Batiendo sus propios récords, Trump abre cuatro frentes de conflicto al mismo tiempo: ante México, su vecino mayor; alimenta el enfrentamiento en Venezuela y, tras un año en que le suspendieran su visita, arma líos en el Reino Unido. De paso le tira una pedrada al resto de Europa. Todo en 48 horas.
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Con México, se vive el peor momento de las relaciones entre los dos países en 80 años. El uso de la suba de aranceles como medida de presión comercial es condenable. Pero impracticable en el mundo de hoy, en que el valor agregado binacional de los productos exportados es alto y difícil de determinar. Lo único peor es usar los aranceles como medio de presión política, violando todas las normas internacionales, políticas y comerciales.
Exige a México cambiar su política migratoria y cerrar su frontera Sur. De no hacerlo, subirá los aranceles de todos sus productos comerciales. Mientras, México se hace cargo de los costos de espera de meses de eventuales migrantes a EEUU. Grosera y sin precedentes intervención en decisiones soberanas de su vecino. AMLO contesta, en tono correcto, que cree en el diálogo. Trump en minutos le responde en forma insultante.
El presidente de México cambia el tono: le explica, ahora por escrito, y en otro tono, que no se confunda: que no es “débil ni cobarde […] Creo que los hombres de Estado […] estamos obligados a buscar una solución pacífica a las controversias en México desde Benito Juárez”. La paz es el respeto por el derecho ajeno. Esta cita va por cuenta mía.
Termina AMLO su misiva con una frase que los intérpretes de EEUU deben estar tratando de decodificar: “No creo en la Ley (del) ‘diente por diente’ ni en el ‘ojo por ojo’ porque, si a esas vamos, todos nos quedaríamos chimuelos o tuertos”. (Chimuelos es una expresión mexicana para designar a la gente sin dientes).
No podía iniciar el viaje sin echar más leña al fuego sobre Venezuela: “Ninguna mediación hasta que se vaya Maduro”. No sé qué entiende por mediación. Obtener su objetivo primero y después negociar, ¿qué? El color de las alfombras de Miraflores. Primero, lograr su objetivo y luego, ¿negociar?
Ofrece ayuda humanitaria, pero prohíbe a Venezuela comprar alimentos y medicinas, con un bloqueo mucho más grave aún que en su momento se impuso a Cuba. Venezuela no puede vender sus productos, porque Trump sanciona al país importador y las empresas de transporte que los acarreen. Lo mismo para importar (incluyendo remedios y alimentos). Ya el tema ha dejado de ser Maduro o no. Y quienes justifican todo, porque quieren sacar a Maduro, no se dan cuenta de que el precedente que están sosteniendo mañana le puede pasar a cualquier país.
Pero la guerra en América (Norte y Sur) no le alcanzó y así inició su viaje a Londres para empezar, ahora allí, a patear tableros. Viajó, como señalamos, al Reino Unido. Empezó metiendo la plata con el protocolo, aunque sus asesores aseguran haberlo preparado debidamente. Saluda a la reina, en un país cargado de protocolo formal, nos guste o no, haciendo todo mal. Le dice “Su Real Majestad”. La reina es majestad y punto, no solo en el protocolo inglés, sino en castellano y en inglés.
El problema es que antes de la metida de pata formal escribió un tuit tratando de “tonto incompetente” al alcalde de Londres. Remató diciendo que era un “perdedor y que la ciudad estaba rebasada por la mugre y el crimen”. El alcalde le contestó por cadena de TV. Desde ese momento la propia reina dejó de ocultar su malestar.
No paró ahí: sugiere como el próximo primer ministro a Boris Johnson, del Partido Conservador. Los británicos piensan que el primer ministro lo deberían elegir ellos y no Trump. La ira y el repudio se extienden a todo el sistema político. Propuso una especie de premier “autoproclamado”, para usar los términos de moda. El líder del laborismo, Jeremy Corbyn, y el del Partido Liberal Demócrata, Vince Cable, decidieron no acudir al banquete real y anunciaron que van a participar de la marcha popular de protesta por la presencia de Trump.
Pero, ¿tres guerras solamente en dos días? No. Finalmente decidió embestir desde la Europa insular a la continental. Para ello, anunció a la prensa que el Reino Unido no debe pagar los 50.000 millones de euros que adeudará cuando salga de la Unión Europea. Los acreedores, el resto de los países de Europa, se enojaron un poco. Y los británicos lo consideraron otra intervención desmedida en sus asuntos internos.
¿Es una exageración decir que uno de los países más poderosos del mundo está en manos de alguien que no está en sus cabales?