El pasado sábado, quien será en breve el nuevo subsecretario de Defensa, coronel (R) Rivera Elgue, manifestó en entrevista a La Diaria, un conjunto de apreciaciones que, directa o indirectamente, coinciden con una corriente de pensamiento político y militar con relación a los sucesos históricos acontecidos durante la dictadura cívico-militar.
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La apreciación más grosera de lo planteado se vincula a una supuesta actuación, digamos que, bastante «medida». a juicio del novel subsecretario, de las acciones desarrolladas por parte de las Fuerzas Armadas.
Gracias a eso, nos dice, no hubo más desaparecidos «… si no no habría solamente 32 desaparecidos en Uruguay. Si la institución hubiese actuado mal, tendría que haber muchos más desaparecidos. Muchos estuvieron presos, pero hoy están vivos y están en libertad, y fueron reparados. Pero no hay miles de desaparecidos en Uruguay… »
El coronel (R) que reivindica «in extenso», lo actuado por las Fuerzas Armadas durante ese período, hace varias trampas, no sólo escamotea el accionar del Terrorismo de Estado al interior del país, como señala el periodista de La Diaria, al dejar fuera de discusión todas las operaciones conjuntas de la OCOA con sus socios del Plan «Cóndor» sino que, además, de un «plumazo», entendiendo por tal un arranque de verborragia amnésica, no hace mención al dato histórico de que durante ese largo período histórico, siete de cada diez uruguayos, estuvo alguna vez detenido, un dato que ubica al Uruguay casi al borde de la perfección del totalitarismo más exacerbado, evidencia en el que el Uruguay del terror supera las atrocidades cometidas en Argentina y Brasil, sólo por citar dos ejemplos cercanos.
Alguien debería acercarle al coronel (R) el texto de Alfred Stepan «Repensando a los militares en política», un relevante libro que condensa investigaciones sobre el accionar represivo en el Cono Sur y que tiene incluso apreciaciones del hoy, también amnésico, Julio María Sanguinetti, un libro que no es, para desgracia de los gustos prejuiciosos del hablante de marras, escrito por «rojos».
Pero las afirmaciones del futuro subsecretario portan otras gravedades, las referidas a la no responsabilidad institucional de las Fuerzas Armadas, una postura negacionista que intenta, desde hace unos años en este lado del Rio de La Plata, la pueril sugerencia de que las acciones fueron obras individuales pergeñadas por individuos que actuaban poco menos que como bandas de descarriados.
Es el mismo argumento que se escucha del otro lado del rio y que viene llevando a la sociedad argentina a interrogarse sobre la importancia de sancionar penalmente el «negacionismo» de lo acontecido.
No nos hagamos los distraídos, la política del negacionismo, conecta directamente, con aquella discursividad que exculpa a Hitler y sus secuaces de las atrocidades documentadas en Nuremberg y que después del ejemplar juicio a los nazis, siguen produciendo más evidencia histórica que sucesivamente se intenta negar por aquellos que consideran, por ejemplo, que el Holocausto no existió y es apenas un invento del pueblo judío y de su «supuesto espíritu revanchista».
Escuchar a un futuro subsecretario de defensa, dar poco menos que «vivas» al negacionismo y disfrazarlo de recelos ideológicos por parte de la mitad del país, es de una gravedad institucional tal que no alcanza conque los voceros del nuevo gobierno salgan a marcar las distancias, aunque no más sea por el pudor de su propia historia de persecuciones.
El negacionismo del coronel (R) es una afrenta tal a la memoria histórica del país, que ameritaría, si en verdad en el nuevo gobierno se recuerda a Wilson, Michellini y el Toba, que el militar de marras regrese al limbo eterno de su retiro.