Los villanos carismáticos en cine, novelas, y series son incontables. Desde el Conde Drácula que popularizó el novelista irlandés Bram Stoker a finales del siglo XIX, a asesinos como Jack “El Destripador”, o hasta invenciones como Darth Vader, o nuevos delincuentes televisivos del estilo de Dexter o de Los Soprano, la sociedad occidental ha creado en los últimos siglos importante fetiches en torno personajes con conductas delictivas o cuestionables más o menos sádicos o complejos. ¿Qué tienen estos personajes para atraer tanto a los públicos?.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Varios expertos, como el doctor en psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Guillermo Fouce, afirman que el halo de misterio que envuelve a estos personajes genera en el público una serie de interrogantes que deben ser resueltos.
Habitualmente, los “buenos” de las narraciones convencionales no presentan muchas incógnitas, ya que su actuación normalmente viene impulsada por un sentido del deber, entendido casi como natural.
Sin embargo, los villanos suelen contener cosmovisiones diferentes a las establecidas, que resulta interesante tratar de averiguar. Si pensamos, por ejemplo, en figuras como Darth Vader, o Anton Chigurh (de “Sin lugar para los débiles”), tenemos personajes que presentan una gran cantidad de enigmas a resolver a cerca de su conducta.
Otra explicación no excluyente de la anterior es que los villanos seducen al espectador por su desprecio por las normas sociales que rigen nuestra compleja vida en comunidad.
La independencia y el éxito que cosechan personajes como Tony Montana (Scarface), o “El Guasón” (Batman) saltándose las convenciones sociales, resultan atractivos para un público sometido a innumerables reglas disciplinarias en su vida cotidiana, en ambientes como el laboral o el educativo.
También, varios psicólogos apuntan a que los villanos de las historias nos hacen enfrentarnos con nuestro lado más siniestro y “prohibido”, pero de forma controlada desde un sofá en casa, o desde una butaca de cine.
En la mayoría de los casos, ese control viene asegurado por el final trágico que suelen tener la mayoría de este tipo de personajes, mediante el cual se restablece el orden y los valores hegemónicos de nuestra sociedad.