Los medios hacen como si nada importante estuviera ocurriendo en el nordeste de Brasil. Solamente un viaje de Lula, apenas mencionado. No reproducen ninguna foto del expresidente cercado por un mar de pueblo. Es como si el pueblo no existiera, como si fuera apenas una invención de Lula. Además de ser excluido del presupuesto, el pueblo brasileño es excluido de los medios. A falta de poder explicar por qué, a pesar de las incesantes acusaciones, la popularidad de Lula sólo aumenta y prefieren ocultar el fenómeno más importante del año en Brasil. La incomodidad que la primera caravana realizada provoca es tal, que la derecha prefiere tratar de esconderla. “De lo que no se puede hablar, es mejor callar”, decía Wittgenstein. Es lo que hacen la derecha brasileña y los que, ubicándose en el campo popular, no logran explicar el fenómeno Lula y tratan de intentar obviarlo, como si fuera posible. Sin embargo, es imposible entender a Brasil sin entender al Partido de los Trabajadores (PT), sin entender a Lula, por lo que significó su gobierno y por la forma en que marcó a todo el campo político y a la memoria de pueblo. Un parlamentario del PSDB, en una crisis de sinceridad, alcanzó a decir que habría que matar a Lula. Lo que no se puede entender, mejor intentar su eliminación mágica. La caravana de Lula hace aflorar a la superficie el Brasil real escondido por los medios. Si alguien tenía dudas de las relaciones de Lula con el pueblo brasileño, puede ver en las escenas emocionantes de la caravana imágenes masivas de un amor plenamente correspondido entre el líder petista y el pueblo brasileño. Y no se trata solamente de escenas románticas, porque ellas tienen su alicerce en profundas trasformaciones de la vida de millones de personas que quieren agradecer a Lula por ello, protegerlo de sus enemigos y mostrar todo su apoyo para que vuelva a ser presidente de Brasil y dar continuidad a las trasformaciones que tanto bien han hecho a sus vidas. Por otra parte, quien intenta analizar al PT separado de Lula, como si ello fuera posible, se queda con una visión reductiva, internista, organizativa, y no política del partido. El PT es el partido de Lula, es el partido que, bajo su liderazgo, ha protagonizado los más importantes procesos de transformación económica, social, política e ideológica de Brasil. El PT y Lula son indisociables, con sus particularidades, sus avances y sus tropiezos. El hecho de que Lula sea el gran líder político nacional hace con que trascienda al PT, que sea más grande que el partido. Esto ocurre con todos los grandes líderes populares. Ellos nacen en un partido y se asocian estrechamente a él, pero se proyectan como líderes nacionales. No es posible entender al PT sin Lula, como no es posible entender a Lula sin el PT. Están tan imbricados que uno sólo existe con el otro, en el marco de sus particularidades. La ofensiva de la derecha ha afectado a ambos, a Lula y a PT. Ahora, cuando el exmandatario se lanza en caravanas por todo Brasil, el PT se revigoriza, cobra nuevas fuerzas al ritmo del itinerario, retoma vínculos estrechos con las bases populares que han llevado al PT a cuatro victorias en las elecciones populares (solamente en la provincia de Bahía, durante el paso de Lula, hubo 5.000 afiliaciones al PT). En el nordeste, es una masa lulista, beneficiaria de las políticas de los gobiernos del PT, que se reconoce en Lula y lo proyecta como su gran esperanza de rescate de un futuro mejor. Una masa que, a la vez, en la mayor parte de las provincias de la región ha elegido y reelegido a gobernadores de izquierda y a bancadas parlamentarias progresistas. El PT tiene ahora la posibilidad de rejuvenecerse, de ganar para sus filas amplios sectores de masa que se movilizan al compás de los viajes de Lula; su discurso es el gran maestro de ese compás. Un discurso que ataca duramente el desmantelamiento de todo lo mejor que Brasil ha construido a lo largo de este siglo y, a la vez, subraya las conquistas de las que todos han sido beneficiarios en los gobiernos del PT. Paralelamente apunta hacia los caminos de la reconquista del crecimiento, de distribución de renta y de inclusión social. Porque Lula representa la esperanza concreta de que ese camino puede ser retomado. Lula no está luchando por su candidatura; Lula no está luchando por su inocencia frente a acusaciones sin fundamento; Lula está luchando por el rescate de la democracia, rescate que pasa por su derecho a ser candidato de nuevo a la presidencia de Brasil y a desenmascarar las acusaciones que le son dirigidas sin ninguna prueba. El PT tiene una nueva oportunidad de0 reconstruirse como partido, después de haber sufrido los más duros y continuados ataques que un partido jamas sufrió en la historia política de Brasil. Puede recomponer y renovar sus filas con el ingreso de nuevas generaciones de militantes, de mujeres, de jóvenes, de negros, de trabajadores de los más distintos sectores. Ya al inicio de la caravana al nordeste brasileño -tengo la oportunidad de seguir-, es posible darse cuenta del vigor renovado que el PT revela, con la movilización y la reincorporación de militantes que habían tomado distancia del partido, sea por el ingreso de simpatizantes para dentro de sus filas, sea por la adhesión de los que se dan cuenta de que se trata de la única alternativa política real para superar la gigantesca crisis que el gobierno golpista lanza a Brasil. Se dan cuenta de que el PT es el partido de Lula, es el partido que representa los intereses de las grandes masas populares de Brasil. La renovación de la dirección del PT, con la elección de la joven senadora Gleisi Hoffmann como presidenta, es otra cara de ese rejuvenecimiento. Ella se ha proyectado, rápidamente, como una gran líder política nacional, sumando a su firme actuación en el Parlamento su dinamismo como dirigente partidaria, que encarna, junto a Lula, la nueva fase del PT, con el estrecho diálogo con todos los movimientos del campo popular y con toda la militancia del partido. La misma caravana funciona como un proceso de movilización popular y de construcción de la nueva plataforma de la izquierda. En lugar de seminarios cerrados entre cuatro paredes, Lula desarrolla un amplio proceso de discusión y de elaboración democrática, con participación directa de las mas amplias capas de la población. En sus intervenciones, Lula retoma, 100 años después, el “pan, paz y tierra”, para proponer que hoy día en Brasil sea “trabajo, educación y casa propia para todos”. El PT recobra su vigor al compás de las caravanas de Lula. Así que, al terminar esta, otras están programadas. Acusando los efectos espectaculares de esta primera, los medios intentan desconocerla para no tener que hacer públicas las formidables imágenes del mar de gente que cerca a Lula por todas partes. La Justicia, a su vez, que desarrolla una implacable persecución a Lula, sin ninguna prueba y basado solamente en “indicios”, acelera la condena batiendo récords de rapidez en el primer proceso en contra del referente del PT, dándose cuenta de que su popularidad sólo aumenta conforme pasa el tiempo. Brasil y el propio PT ya no serán los mismos después de esta primera caravana. La dinámica de las caravanas no se detendrá, teniendo a Lula como su líder y buscando que el PT se constituya como la gran orquesta para que el pueblo brasileño pueda reencontrarse consigo mismo y volver a danzar de alegría al sonido que sólo la democracia puede permitir.
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