego de la gigantesca movilización contra la dictadura, en medio de la huelga general, que fue cubierta por sus páginas, fue asaltada su redacción y clausurado. Sus periodistas, diagramadores, correctores y gráficos, perseguidos, encarcelados u obligados al exilio. Dos de sus trabajadores son mártires de la lucha del pueblo uruguayo por la libertad: Norma Cedrés, muerta en prisión, y Juan Manuel Brieba, desaparecido. Era tan importante su papel que, como ya dijimos, a pesar del terror fascista, el periodismo combativo de El Popular encontró otros caminos para expresarse en los subterráneos de la libertad. Carta y Liberarce, órganos clandestinos del PCU y la UJC, lo continuaron. El valor de la prensa comprometida Es muy importante rescatar la validez y, más aun, la necesidad de la prensa comprometida, incluso partidaria. El Popular es un claro ejemplo de ello, pero no el único. En tiempos en los que se denigra y ningunea el compromiso y se defiende la falacia de la prensa objetiva e imparcial –que en general termina siendo un refugio, cómodo y de confort, para no jugarse por nada, ni por la libertad, ni mucho menos por los cambios y las luchas populares–, la discusión sobre el papel de la prensa en las transformaciones y en la construcción de hegemonía es un punto de debate ideológico central. Nadie puede negar el papel que juega la prensa comercial ni rechazar su existencia. Pero sí se puede, y se debe, rechazar que todo se reduzca a transformar la información en mercancía. Es falso que desde un medio con compromiso político, y partidario incluso, no se pueda hacer periodismo y que esa información sea, como se sostiene con altanería, de segunda clase. Habría mucho para escribir sobre esto. Nos conformamos, por ahora, con un solo ejemplo. A la hora de los hornos, cuando el fascismo no sólo arrasó la libertad de expresión y prensa, tan celosamente guardada hoy por los medios comerciales, sino todas las libertades, quienes la defendieron fueron los medios comprometidos y partidarios. Los medios comerciales, los que directamente son instrumentos del poder o sólo se conciben como empresas que venden una mercancía, capitularon y se entregaron, salvo escasas y honrosas excepciones. El Popular y Marcha, pero también La Democracia, Opinar, Jaque, Aquí, La Plaza, y luego Convicción, Cinco Días y La Hora, fueron los medios de prensa escritos que defendieron las libertades, la de prensa y todas las libertades. Esa es una interesante reflexión que nos permite abordar el papel de El Popular. Prensa alternativa, sí, pero de masas Otro aspecto interesante tiene que ver con la caracterización de prensa alternativa y comprometida. El Popular lo fue siempre, pero por su agenda, su contenido y su forma de relacionamiento con sus lectores y con la sociedad, no por su reducido número de ejemplares. Ser alternativo es, también, tener vocación de masas, de llegada al pueblo en su conjunto. No es signo de alternativo reducir la influencia de un medio a un cenáculo de iniciados para cocinarnos en nuestra propia salsa. Hay que hacer periodismo alternativo, pero buen periodismo y de impacto masivo, si no, no alcanza. El Popular, diario comunista, inauguró la política de suplementos semanales, tuvo suplementos deportivos, juveniles, internacionales, de humor y hasta para niños. Tuvo especial cuidado en la cobertura de la información deportiva, e incluso allí fue alternativo, en una época en que El Día y El País no cubrían un partido de fútbol o una carrera de atletismo si competían equipos soviéticos o cubanos. El Popular hizo investigaciones periodísticas de alto calibre, sobre la CIA y su influencia en Uruguay, sobre los negociados en los bancos, sobre la extranjerización de la producción de la carne, y también sobre las formas de explotación en el campo y la ciudad. El Popular hizo periodismo de denuncia, y del bueno. Si hay una lección importante a rescatar de El Popular, es que se puede y se debe hacer buen periodismo, decir la verdad, lo que honestamente se alcance de ella, y se debe, desde una prensa comprometida, abordar a las grandes masas de nuestro pueblo y contribuir a sus luchas, su organización y la construcción de sus herramientas. Se puede. El Popular –no solo él, claro, pero él fundamentalmente– lo demuestra. El compromiso y la emoción Como dijimos, la historia concreta, a nuestro entender, por una cuestión de respeto, la deben escribir y contar quienes la vivieron. Ilustran esta nota algunas tapas históricas que hablan por sí solas. La del primer número, la de la muerte de Líber Arce, la del primer acto del Frente Amplio, en 1971, la del 27 de junio de 1973, el día del golpe de Estado, la del 9 de julio de 1973, con el sepelio de Ramón Peré, asesinado días antes, y el llamado a la lucha para enfrentar la dictadura. Los compañeros de la Asociación de Ex Trabajadores de El Popular anunciaron que se está preparando un libro que recogerá todas las tapas de El Popular. Comprometemos nuestro esfuerzo emocionado para ayudar a esa hermosa e imprescindible empresa. Es que hubo claridad estratégica, hubo decisión política, hubo mucho talento y capacidad, pero se necesitó y se necesita muchísimo compromiso, sacrificio y emoción para llevar adelante la tarea. Un conjunto maravilloso de hombres y mujeres lo hizo. Y merece todo nuestro reconocimiento. Como en estas apuradas líneas podríamos ser injustos, con omisiones, porque habría que nombrarlos a todos, optamos por compartir algunos hechos