Por Germán Ávila
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Este proyecto, que cumplió un papel clave durante el Período Especial, busca estrechar los lazos de cercanía entre quienes residen fuera de Cuba y la isla a partir de la comprensión del fenómeno migratorio como un conjunto de condiciones de diferente índole que no tienen por qué cortar el vínculo con el origen, sino que, por el contrario, se convierte en otro mecanismo de participación social desde la distancia.
La migración es un fenómeno que ha caracterizado la construcción de la civilización a lo largo de su historia. Los movimientos poblacionales se han visto desde diferentes miradas según quien ponga la lupa sobre ellos; para algunos hacen parte del natural devenir de las sociedades, donde la decisión convergente de muchos individuos a partir de condiciones objetivas en sus lugares de origen determina el hecho de trasladarse de un lugar a otro.
El trasfondo generalmente es la búsqueda de mejorar las condiciones de vida de estos individuos y su entorno cercano. A partir de esa mirada se puede entender la migración como un fenómeno natural de las sociedades; sin embargo, hay otro tipo de movimientos migratorios que, si bien se manifiestan a partir de una decisión individual, traen tras de sí una serie de elementos que se deben estudiar desde otra perspectiva. La ola de exiliados del cono sur durante las dictaduras es un ejemplo de ello. La gruesa diáspora de colombianos que, sin estar en dictadura, debieron huir de su país para preservar la vida entre los años 80 e inicios de los 2000 o el 35% de la población económicamente activa de Ecuador viviendo fuera de su país al inicio del gobierno de Lucio Gutiérrez.
De otro lado, están las migraciones masivas del África subsahariana para atravesar el Mediterráneo durante los últimos años, o las caravanas migrantes de Centroamérica con dirección al norte, ambas con unos altísimos componentes que no pueden ser vistos menos que como una crisis humanitaria, pues han implicado el ahogamiento de miles de personas en un lado y una impresionante cantidad de vejámenes cometidos por el gobierno norteamericano contra los más vulnerables en campos de concentración y jaulas por otro.
Sin embargo, ninguno de los casos mencionados anteriormente se ha convertido en un fenómeno de utilidad ideológica en el tablero del poder, como lo han sido los casos de Venezuela y Cuba, siendo este último el más antiguo. Un bloqueo económico de medio siglo que entorpece la resolución de los mínimos vitales de cualquier sociedad es un factor que, sin duda, presiona a una población, que como en cualquier otra sociedad, ve la migración como una alternativa.
Al estar hablando de una batalla ideológica, la única cara que se ha querido mostrar siempre desde quienes auspician el mismo bloqueo que pauperiza las condiciones de la población es la de la migración inconforme con el gobierno cubano, abrogándose de manera casi automática la representación global de “la migración cubana”, negando, por ende, la existencia de una masa mucho más rica y amplia de visiones y perspectivas sobre ese mismo fenómeno.
Olga Fernández, quien reside desde mediados de los años 80 en Uruguay e integra la Asociación de Cubanos Residentes en Uruguay, señala que existe una diáspora cubana que se ha preocupado por convertirse en un pilar de defensa de su soberanía, generando instancias organizativas desde el exterior, que respetan las decisiones tomadas de manera soberana en las urnas por el pueblo cubano y rechazan el bloqueo del que es víctima la isla de manera unilateral por parte de Estados Unidos, aun contra el voto de la abrumadora mayoría del concierto de las naciones.
Fernández señala la importancia de la organización de la población cubana en el exterior, pues gracias a estos procesos, muchas de las solicitudes y sugerencias hechas por estas asociaciones han sido tomadas en cuenta por el gobierno cubano, como ha sido notorio en la reciente reforma constitucional aprobada hace algunos meses, y que incorpora la esencia de la discusión abordada desde el exterior.
Estos comités también se han convertido en una medida de contención para la población cubana que emigra, sobre todo durante la última etapa, en que aprovechando lo etéreo de las redes sociales, se ha difundido información equivocada, lo que ha sido aprovechado por los sectores políticos cubanos de la derecha que, financiados por Estados Unidos, se han dedicado a generar confusión por medio de información manipulada.
Un caso de lo anterior, en palabras de Fernández, ha surgido a partir de las declaraciones del entonces candidato presidencial Luis Lacalle Pou, quien a finales de 2019 declaró en los medios de Uruguay que su gobierno sería de puertas abiertas a la inmigración, por lo que esperaba que familias enteras vinieran al país; estas declaraciones fueron replicadas de esa manera en redes sociales y medios destinados a los cubanos que buscan emigrar. Lo que no aclara la publicación es que las declaraciones del ahora presidente estaban dirigidas a la perspectiva de su gobierno por atraer un gran volumen de inversores extranjeros, familias enteras sí, pero familias acaudaladas que traigan capital para invertir, no a la mano de obra que al no tener un plan de llegada, termina convirtiéndose en un factor de engrosamiento de la capa más deprimida de la sociedad, no solamente de Uruguay, sino de cualquier lugar a donde lleguen masivamente sin una contención adecuada.
Estos y otros factores que tienen que ver con la migración cubana son los que harán parte de la discusión que se desarrollará en la IV Conferencia Nación y Emigración, que busca también, como parte del escenario de discusión, abordar uno de los mayores retos de los movimientos poblacionales organizados a lo largo de su historia, que es el de la conservación de la identidad y la construcción de imaginarios sociopolíticos a partir de la emigración de segundas y terceras generaciones, que involucra a jóvenes de diferentes edades, cuyos padres y abuelos nacieron en Cuba y que, a pesar de la distancia y el tiempo, desean acercarse a sus raíces.
De esta forma, desde Nación y Emigración, se continúa avanzando en la construcción de una amplia red impulsada por la misma población cubana residente en el exterior, que permita generar denuncia contra el bloqueo, al mismo tiempo que afianza sus raíces acercándose a quienes permanecen en Cuba.