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Editorial

COMO LA CHIVA DEL PRADO

Se fue por la puerta abierta o por el alambrado

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Caras y Caretas Diario

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La fugaz gestión de Luis Alberto Heber en el Ministerio de Transporte y Obras Pública no generaba grande expectativas, pero será recordada por mucho tiempo por haber sido motivo de un escandaloso contrato y de un largo proceso judicial que juzgará las circunstancias y la posible ilegalidad de los documentos que firmará el gobierno con Terminal Cuenca del Plata (TCP) y la empresa Katoen Natie, documentos que prolongan por 60 años la concesión de la cual dispone en el Puerto de Montevideo.

Sus 12 o 13 meses de ministro serán recordados, sin dudarlo, por su generosa entrega a la multinacional extranjera, pero no por sus obras.

Creo que todo lo que inauguró en su corta gestión estaba ya iniciado en la gestión anterior en la que el mejor ministro de Obras Públicas de los últimos 40 años se aburrió de hacer y reparar carreteras, edificios y puentes; el edificio del Sodre, la Perimetral, la ruta 30, la 8, la 1, el Aeropuerto de Carrasco y el puente del Río Santa Lucía y la Torre Ejecutiva son verdaderamente obras estratégicas y bien hechas y en el caso de la sala Adela Reta y el aeropuerto, hermosas.

A diferencia del ministro que lo precedió, el frenteamplista Víctor Rossi, Luis Alberto Heber no será recordado por sus obras públicas, ni por su dedicación al trabajo, ni por sus iniciativas ni sus realizaciones.

De la impresentable gestión de Luis Alberto Heber como ministro de Obras Públicas serán testigos los empleados del ministerio, las empresas de la construcción y tal vez los otros ministros. Se destacó por no hacer casi nada.

Pero su gestión anodina, paupérrima, será recordada porque su firma se estampó en un contrato curioso, probablemente ilegal, arbitrario y sospechoso, que extendió el monopolio del movimiento de contenedores del Puerto de Montevideo por 60 años a una empresa que por diez años más disponía de una concesión como terminal especializada y que probablemente aún esté sorprendida de la generosidad de este gobierno que sin demasiada consideración y alegando la posibilidad de perder un juicio que ni siquiera había sido iniciado, le otorgó una ultra petita que tendrá probablemente costosas consecuencias para Uruguay en juicios cruzados que aún resultan difíciles de predecir.

Lo que más llama la atención es que el ministro Heber y el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, hayan blindado de tal manera la negociación y la firma del acuerdo que lo hicieron casi en secreto. Al parecer, tan secreto que solo consultaron a los abogados de quien recibió la concesión para que no se enteraran ni sus propios abogados.

Que no se hubieran sentido obligados a solicitar informe jurídicos o económicos, consultar a la autoridad portuaria, a los operadores privados o al Centro de Navegación o al mismísimo Tribunal de Cuentas y hayan resuelto firmar ese contrato, que tal vez no tenga vuelta atrás y que probablemente también sea motivos de juicios cruzados cuyos montos sean aún mayores que los que hubiera reclamado Katoen Natie, casi sin testigos, parece increíble e injustificado si no hay algo más oculto.

De todas maneras la primera instancia está cerrada, no se entiende muy bien por qué firmaron Heber y Lacalle este contrato, por qué lo mantuvieron medio secreto y en familia, y por qué causa no informaron ni tuvieron al tanto ni a los aliados de la coalición.

Por eso mismo lo califico de sospechoso, porque estos herreristas son muy bandidos y egoístas, no tienen ideas, sino negocios y además no dan puntada sin nudo.

Pero los aliados respaldaron a Heber en la interpelación parlamentaria en la que no hablaron, pero votaron, y se sintieron conformes con la explicaciones y ahora la palabra la tendrá la Justicia y probablemente el Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA).

Pero Luis Alberto Heber volverá al Parlamento y ahora lo hará a la Cámara de Diputados en donde deberá explicar una fuga que, por lo que se sabe hasta ahora, evidencia la ineptitud, la arbitrariedad y la corrupción que hay en las cárceles y las tonterías de las que se ha hecho eco el ministro, que demuestran que se alimenta con gusto con todas las variedades de carne podrida que le suministra una autoridad penitenciaria que tiene más cicatrices que glorias.

Los hechos son que un preso cuyo nombre es Hugo Pereira se escapó de una cárcel de alta seguridad como la chiva del Prado, tal vez por la puerta abierta y tal vez por el alambrado.

Este “señor” (así lo describe el ministro) tiene un vasto prontuario en Uruguay y en Argentina.

Ha sido procesado múltiples veces en los últimos 30 años por robo y escalamiento, asociación ilícita, lesiones graves, encubrimiento, privación de libertad, daño especialmente agravado, estafa, tenencia y tráfico de estupefacientes agravado por haberse cometido por un grupo organizado, suministro de drogas a menores, hurto especialmente agravado, receptación, rapiña, secuestro y autoevasión.

Como se puede ver, el “señor” era un especialista. Un empresario de la delincuencia que ascendió por todo el escalafón del delito salvo la punga y el homicidio.

No obstante, gozaba del privilegio de trabajar en el penal de mozo en la cantina de oficiales, lo que le permitía mantener una relación cordial, amable y digamos que íntima con las jerarquías de la prisión que le otorgaban el privilegio a cambio de algo.

Dicen que Hugo Pereira era educado, agradable y simpático.