y, por medio de ellos, expresar el compromiso y la voluntad de lucha de todos ellos. Cuentan que el primer número fue toda una odisea. La primera rotativa de El Popular fue comprada al diario Acción, de Luis Batlle. Se logró gracias a una colecta popular con la que colaboraron miles, obreros en cientos de fábricas, bonos en los barrios populares, artistas que donaban sus obras para recaudar fondos. Era todo un logro, pero la máquina ya tenía mucha chaira arriba y se negaba a arrancar. Finalmente, a las cuatro de la madrugada del 1o de febrero de 1957, estaba la primera edición, que en la tapa reflejaba la intención de los “grandes trust” de quedarse con el petróleo de Brasil. La primera dirección la integraban Enrique Rodríguez, César Reyes Daglio y Eduardo Viera. Pone la piel de gallina escuchar los cuentos sobre cómo decenas de obreros, muchachas y muchachos, venían cada madrugada a levantar los ejemplares de la vieja imprenta de Justicia casi Lima y se los llevaban para vender mano a mano en los centros de trabajo y en los barrios. Esos miles de canillas populares anónimos también son parte del éxito alcanzado. Conmueve ver los ojos brillantes de orgullo de cientos de compañeras y compañeros que te agarran del brazo y te dicen, como en confidencia: “¿Sabés? Yo vendía El Popular”. Lo sienten, y con razón, como una medalla, como una distinción, como una parte bonita de su vida. Dan envidia, de la buena. La imprenta de El Popular era un blanco recurrente de los ataques de las bandas fascistas. Muchas veces el diario tuvo que hacerse mientras en la calle se enfrentaban los ataques a balazos y los intentos de entrar al local. Incluso hubo compañeros que estuvieron varios meses presos en la cárcel de Miguelete, a pocas cuadras de la imprenta, por enfrentar con decisión uno de esos asaltos y rechazarlo. Los periodistas, administrativos y personal de imprenta hacían el diario y luego salían a venderlo, todos los días. Sentían que era su obligación. Pavada de interacción tenían con los lectores, ¿no? Ahora que parece que la única manera de participar de los lectores es mandando mail o comentado en Facebook. Quienes hacían El Popular luchaban, cada día, junto a quienes eran los protagonistas de lo que se informaba en el diario. Si bien hoy debemos hablar de los principios, no hay manera de omitir una de las páginas más heroicas de El Popular y de sus trabajadores, el enfrentamiento al golpe de Estado y el respaldo a la Huelga General. El Popular fue el diario de la Huelga General. Fue el diario de la libertad y la democracia contra el golpe. Y pagó un altísimo precio por ello. La tapa del 9 de julio de 1973 es impresionante. Una foto de la multitud, que en medio de la represión fue a despedir a Ramón Peré, y un título conmovedor: “Sabremos cumplir”. Durante la Huelga General, El Popular fue clausurado repetidas veces, y sus periodistas y trabajadores escribieron una página gloriosa del periodismo comprometido. Como no podía salir el diario, ellos se transformaron en un diario oral. Salieron a recorrer las fábricas y las facultades ocupadas, y contaban y mostraban fotos de cómo iba la lucha en los otros lugares. Rompieron el silencio informativo con sus personas transformadas en instrumento de comunicación popular. Construyeron una red social, pero con su pellejo y su sangre. Una maravilla. Y el 9 de julio de 1973 el fascismo asaltó a El Popular. Esta vez fue en el Palacio Lapido, en 18 de Julio y Río Branco, adonde entonces había pasado a funcionar. Una tanqueta arrancó la puerta y entró brutalmente al hall. Cientos de efectivos militares y policiales armados a guerra ingresaron, junto con bandas fascistas de civil. Rompieron todo, golpearon a los trabajadores, mujeres y hombres. Sacaron a todos los trabajadores, los pusieron en pleno 18 de Julio con las manos contra la pared y les hicieron un simulacro de fusilamiento colectivo. Nadie se movió. Es sencillo de escribir, pero cuánta valentía colectiva se expresa en ese hecho. Durante ese asalto buscaban dos cosas: destruir el archivo fotográfico, memoria colectiva de la lucha y fuente de información para la represión, y hacerse con los fondos que se guardaban allí, para imposibilitar cualquier continuidad futura. Los fascistas fracasaron en las dos tentativas, los trabajadores del diario encontraron la manera de, en medio de la brutalidad fascista, ocultar los negativos de las fotos, que se recuperaron décadas después, y también el dinero, que se recuperó y permitió seguir sacando la prensa de la resistencia. Los trabajadores del diario fueron apresados en el Cilindro, todos y todas. Cuando los soltaron, volvieron al diario para seguir sacándolo hasta la próxima clausura. Así fue hasta la clausura definitiva. El Popular y sus trabajadores resistieron junto a nuestro pueblo. A la hora de los hornos, mostraron cuánto valían, el diario y ellos. Esta nota es sólo un modesto esfuerzo por reflejar todo lo que fue El Popular. Hay que escribir mucho y contar mucho. Se lo merecen y nos lo merecemos. Y es obligatorio, como periodistas, como militantes sociales y políticos, como revolucionarios, hacer nuestro ese ejemplo colectivo que permitió El Popular. A los hombres y las mujeres que lo hicieron posible, todo nuestro reconocimiento, nuestro cariño, nuestra emoción y nuestro agradecimiento. Gracias por todo lo que lucharon, queridas compañeras y compañeros, gracias de verdad. Asumimos ese ejemplo, y con ustedes decimos: sabremos cumplir.