Para quienes no vivimos en España ni en Europa, todo pasó con una velocidad cinematográfica: destituyeron al conservador Mariano Rajoy, asumió el socialista (al menos es integrante de una fuerza política cuyo nombre así se define: Partido Socialista Obrero Español -PSOE-) Pedro Sánchez, y Rajoy -otra vez noticia- renunció al Partido Popular (que según los que lo sufrieron, de popular sólo tiene el nombre). Si agrego que todo esto fue en tres días, hasta podría tener un algo tragicómico imaginar a una y otra familia cruzándose en La Moncloa. Pero, la verdad, lo que hizo que las cosas sucedieran así fue el grado de corrupción al que había llegado el partido gobernante. Fue tal escala delincuencial que ameritó que la Justicia dijera que se trataba de “una organización constituida para delinquir”. Caso Gürtel Es fácil definir al caso Gürtel: un esquema de corrupción institucional a gran escala, teniendo como eje la contratación de determinadas empresas para brindar servicios al Estado. Se maquillaba de licitación algo que ya estaba pautado de antemano, sobornándose, si era necesario, a los responsables de la contratación. Las ganancias producto de esa corrupción iban a parar a las arcas del partido o a manos particulares. Quien estaba al frente de esa red de corrupción era Francisco Correa Sánchez, un político del PP que terminó dándole el nombre al caso, ya que Gürtel quiere decir “correa” en alemán. La justicia comenzó a desasnarse de todo este andamiaje cuando, en el año 2007, el exconcejal del municipio madrileño de Majadahonda, José Luis Peñas, presentó ante la Fiscalía Anticorrupción dos años de grabaciones que involucraban en el esquema de corrupción a altos dirigentes del PP, comandados por Correa. Dos años más tarde, en el 2009, el juez Baltasar Garzón ordena las primeras detenciones policiales. El caso Gürtel estaba encaminado. Al 2018 son varias las personas sentenciadas por cargos para todos los gustos, desde malversación de fondos, blanqueo de capitales, tráfico de influencias, estafa…, así se podría seguir, pero lo más llamativo es que se le impuso una multa de 245.000 euros al PP, fuerza política que fue condenada por corrupción, sentencia histórica si las hay. Dentro de los restantes condenados, las penas que más llaman la atención son la de Francisco Correa, al que le dieron 51 años de prisión; la de Pablo Crespo, su socio, con 37,5 años de cárcel y la de Luis Bárcenas, el extesorero del PP que admitió llevar una contabilidad paralela, la Caja B, con 33 años tras las rejas y 44 millones de multa. Así las cosas. Destitución y proclamación Es la primera vez que una moción de censura termina con un presidente del gobierno español, tocándole a uno que hacía nada más ni nada menos casi 7 años que ocupaba el cargo. Pero todo lo que ya se contó, minó la confianza en el PP primero y en la persona de Rajoy después. Luego de la detención de Luis Bárcenas y su declaración de la caja B, la suerte de Rajoy estaba echada, por más que él dijo una y otra vez que desconocía la tramoya. La “ignorancia” que aduce, le ha jugado en contra desde todos los ángulos: si es cierta, demuestra una ineptitud que hace imposible cualquier cargo de relevancia porque la corrupción le pasa por las narices y como si nada; si no lo es, miente con total desparpajo, lo que lo convierte en una persona peligrosa; si hay un poco de las dos cosas, carece de autoridad. ¿Por qué asegurar esto? Bien: a partir del caso Günter, en el año 2012, la Agencia Tributaria comenzó a investigar la financiación ilegal del PP y en el 2013, Bárcenas habla y cuenta lo de la famosa caja B. Resulta que en la época de la que Luisito habla, Mariano fue vicesecretario general y secretario general. Al año siguiente del destape de Bárcenas, Rajoy es nombrado presidente del PP, y termina siendo el primero en ser citado por la Justicia como testigo. El jueves 24 