Un día del mes pasado, no se sabe si el 9 de agosto, el 14 de agosto o tal vez el 21 de agosto, Pereira se esfumó. Después de haberlo despedido en la cena, a la mañana siguiente, cuando fueron a pedirle al mozo un café con bizcochos, el “señor” no estaba y lo peor es que nadie recordaba el momento en que había desaparecido.

Advertido el sagaz director del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), Luis Mendoza, el protocolo de la fuga comenzó a funcionar.

Se contaron los presos para ver si faltaba alguno, se contaron los mozos de la cantina, formaron en fila los de su barraca, sonaron las alarmas se alertó a los guardias de la puerta y a la guardia perimetral del Ejército y se constató fuera de toda duda que Pereira no estaba.

La primera hipótesis fue que se escapó por la puerta vestido de guardia penitenciario con borceguíes y todo. Parecía raro, pero nada es imposible. Lo fantástico de las fugas carcelarias es que causan sorpresa, son un juego de ingenio en que un preso puede más que un centenar de carceleros y al final todo parece como un acto de magia en el cual el conejo sale de la galera sin que los ojos atentos de los espectadores hayan captado la trampa.

En este caso son dos puertas, dos guardias, cámaras, torres de vigilancia y oficinas de ingreso y salida. Esa parecía la hipótesis más creíble, aunque la más absurda, y suponía cierta complicidad de los guardias o cierta imbecilidad de los custodias, aunque el deseo de ser libre estimula el ingenio y la inteligencia del fugado, máxime que Pereira, además, manejaba privilegios, celulares, relaciones, drogas y tal vez dinero.

El ministro comió de ese veneno que además le garantizaba al preso cierta impunidad porque es sabido que escaparse de la cárcel por la puerta no es delito.

A esa altura no se sabía gran cosa, ni el día que se escapó, ni por dónde, ni cómo. Lo que se sabía es que faltaba un número y ese número correspondía a Pereira y que al menos habría una investigación fiscal, intervendrían Inteligencia penitenciaria, Asuntos internos y, por si acaso, el Ministerio de Defensa, el Ejército y quién sabe cuántos organismos e instituciones más.

La fuga no duró mucho porque al expreso se le ocurrió ir a pasear por 18 de julio, tomar un café en Las Palmas y dejar o no una generosa propina de $ 1.900 pesos que llamó la atención del mozo del conocido local. No se puede saber si lo atraparon o se entregó, aunque apuesto a lo segundo.

Las diferentes versiones que se han dado de la fuga han sido repetidas por el ministro como un loro.
Que se fue por la puerta, que se fue por un agujero por el alambrado, que eran dos agujeros en dos alambrados custodiados por el Ministerio del Interior, que además había un tercer alambrado custodiado por el Ejército, que no se pudo ir por la puerta, que era un narcotraficante, que no era un traficante sino un “señor” que traficaba en la cárcel, que se fue trepando el alambrado, que no podía hacerlo porque tiene 60 años, que dejó la ropa embarrada al borde del alambre, que el alambrado estaba roto de antes y los presos no se escapaban porque estaban mejor consumiendo o traficando drogas adentro que ocultándose sufriendo la crisis o alimentándose en ollas populares afuera.

Unas filmaciones realizadas entre el 9 y el 14 parecen demostrar que no se escapó por la puerta, pero hay rumores de que escapó el 21. La esposa dice que cuando lo vio tenía calzado policial, pero el preso dice que no le dice la verdad a su esposa. No es lo mismo que la reja estuviera rota que si el preso la cortó ex profeso violentando el vallado. Ni el preso fugado ni su esposa están obligados a inculparse, ni las versiones policiales son inocentes ni el Ejército va a reconocer que hacía un mes que su alambrado estaba roto y nadie lo había notado.

Cualquiera de estas versiones tiene sus consecuencias y versiones tan contradictorias como las que dan el Ejército y la Policía, el preso fugado y su esposa, los ministros de Interior y Defensa, el abogado y la fiscal, y si miramos el futuro, el director del INR y el ministro están tambaleando como muñecos agarrados del pincel.

Tal vez en los próximos días o semanas se pueda saber a ciencia cierta el día que se escapó, entre qué día y que día se analizaron las cámaras, desde cuándo estaba roto el alambrado, qué ropa llevaba el preso y qué botas usaba, si se fue desnudo luego de abandonar las ropas en el alambrado o llevaba una muda alternativa, de dónde sacó las botas que vio su mujer, qué hizo después de la fuga, por qué falló su viaje a Buenos Aires, de dónde sacó el dinero, qué relación tenía con sus guardias, qué mentiras le dijo a su mujer y qué verdades dice ella, cuál es la estrategia del abogado defensor, por qué no informaban los guardias perimetrales del hueco del alambrado y qué responsabilidad tienen la guardia interna de la cárcel y la guardia militar perimetral, el director del INR, el ministro de Defensa y el ministro del Interior.

Pero no se necesita ni un minuto para saber que el ministro Luis Alberto Heber está pintado. No se necesita ser Sherlock Holmes para ser ministro del Interior, pero al menos no es prudente comer la basura que te suministran los guardiacárceles totalmente comprometidos con la fuga y salir a informar versiones distintas y contradictorias todos los días que demuestran que de seguridad pública el ministro del Interior no sabe nada, como no sabía nada tampoco del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Y si cambiamos de ministro, peor no va a ser.

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