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Sacar a Temer para salvar el golpe

Por Emir Sader.

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Ahora sí, es cierto. Aunque maniobre de todas las maneras posibles, cambiando a 20 miembros de la Comisión de Justicia de la cámara para intentar rebatir el informe del relator, por la continuidad del proceso en contra de Michel Temer, este ya es considerado un cadáver político. Las evidencias de las últimas denuncias le quitaron cualquier tipo de legitimidad para seguir adelante con el paquete de reformas regresivas (razón del golpe en contra de los gobiernos del PT). Desde las últimas denuncias, Temer ya no gobierna. Apenas busca estrategias para intentar sobrevivir pese a los indicios claros de que la derecha ya no lo quiere como presidente. Desde que la cadena Globo ha adherido a la campaña por su salida, él sabe que ya no va a sobrevivir. El mismo tipo de traición que Temer practicó en contra de Dilma Rousseff, lo sufre de parte del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que ya surge como el candidato de la derecha para sustituirlo. Temer, como exvicepresidente, fue la vía que la derecha encontró para sacar al PT del gobierno. Pero luego se dieron cuenta no sólo de que no tiene las mínimas condiciones políticas para presidir a Brasil, sino que, además, él y su equipo están profundamente comprometidos con la corrupción. Temer fue un instrumento que sirvió a la derecha para recuperar el gobierno, pero ya se muestra incapaz de llevar adelante lo que más importa a los sectores conservadores: el paquete de medidas antipopulares que caracteriza a la reinstauración del neoliberalismo. Hasta ahora Temer había cumplido. Recientemente el Congreso aprobó monstruosas medidas de violación de los derechos de los trabajadores, que venían desde el gobierno de Getulio Vargas. El gobierno perdió muchos votos, pero mantuvo los suficientes para seguir prestando ese servicio a los grandes empresarios. Pero los otros proyectos están aplazados. Después de que el relator del primer proceso de corrupción en contra de Temer en la Cámara de Diputados, aun siendo del su mismo partido, tuvo que admitir la continuidad del proceso –que ahora debe ser votado en la Comisión de Constitución y Justicia, para después llegar al pleno de la cámara–,  la agenda política brasileña se centra en esos procesos. El primero –serán probablemente tres– debe ser votado en la cámara en agosto. Si Temer es condenado, el presidente de la Cámara de Diputados asumirá la presidencia de la república por un máximo de 180 días, mientras el Senado juzga el proceso. De todas formas, como mencioné, se trata apenas de uno de los procesos en los que Temer está muy comprometido. Por tal motivo la derecha ya lo considera un cadáver político. Busca alternativas que puedan dar un empujón más firme a sus proyectos de restauración neoliberal. Lo intentará hacer por la vía indirecta, por votación en un Congreso absolutamente desmoralizado por las acusaciones de corrupción a cientos de sus miembros. Lo intentará hacer, aunque sectores de la derecha (como Fernando Henrique Cardoso y algunos órganos de prensa) planteen la necesidad de elecciones directas, conscientes de que alguien elegido por ese Congreso tampoco tendría la mínima legitimidad para reimponer una estabilidad política básica a un sistema que no ha salido de la crisis desde la reelección de Dilma Rousseff. Pero para enfrentar elecciones directas, la derecha tendría que tener un candidato con apoyo popular que pudiera enfrentar a Lula. Como toda la derecha se ha comprometido con el golpe y con el paquete de medidas regresivas implementadas hasta ahora, ninguno de sus candidatos tendría la mínima posibilidad de se enfrentarse al expresidente. Queda la alternativa de eliminar a Lula de la disputa, pero esa posibilidad –aun contando con una condena segura en primera instancia– aparece cada vez menos probable frente a la falta de pruebas en contra del máximo referente del PT y a manifestaciones de ciertos sectores del Poder Judicial que rechazan procesos que tengan sólo declaraciones como pruebas. La más prolongada crisis de la historia brasileña, que ya está en su tercer año, no tiene todavía un horizonte de finalización. Se ha intensificado conforme Temer se ha debilitado y el imagen de Lula se ha fortalecido. La derecha intenta un nuevo embate sin Temer, pero ni siquiera es seguro que logre la mayoría parlamentaria para sacarlo y sustituirlo por otro político de los suyos para dar continuidad al golpe y a la restauración neoliberal.

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