La larga cadena de hechos que terminó el sábado 9 en el Plenario del Frente Amplio ni se origina con el título de licenciado de Raúl Sendic ni termina con su renuncia a la vicepresidencia de la República. Para decirlo bien en criollo, somos muchos los militantes que tenemos la convicción de que trece años de gobierno han “aflojado las cinchas” de tal manera que “apeligra” caer el jinete con el recado y todo. Este es un problema de todo el Frente Amplio y de cómo vienen prevaleciendo intereses individuales y de grupo -que pierden por el camino toda ideología- que están matando lo que fue el espíritu fundacional de la coalición y que después matrizó el general Liber Seregni. Así que no debería cerrarse este capítulo como si se hubiera terminado de leer la novela, prescindiendo del análisis de la metodología que se usó para demoler a Sendic, incluyendo el uso de la justicia, los medios masivos hegemónicos, las redes sociales, el marketing digital, los trolls y la posverdad. Hoy el Frente Amplio tiene muchos de los vicios que, me horroriza decirlo, hicieron la ruina del Partido Colorado, que gobernó Uruguay por más de 115 años: viveza criolla, clientelismo, amiguismo, nepotismo, ambiciones desaforadas de ventajas, prebendas, dinero, prestigio y, sobre todo, de cargos, en una nomenklatura que nunca estuvo en nuestra matriz, derroches, mala gestión, desaprensión, soberbia. Acumulamos fuerzas durante 50 años militando a pulmón para que gobernaran los mejores, desde y para el pueblo, y luego de 15 años de gobierno con indiscutibles realizaciones que cambiaron profundamente a Uruguay no nos sentimos más fuertes, sino bastante más débiles, erosionados política, programática e ideológicamente, tratando de renovar la esperanza, reconquistar a los desencantados y proyectarnos con fuerza hacia un mañana que está muy, pero muy cuestionado. No quiero entrar a describir la forma en que eso se ha desvirtuado, y menos citar casos concretos que los hay y que todos conocemos. No hace tanto tiempo escribimos en estas mismas páginas sobre aquellas reuniones en que algunos cincuentones, que ya hace una docena de años cobran mes a mes en las ventanillas del Estado, se reunían a comer, un día pizzas y otros asados para debatir en torno a una mesa quiénes de ellos serían los mejores candidatos para asegurar cinco años de privilegios para la burocracia, mientras generosamente nos bajaban los decimales de la pobreza y la indigencia. Por eso somos muchos los que creemos que, fortalecidos por lo que acaba de ocurrir -el final podría haber sido peor-, lo primero que hay que reconstruir es la mística seregnista y una institucionalidad que torne imposible los abusos del poder que terminaron con el Partido Colorado y corroen notoriamente al Partido Nacional, en el que no se vislumbra otro proyecto que el de Ignacio de Posadas en el sentido de que “enriquecerse es glorioso”. Hay que preparar, sí, el nuevo gobierno, que debe ser el de los mejores, el de los más honestos, el de los que ni asoman la mano en la lata porque no piensan en la lata. Cuando digo los mejores, digo los mejores. No puede ser que casi todas los cargos políticos, técnicos y de confianza se provean considerando sólo las listas que suministran los sectores y menospreciando a casi todos los independientes y a los técnicos. No puede ser que haya partidos dentro del Frente Amplio en los que 80% de sus dirigentes sean funcionarios con importantes cargos de gobierno, con muy buen sueldo del Estado, auto, chofer, viajes, secretaria, tarjeta corporativa, esposa también funcionaria de confianza e hijos con contratos en la administración. Semejante panorama da un poco de vergüenza y muchísimo pudor. En lugar de dejar pasar este tristísimo momento como si no hubiera pasado nada, hay que aprovechar para debatir lo que no debe pasar. Todos tenemos ejemplos que preferimos no mencionar, pero ninguno de nosotros quiere que más temprano que tarde nos estalle otra bomba en la cara. Algunos de los lectores nos dirá que hay muchos compañeros abnegados, trabajadores, honestos, transparentes y humildes que se desempeñan en la administración y en cargos de gobierno, satisfactoriamente y con idoneidad. Y es verdad. Honestos hay en todos lados y no dudo en que la inmensa mayoría de los compañeros lo son, incluyendo a muchos de los que se benefician inconscientemente del descontrol. Pero me temo que si el Frente Amplio no agarra al toro por las guampas, se las va a ver muy fea, porque somos muchos los que estamos bastante hartos y se están acabando las lágrimas.
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