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Según la ciencia esta podría ser la causa detrás de la maldición de Tutankamón

Poco después del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922, una serie de muertes desataron la idea de una maldición oculta que perseguiría a quienes habían osado profanar la tumba del rey. Sin embargo, el microbiólogo Raúl Rivas investigó cuál pudo ser la verdadera causa de la muerte de algunos de los presentes en la apertura de la tumba.

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La tumba del faraón Tutankamón fue descubierta en el Valle de los Reyes el 4 de noviembre de 1922. A pesar de haber sufrido algún robo en la antigüedad, el sepulcro estaba casi intacto y conservaba la mayor parte del ajuar funerario del monarca. Cuando terminó la excavación, diez años después, se documentaron nada menos que 5.397 objetos, incluyendo la famosa máscara funeraria del rey.

A la fama internacional que obtuvo el hallazgo contribuyó también la historia de la maldición, y el hecho de que algunos de sus descubridores empezaran a morir en extrañas circunstancias (incluso Arthur Conan Doyle, el padre del legendario detective Sherlock Holmes, contribuyó a propagar la creencia de que una terrible maldición perseguiría a quienes se habían atrevido a profanar la tumba del faraón).

Algunos periódicos ingleses llegaron a atribuir a la maldición la muerte de unas treinta personas, entre ellas la del propio lord Carnarvon. Ese mismo año, 1923, murió el hermano de Carnarvon y Archibald Douglas Reid, encargado de radiografiar la momia de Tutankamón. Poco después murió el arqueólogo Arthur Mace, que abrió la cámara funeraria junto con Carter. También murió Richard Bethell, secretario de Carter, en 1929; el arqueólogo Alby Lythgoe, del Museo Metropolitano de Nueva York, en 1934; los directores del departamento de antigüedades del Museo Egipcio de El Cairo… A pesar de lo que pueda parecer, lo cierto es que estudios posteriores revelaron que de las 58 personas presentes en la apertura de la tumba y del sarcófago del rey, sólo murieron ocho en los doce años siguientes.

El descubridor de la tumba, el arqueólogo Howard Carter, harto de las especulaciones sobre la supuesta maldición, declaró: «Si no es una difamación como tal, apunta en ese sentido tan despreciable, y toda persona sensata debería desechar tales invenciones con desdén». Pero perdía el tiempo. Las especulaciones fueron en aumento, e incluso llegaron a acusarle de estar en connivencia con las autoridades para «tapar» las pruebas.

Los hongos posibles culpables

En relación a estas muertes y sobre si es posible que estuvieran relacionadas con la tumbaaunque por supuesto no con una maldición, el microbiólogo Raúl Rivas sugiere que la explicación podría encontrarse en microorganismos dormidos durante milenios, como algunos hongos de la especie Aspergillus, cuyas esporas pueden permanecer viables durante siglos o incluso milenios.

Esto explicaría por ejemplo, la muerte de lord Carnarvon. El aristócrata tenía muy mala salud desde que sufrió un grave accidente automovilístico en su juventud. La explicación tradicional dice que murió a causa de una infección cuando por error se afeitó una picadura de mosquito que se infectó y acabó causando su muerte por septicemia. Pero Rivas abunda en las explicaciones establecidas por otros investigadores que piensan que la causa de la muerte podría haber sido una infección fúngica cuando el aristócrata inhaló esporas de Aspergillus en la tumba de Tutankamón, lo que le habría provocado una aspergilosis pulmonar de tipo invasivo, una enfermedad muy grave de la que no pudo recuperarse debido a su ya de por sí precaria salud.

Estudios recientes han constatado la presencia de este tipo de hongos sobre diversas momias en todo el mundo, lo que, según Rivas, haría factible que algunos de los visitantes de la tumba de Tutankamón –posiblemente quienes tuviesen una salud más débil– hubieran podido contraer una infección, como lord Carnarvon o como George Jay Gould, el magnate de los ferrocarriles, que murió de una neumonía en 1923 y que había estado presente en la apertura de la tumba.

Afortunadamente, hoy ya nadie (o casi nadie) cree en maldiciones faraónicas ni teme a la momia de Tutankamón, que descansa en su tumba en un sarcófago de cristal sellado en un ambiente controlado, a la vista de los miles de turistas que la visitan a diario sin que ningún percance les suceda. Pero a pesar de ello, no cabe duda de que la historia del descubrimiento de la tumba del faraón niño y de la maldición que la acompaña ha adquirido tintes novelescos y sigue despertando pasiones entre los amantes del Egipto faraónico.

Entre 1922 y 1929, el fotógrafo Harry Burton documentó meticulosamente el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.

Trabajos de conservación en la cámara funeraria de la tumba de Tutankamón, durante la primavera del 2016.

Aquí se puede ver en una fotografía tomada el 28 de noviembre de 2015.

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