de mayo, la misma Justicia declaró que el PP se benefició del pago de sobornos a cambio de contratos y resulta que es por eso por lo que están inculpados de fraude, evasión impositiva, lavado de dinero, etcétera, 29 de los 37 imputados, mientras Rajoy seguía desconociendo lo que todo el mundo conocía cada vez más. Conclusión, la democracia parlamentaria le hizo un favor y lo ayudó a irse, ya que el veredicto a Mariano lo dio la votación: 180 votos a favor de su cese, 169 en contra y una abstención. Todos pronunciados a voz en cuello, porque el sistema consiste en nombrar a los parlamentarios (se hizo por orden alfabético), estos se paran y dicen “No” o “Si”, sin micrófonos ni ningún tipo de ampliación, más que la dada por las cuerdas vocales de cada uno y la resonancia del hemiciclo. En España, la destitución del presidente del gobierno lleva a su reemplazo inmediato. Fue así como el Psoe propuso a Pedro Sánchez y este terminó ocupando el lugar vacante con la ayuda de Unidos Podemos, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), Compromís y Nueva Canarias (NCa). Ante el dictamen del caso Gürtel, el resto de los partidos políticos solicitaron una moción de censura para Rajoy, lo que en España conlleva a la destitución del presidente y a su reemplazo en forma inmediata. Rajoy intentó salvar su puesto asegurando que su destitución configuraba una situación de “inestabilidad política inconducente para el país y para la UE”. Obvio que la mayoría consideró que más inestabilidad aseguraba su permanencia. Con las cartas sobre la mesa, lo primero que hizo Rajoy fue felicitar a Sánchez. Luego se fue de todos lados: del gobierno, del PP y de la política. Su sucesor ya comenzó a lidiar con lo que le quedó. Por ahora está haciendo caso omiso a su compañero de partido, el expresidente Felipe González, quien recomendó que, si el PSOE se hacía del gobierno, debía llamar a elecciones lo antes posibles. Pedro dijo que sí, pero parece haberlo olvidado, lo que puede significar un arma de doble filo. Todo indica que él no está ahí por el “amor” del resto de los partidos ni de los ciudadanos, de los que recibió un apoyo bastante magro en las elecciones de 2016. Está por la corrupción del PP, que es otra cosa bien distinta. Si se prolonga su estadía en La Moncloa, se puede ver enfrentado a quienes el 1 de junio lo apoyaron. A no olvidar que tiene 84 diputados en 350. Y que muchos vitoreaban Sí se puede.
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Caso Bárcenas
Si hay algo que no es lineal, que tiene quiebres, salidas y entradas por aquí y por allá, es la corrupción. La corrupción a secas, sencillita, sin matices. El caso Bárcenas, por ejemplo, es la Caja B del PP, descendiente directa del caso Gürtel. ¿Cómo? Bueno, de acuerdo con la sentencia, se trató de “una estructura financiera y contable paralela a la oficial, cuyas partidas se anotaban informalmente, en ocasiones en simples hojas manuscritas como las correspondientes al acusado [Luis] Bárcenas, en las que se hacían constar ingresos y gastos del partido o, en otros casos, cantidades entregadas a personas relevantes del partido”. Los montos salían de las contrataciones públicas a las empresas creadas para ser las ganadoras en unas licitaciones por demás digitadas y, por lo tanto, inexistentes en los hechos. Por lo tanto, eran fondos del erario que llegaban a las arcas del PP a través de la red de corrupción y, de ahí, el dinero era derivado a distintos objetivos, desde sobresueldos a pago de costos de campañas electorales. Para que se tenga una idea de los montos que pasaban por esa caja fantasma pero tangible, en uno de los pasajes de manos, el extesorero Bárcenas terminó engrosando su cuenta en Suiza en 300.000 euros, como quien no quiere la cosa. Rajoy nunca reconoció que existiera una trama organizada. Siempre defendió que se trataba de «casos aislados».