Domingo 30 por la mañana, día gris y poco amigable aquí, cuando escribo esta nota, que recién verá la luz el viernes 4 de agosto. En Venezuela el día será cálido y luminoso. No así el porvenir; me preocupa y me duele pensarlo, pero veo que la crisis se agrava. Es algo que siento, que me acompaña, a veces con intensidad, a veces como una vaga desazón. ¿Qué pasará en Venezuela? Desde la tan dolorosa desaparición de Chávez, Venezuela se revuelve en medio de una crisis. Hoy está votando una Constituyente que nada resolverá porque los opositores no quieren resolución de nada: quieren el poder. Las muertes inesperadas de líderes políticos que en sí mismos eran un muro de contención, un centro inconmovible de agrupamiento de las fuerzas populares, siempre son sospechosas. Arafat, Torrijos, Roldós, Chávez, desaparecieron de la escena en momentos demasiado oportunos para el imperialismo y la derecha antinacional que los enfrentaba. Uno no puede menos que sospechar. Y no puede más que sospechar porque son cosas imposibles de esclarecer. La República Bolivariana de Venezuela, con su socialismo bolivariano, había sido enfrentada desde el momento mismo en que la empezaron a esbozar. Su garantía de existencia estaba dada por la permanencia a su frente del comandante Hugo Chávez. Y su desaparición física relanzó con mayor vigor las maniobras desestabilizadoras que Nicolás Maduro, su sucesor, ha venido enfrentando con lo que puede. Su convocatoria ya no es tan masiva y carismática como la del comandante, su petróleo vale menos de la mitad de los que valía, y su diplomacia, sin duda necesaria para lo interno, lo ha ido llevando a un aislamiento creciente. En tanto, la oposición, ese conglomerado de fuerzas de derecha que no quieren ni necesitan una patria independiente y democrática porque sus intereses siempre estuvieron vinculados a los de Estados Unidos, y porque su riqueza tiene por sustento la explotación sin límites de sus connacionales, ha crecido al punto que hoy podemos hablar de que existe un “doble poder”. En tanto al gobierno se lo abruma con la crisis económica derivada de la baja del precio del petróleo, la huida de los capitales y la escasez de productos de primera necesidad, la oposición únicamente tiene que ocuparse de desestabilizarlo. Maduro ha lidiado como ha podido, con los medios con los que ha contado. La escasez se me asemeja a la imposibilidad de un flautista, que tiene diez dedos –en realidad ocho porque debe sujetar la flauta– y 16 agujeros a cubrir. Tarea imposible. Si hoy la crisis es el papel higiénico, cuando logra emparejar con la demanda, le faltarán medicamentos, o leche o pañales. Si la economía está paralizada porque la paralizaron; si la escasez está ayudada por el acaparamiento y los rumores que instan a que el consumidor se provea de todo lo que necesita y haga una reserva por las dudas; si la prensa clama que faltará algo. Las corridas histéricas de las amas de casa hacen lo demás. Recuerdo los años 60, cuando las devaluaciones encarecían todo en un instante. Todos teníamos un par de botellas de aceite amuradas y cuatro o cinco jabones. En realidad, nos resultaba imposible saber cuánto nos había costado una comida, porque habíamos comprado en diferentes momentos con diferentes precios. Si productores y mayoristas se ponen de acuerdo (o los “ponen” de acuerdo) en surtir con irregularidad y en jugar con los precios, el pánico ingresa a tu casa. Y el gobierno hace lo que puede. Recuerdo cuando los estancieros aguantaron el ganado y no mandaban a tablada. Don Luis Batlle dijo que iría a buscar los novillos con una fusta y todo eso, pero todo el mundo iba a comprar a Canelones. Cuanto más grande es una ciudad, más indefensa está. Porque no es necesario referirse al Plan Atlanta. A Luis Batlle y a Cristina Fernández, en su momento, se las hicieron pasar moradas. ¡Y qué me dicen de Allende! No hay nada por inventar; lo que se necesita es una oportunidad y traidores adentro. Tal vez necesite aclarar: la oportunidad puede ser natural o creada y los traidores simplemente son gente que defiende sus intereses. Como los testigos “arrepentidos”. No son traidores, defienden sus intereses. Lo inmoral no está en ellos únicamente; lo inmoral, lo terriblemente inmoral está en que la sociedad acepte como una buena acción lo que hacen y que los medios lo vendan como algo valioso para la sociedad. O que te oculten qué está pasando. El presidente de Brasil, Michel