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Prensa y lumpemproletariado

En menos de una semana apreciamos los incidentes violentos ocasionados por un cliente ante una medida sindical en un supermercado y, en otro conflicto, a la gran prensa amplificando sólo la opinión de los trabajadores no sindicalizados contrarios a las medidas y la voz de la patronal en una estación de servicio de Rocha, hechos que, además de retrotraernos a los incidentes ocurridos en Santa Clara, expresan el reverdecer de viejas contradicciones.

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Caras y Caretas Diario

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Por Ricardo Pose

No es casual que sea en el sector servicios, ese sector históricamente postergado a la hora de poder ejercer sus derechos laborales, en el que se estén produciendo estas tensiones.

Desde los años en que a la postre el enorme dirigente sindical José Pepe D’Elía comenzó su actividad sindical, agremiando a los trabajadores de tiendas y comercios, las condiciones laborales de esos trabajos, en general con reducido personal, en general gente joven que hace su primera experiencia de trabajo, con una fuerte impronta de alta rotatividad y miles de pequeños emprendimientos comerciales que hace a miles de diversos enfoques laborales y patronales, se han mantenido incambiadas hasta la actualidad.

Tampoco es casual, además, que sea en los supermercados de grandes superficies donde haya sido posible sostener núcleos organizados sindicalmente.

En los fundamentos del proyecto de ley que pretende declarar un día del trabajador y la trabajadora de comercio y servicios, expresa el diputado Gerardo Núñez: “El crecimiento económico mundial encuentra en el sector comercio y servicios un motor esencial, con el consecuente impacto positivo sobre el mercado laboral. En el caso particular de Uruguay, el año 2017 representa 67,1% del PIB, lo que implica un aumento de más de 8 puntos porcentuales respecto a la participación del año 2003 (58,8%). En este contexto resulta innegable el papel que han jugado siempre los trabajadores del sector para que el mismo continúe siendo de alta relevancia en la generación del Producto Interno Bruto”.

La fecha propuesta es la  del 21 de junio, día del nacimiento de Pepe D’Elía.

 

Mi empleo, mi universo

Las características del trabajo no industrial o fabril siempre ha presentado dificultades para la organización de los trabajadores.

Hasta no hace mucho, una columna del diario El País editaba una suerte de manual para poder conseguir ante el empleador un aumento salarial o ascenso.

La posibilidad de acudir aunque tan solo  fuera como un rol orientador a una organización sindical o abogado laboral estaba descartada de plano.

No exagero si digo que los métodos para convencer al patrón del aumento salarial eran dignos de un buen manual para prostituirse.

Lo cierto es que en las estancias ganaderas, en los medianas producciones granjeras, en el servicio doméstico, en miles de oficinas y en una infinidad de comercios, el trato y a veces la convivencia, casi personalizada con el empleador o su capataz o gerente o esa persona al mando, siempre sobrepasa la delgada línea de confianza personal, entre empleador y empleado, situación en la que muchas veces lo que son derechos laborales otorgados son dados como una suerte de favor, un patrón macanudo que me adelanto o repitió el vale en un mismo mes, no me descontó el día por faltar a trabajar por estar enfermo, o me permitió sacar, en comodísimas cuotas a descontar del salario, esos productos de consumo que ofrece a clientes.

En un mundo donde, además, salvo los funcionarios públicos, la estabilidad laboral desapareció del horizonte, la incertidumbre constante de sostener el empleo es una espada de Damocles cotidiana.

En ese marco también el trabajador se hace portavoz, representante y claramente objeto de los destinos de la empresa, la que, según contadores y patrones, siempre está cerca del saldo en rojo.

La plusvalía en este sentido, por llamarla de alguna manera, en el área comercio y servicios, viene a estar generada por ese esfuerzo, lealtad y compromiso que el trabajador debe dispensar, bajo riesgo de caer en desgracia, esto es, dejar de agradarle a su empleador.

Edgardo Novick es la expresión política más elocuente de las patronales de estos laburos.

 

El empleo y la rama

Desde tiempo inmemoriales e incluso, con o sin Consejos de Salarios y ley de fuero sindical, el primer escollo a salvar es lograr la comprensión y la voluntad de los trabajadores para organizarse sindicalmente.

Esa histórica actitud que hoy levanta la ira de las patronales y la prensa lo vende como gran novedad, de que las organizaciones sindicales acudan en apoyo a los trabajadores que se están movilizando por sus reclamos, es una cara tradición solidaria del movimiento obrero, y muchas de las medidas sindicales tomadas, le guste o no a la prensa reaccionaria, además, ahora están avaladas legalmente.

Así, mi empleo pertenece a una rama de actividad en la que hay otros empresarios en el mismo rubro y por ello hay una organización sindical que unifica todas esas actividades; pero es efectivamente en la dispersión, en el aislamiento, que la prensa y burgueses saben que ejercen su condición sobre los trabajadores.

 

La gran prensa y el lumpemproletariado

No hay que desconocer que a veces la falta de experiencia sindical, sobre todo en trabajadores jóvenes, mezclada a veces con algunos sentimientos de resentimientos generados en la convivencia laboral con lo que son derechos laborales, puede ocasionar medidas que no tomen en cuenta algunos aspectos.

Por ejemplo, la importancia de un trabajo de muchísima paciencia que trate de lograr la comprensión y afiliación o acompañamiento de la medida y la organización sindical por un número de trabajadores que incida para equilibrar la balanza con respecto al poder del patrón.

Muchas veces el no lograr el apoyo de ese número, que no tiene una cantidad específica y depende de cómo esté organizado cada trabajo, conlleva a la aplicación de medidas sindicales de imposición que son más contraproducentes.

El argumento de que si logramos una mejora salarial o condiciones de trabajo es para beneficio de todos los trabajadores debería ser más que motivo suficiente para que todos se comprometieran con la lucha, de que el país cuenta con leyes de fuero sindical y convenios colectivos, pero quienes venden su alma al diablo, o mejor dicho a la patronal, adulones de toda laya, fomentados por sus empleadores para la alcahuetería y fidelidad con los destinos de la empresa, son huesos duros de roer, siempre exponiendo su interés individual sobre el colectivo.

Y es justamente a estos trabajadores, renegando de su condición de clase, que la gran prensa da micrófono y cámara; difunden el concepto de patota sindical e intentan debilitar a la organización sindical como una institución legítima y reconocida como representante de los trabajadores.

No han podido con sus intentos de crear una central sindical paralela, romper con la unidad del movimiento obrero uruguayo, experiencia reconocida y elogiada a nivel mundial, y por eso persisten en desacreditarla a cualquier costo.

Pero, además, fomentan en la población, en los sectores más intolerantes y retrógrados, actitudes de violencia contra quienes ejercen el derecho a las medidas sindicales.

Fomentan falsas contradicciones entre trabajadores y profundizan la guerra de pobres contra pobres.

Oficializan, en la versión de que si lo dijo la tele, debe ser así, la molestia de alguien que no puede cargar combustible por unas horas como un derecho legítimo, por encima del derecho de quienes deben trabajar por pésimos salarios que no les permiten acceder a un vehículo y cargar el tanque en su vida cotidiana, a veces expuestos al destrato personal.

Porque todo tiene que ver con todo y todo está relacionado; por ejemplo, que esa muchacha que contrató el almacenero podrá tener una vida digna si sus derechos como trabajadora son cumplidos y le permitirá ejercer otros derechos, que además la convertirán en una mejor vecina, en una mejor persona, dejando de sentir que la convivencia humana es una guerra de supervivencia.

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