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BAJO LAS BOTAS

Río de Janeiro: la probeta del ensayo

Walter Braga Netto, el comandante de la zona Este, fue nombrado interventor de Río de Janeiro, convirtiéndose por obra y gracia de Michel Temer en el hombre más poderoso de Brasil. Mientras dure la intervención, no hay mecanismos de control sobre el Ejército.

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Está todo pronto para la intervención militar en Río de Janeiro: primero tuvieron el decreto, luego los votos en Diputados (342 a favor, 72 en contra), luego en el Senado (55 a favor, 13 en contra) y siempre al hombre dispuesto a llevarla a cabo: Walter Braga Netto. Braga Netto es un militar avezado. Dicen que es experto en inteligencia. Quizá cualquiera pueda serlo cuando se tiene a disposición más de 50.000 militares para ser utilizados con la finalidad de reprimir a su propio pueblo. Gente formada para custodiar fronteras, para pelear contra un ejército enemigo. Pero en este caso, los comandados por Braga Netto se plantarán en guerra contra quienes deben defender. La excusa viene bien: el narcotráfico es peligroso, violento y genera violencia. Ambos bandos saben donde encontrarse, sin embargo, Temer decide que el encuentro sea en cualquier calle de Río de Janeiro, que cualquier favela sea invadida (desde la ladera hasta lo alto; ¿se atreverán a acercarse a la cima, donde serán repelidos con el mismo poder de fuego?), que cualquier persona sea interrogada. Pero seamos claros: mientras dure la intervención, no hay mecanismos legales para controlar al Ejército.   El peligro acecha Mucho se ha hablado de que esta intervención viene de la mano de la reforma de la previsión social. Una ley que, al igual que la nueva reforma laboral, deja derechos por el camino. Por un lado, se dice que la ley no cuenta con los votos necesarios, lo que dejaría a Temer en offside; por otro, que el presidente saca a los uniformados a la calle como pretexto para reprimir las manifestaciones en contra de la ley. Ambos argumentos no se sostienen con la realidad. Primero, porque manteniendo al Ejército en la calle, se prohíbe discutir cualquier ley que reforme la Constitución, y por lo tanto eso queda parado; segundo, porque el pueblo carioca no es, ni por asomo, el más movilizado del país. Cualquiera que haya pisado Río de Janeiro durante los últimos tiempos sabe que la gente no está movilizada. ¿Se puede considerar que una manifestación de 20.000 personas es una buena convocatoria? Definitivamente sí, pero no en el marco de una población de 6.500.000 habitantes, como es el caso de la ciudad de Río de Janeiro (16.000.000 en el Estado). Carece de sentido que se corra el riesgo político y social de sacar a un Ejército a la calle para evitar la marcha de unos pocos. Por otro lado, las movilizaciones en San Pablo son mucho más numerosas; en algunos casos se han contabilizado unas 100.000 personas, claro que esa ciudad cuenta con 12 millones de habitantes, es el casco industrial del país y tiene una población de 45.000.000 a nivel estadual). Entonces, ¿hasta qué punto una movilización de masas en Brasil puede significar un peligro? Hasta ahora ese argumento no se sostiene. Sin embargo, sí que hay una explicación que tiene más peso: el Brasil de Temer está ensayando y Río de Janeiro es la probeta. Porque ahora es seguro que el bueno de Michel no está puesto ahí sólo para implantar reformas antipopulares, sino que ese era uno de los objetivos, pero el principal estaba puesto en otro lado: con el Ejército en la calle, ver cómo responde la gente común, el narcotráfico armado y ¡el propio Ejército!   Divisiones en el Ejército “Hay integrantes de la institución [por el Ejército] que estamos preocupados con la intervención en Río de Janeiro. No queremos que en 30 años haya militares respondiendo en una nueva Comisión de la Verdad”. Las palabras no fueron dichas por un soldado, ni siquiera por un mando medio. Fue una afirmación del general Eduardo Villas Boas, comandante del Ejército. La alusión fue a la Comisión Nacional de la Verdad, creada durante el gobierno de Dilma Rousseff, encargada de investigar las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. A eso se le suma que varios militares salieron al cruce de la orden de Temer asegurando que Río de Janeiro no es ni por asomo la ciudad más violenta de Brasil. Según afirman, hay nueve estados con peor índice de violencia, lo que ubica a la “Ciudad maravillosa” en décimo lugar. Mientras sus fuerzas se dividen en pro y en contra de la intervención, Braga Netto está ocupado en varios frentes: difundir a través de los medios de prensa que la intervención es federal y no militar, a la vez que pide la colaboración de la población. A ese trabajo mediático se le suma la sustitución de cuadros policiales por militares de su confianza, la compra de equipamiento más moderno para “dar batalla al narcotráfico”. Conjuntamente, Temer prepara la creación de un nuevo ministerio: el de Seguridad Pública. ¿Que Braga Netto está supeditado a Michel Temer? Es cierto. Tan cierto como que las armas y quienes saben usarlas no las tiene el dudoso presidente en ejercicio. No se precisa ser perspicaz para saber a quién obedecerán los militares, ya no sólo de Río de Janeiro, sino de todo el país. Mientras tanto, en Brasil es año electoral. Habrá elecciones, pero la intervención está pautada hasta el 31 de diciembre y… ¿habrá elecciones?

Ejército fronterizo cerca Río de Janeiro
Tropas de los estados vecinos a Río de Janeiro fueron movilizadas con la finalidad de cercar las fronteras. Si fuera necesario, tienen luz verde para entrar y actuar. Así lo marcaron sus jefes. También dijeron que se realizarán controles en rutas para que el crimen organizado no fugue de Río de Janeiro. Por ahora los únicos que se están moviendo de sus lugares son los soldados, que fueron sacados del cuartel para controlar a la población civil.
 

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