Temer, ha logrado evitar el mismo juicio político que destituyó a Dilma pagando sobornos. En plata y en obras del gobierno para distintos estados. Eso, justamente eso era el mensalão, que comenzó como una honorable lucha contra la corrupción. Cuando lo hace Temer, que está gobernando para los oligarcas y el imperio, no es corrupción, sino habilidad. Julio Sosa cantaba: “…no es afano la muñeca cuando sobra calidad…”. ¡Qué me vienen con “arrepentidos” o con Plan Atlanta! En poco tiempo los yanquis cambiaron el rumbo de las cosas. Mauricio Macri les asegura que el petróleo de Vaca Muerta, cuando lo saquen, será de ellos. Ahora Brasil y el acoso a Venezuela. El asunto es que con más o menos disturbios, con más o menos sangre, con más o menos observadores internacionales, hoy se elegirá una Constituyente que se formará, dictará una Constitución y todo eso quedará en el mismo vacío en el cual hoy está Maduro. No importa que vote un altísimo porcentaje; la MUD dirá que son cifras falsas, que unos pocos votaron muchas veces y que no reconoce los resultados. Lo mismo, al revés, que con su plebiscito. Cualquier cifra de votantes es dudosa y, sea la que sea, será tomada por legal y habilitante para ellos y todo lo contrario por el oficialismo. Uno a uno es un empate y pelota la medio. No sé si se dieron cuenta de que en Venezuela no hay Registro Cívico Nacional. Aquí podés votar con o sin tu credencial en tu circuito y nada más que en él y una sola vez. Allá, te pintan un dedo y firmás junto con tu impresión digitopulgar. Nadie, absolutamente nadie puede verificar las impresiones digitales y mucho menos si en una mesa declarás ser Juan Pérez y en la otra Martín Rodríguez. En muy pocos países de América hay un registro cívico confiable como el nuestro. Te pintan el dedito y ¡a otra cosa! Yo creo que no hay solución a la vista para Venezuela; en el escenario político cada uno de los protagonistas continuará profundizando la crisis: el gobierno tratando de mantener una superestructura jurídico política que no será respetada, debiendo abastecer a la población histerizada por las faltas programadas y batallando contra los profesionales del enfrentamiento callejero con las fuerzas policiales. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? Esta es la gran pregunta. La MUD, envalentonada por su impunidad, financiada sin rubor por los yanquis y decidida a volver al poder en brazos del imperialismo, continuará con la construcción de una estructura de gobierno paralela, un “gobierno en las sombras” que juzgue a Maduro y lo condene, que llame a la desobediencia interna y a la intervención armada extrajera. Inevitablemente la situación generará la intervención militar. Bolivariana o colonialista. Sangrienta sin duda. Ya no estoy pensando en muertos en la calle, sino en ejecución de traidores o en guerra civil. ¡Nada deseo más que equivocarme! Un parrafito final: leí en La Juventud que en Mendoza juzgaron a cuatro jueces por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y encubiertas por ellos. Cadena perpetua, como autores en primer grado. ¿Qué pasa en nuestra Justicia? Yo los acuso de complicidad y encubrimiento. Y, lo que es peor, los acuso de cobardía cívica. No han dicho una palabra. Ni cuando fueron avasallados como Poder cuando la Ley de Estado de Guerra Interna; ni el 9 de Febrero, ni el 27 de Junio, ni cuando, recuperada la institucionalidad, siguieron callando y encubriendo. No quiero, no deseo, no pretendo juzgamientos, pero sí arrepentimiento público. Es lo menos que podrían hacer para poder mirarse a un espejo. Y nosotros, compañeros, nosotros tenemos que pensar en la reiterada oferta de pedir perdón del comandante en jefe del Ejército, Manini Ríos; no en las condiciones en que las plantea, que son una especie de confesión mentirosa. Confieso mis pecados (por lo menos algunos), digo que estoy arrepentido, me dan la pena y me dicen que me vaya y no peque más. Al otro domingo vuelvo. Mi personal opinión es que este asunto del perdón es secundario. Tal como, por doloroso que sea, es lateral el asunto de encontrar los restos de los desaparecidos. No todos aparecerán. Lo central es la verdad y el compromiso de que jamás de los jamases las Fuerzas Armadas se sientan los árbitros finales. Que de veras ¡no vuelvan a pecar! ¡Así les fue! Si ofrecen pedir perdón, es porque sienten el vacío social en el que están.
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