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Carlos Luppi

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Se cumple un mes del fallecimiento del gran actor Bruno Ganz, nacido en 1941, cuya trayectoria constituye sin duda una de las más trascendentes e impactantes de la historia del cine.

Con Wim Wenders filmó en 1987 «Las alas del deseo», donde interpreta a un ángel que, apiadado de la miseria de los mortales, elige convertirse en humano para compartir sus desdichas y felicidades.

Todas sus actuaciones son formidables, pero pasará a la historia por dos personajes extremos: la el ángel que representó en «Las alas del deseo», y «La caída » (2004, Oliver Hirschbiegel) donde realizó la mayor y mejor personificación de Adolfo Hitler que se recuerde.

Ese registro increíble (solamente similar a perfomances como la de actores como Gary Oldman (que personificó a Beethoven en «Amada inmortal» y a Winston Churchill en «La hora más oscura») o Antonhy Hopkins (el mayordomo de «Lo que queda del día» y el «Nixon» de Oliver Stone), hizo que le criticaran haber elaborado un «Hitler demasiado humano». La respuesta fue de antología: Ganz señaló que estuvo meses antes aceptar y que había solicitado «interpretar el ascenso de Hitler (incluyendo las empresas que lo apoyaron, las que no fueron juzgadas en Nuremberg, pese a ser cómplices de todos los crímenes del régimen, comenzando por haber empleado mano de obra esclava),pero nadie quiere tocar esa materia».

Así y todo, el notable film (que fue «ignorado» por los Premios Oscar, como le ocurrió a JFK, que narra y analiza el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, ocurrido cuando se disponía a firmar el fin de la guerra de Vietnam), muestra cómo el nazismo no fue obra de un loco o de un grupo de ellos, sino una acción colectiva donde participaron centenares de miles o millones de partidarios de acciones tan terribles como la guerra imperialista que costó 70 millones de muertos, el Holocausto y los terribles experimentos genéticos en seres humanos vivos, entre otras atrocidades.

Es sin duda la interpretación cumbre de Bruno Ganz.

Pero también nos queda el ángel que miraba a los seres humanos desde las alturas de los edificios y los campanarios, y que eligió perder sus privilegios para compartir la peripecia, desdichas y felicidades de los seres humanos.

Demos gracias por haber tenido a Bruno Ganz.

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