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Desde la diáspora.

Seguridad: también crece desde el pie

Por Eduardo Alonso.

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Caras y Caretas Diario

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Los que fuimos niños en los 60, principalmente integrantes de familias de capas medias, con televisor en casa o en casa de algún vecino o vecina, crecimos lúdicamente en la contradicción de ser ladrones o policías, alternativamente. Seriales como Ballinger de Chicago, Patrulla de caminos, En la cuerda floja y decenas más marcaron nuestras infancias y contribuyeron a matrizar la idea de que el problema es entre delincuentes y policías, en blanco y negro, sin matices, ubicando al resto de la sociedad únicamente en el papel de espectadores o, lo que es incluso peor, de víctimas. Mucho nos ha costado como sociedad y nos cuesta –me incluyo– desechar como punto de partida este estereotipo para analizar el tema de la seguridad. Cuando el compañero Eduardo Bonomi, ministro del Interior, plantea alarmado que en los comités de base del Frente Amplio le piden mano dura, en realidad lo alarmante no es la demanda, ya que es absolutamente logica en el marco de hiperrealidad generado desde los grandes medios de comunicación, desde la coorporación de la seguridad y desde la derecha, en fin, desde el discurso dominante. Lo que sí resulta alarmante son sus respuestas, porque ellas no apuntan a enfrentar a la derecha al dar la batalla por la cabeza de la gente; por el contrario, tienden objetivamente a afirmar su ideología. El compañero ministro, no trata de alejarse ni un solo metro del pensamiento hegemónico, de esa contradicción sin matices, ni intenta en ningún caso complejizar las respuestas. Por el contrario, contrario alimenta esa visión deformada y dominante, útil al sistema, de aceptar como bueno el planteo –seguramente en el afán de no perder terreno en lo político, sin percibir el enorme hándicap que se le está cediendo a la derecha en el aspecto ideológico– y responde desde lo estrictamente operativo, llámese PADO, Ley de Responsabilidad Penal Integral o ese Gran Hermano en que se convertirá parte del área metropolitana con la instalación de 3.400 cámaras. En una palabra, se hace una devolución en sintonía con el planteo; se proponen y activan soluciones para ayer, para el muy corto plazo, para el “resolveme este problema ahora”, ignorando –desde nuestro muy modesto punto de vista– que el quid de la cuestión es aunar el conjunto de políticas existentes en los diferentes ministerios, de forma tal que se asegure una mayor presencia del Estado en los territorios, incluidos el barrio Marconi y la tribuna Ámsterdam del estadio Centenario. Claro que las tareas del Ministerio del Interior (MI) de prevenir, disuadir y reprimir (PDR) son sólo una parte, y el objetivo central debe ser asegurar que sea posible desarrollar los planes de los ministerios de Salud, de Educación y Cultura, de Desarrollo Social, de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, de Trabajo y Seguridad Social, etcétera. Estas tres tareas (PDR), haciendo el esfuerzo de verlas con retina de izquierda, no son un fin sino una herramienta. No son su papel a cumplir como ministerio separado del resto, sino que son parte de ese todo. Es sobre esa base y sobre la experiencia acumulada en estos casi 12 años de gobierno, que como izquierda debemos unificar el relato, gobierno y fuerza política. No se trata de mostrar quién es ni dónde está la autoridad, para que Bordaberry pegue menos o el Guapo deje de proponer la creación de una Guardia Nacional, y hasta Novick se suba al carro y quiera hacer síntesis a partir del dolor que provocan los homicidios. Entre otras cosas, porque no lo van a hacer. Se trata de resolver de verdad, de que el Estado como tal patentice el ejercicio de la autoridad mediante el despliegue in situ de proyectos educativos, sanitarios, laborales, habitacionales, asistenciales, deportivos y hasta turísticos. En ese marco la Policía cumple un importante papel a partir de generar condiciones mínimas que puedan llegar el resto de los actores. No es aceptable, y sería un gran retroceso del conjunto de la sociedad ante el delito, lo que ya ha pasado en algún barrio, donde un “narco mayorista” de la zona, de onda, ilumina una canchita de baby fútbol o se gana la simpatía o el silencio del vecindario al resolver problemas concretos del día a día. Ese es el principal flagelo a combatir hoy, y allí debe estar el Estado, con el Ministerio del Interior a la cabeza, para asegurar que el crimen organizado, principalmente el narcotráfico, no logre “liberar” zonas del poder estatal. El compañero Bonomi se refiere a esas políticas desde la postura de que son soluciones a futuro –incluido entre estas el trabajo como principal política social–, sin percatarse de que una mirada de izquierda a la seguridad es una mirada integral; que el PDR solo, por sí mismo, no transforma; que en esto no hay ingenuidad en una parte del Frente Amplio; que nadie le teme a reprimir el delito. Una visión revolucionaria del problema implica complejizarlo y, por lo tanto, las soluciones también son complejas, por lo que deben apuntar a contar con el pueblo organizado –en primer lugar, con los trabajadores y la academia– para su elaboración y aplicación. En esto radica la necesidad de instalar las Mesas de Convivencia Ciudadana en los barrios, sobre la base de buenas experiencias en el pasado, como una forma de favorecer el respeto a la vida y la convivencia en la sociedad, los vecinos y vecinas mediadores, los estudiantes y hasta los hinchas de fútbol. Todo eso forma parte de algo que en 2012 nos pareció un gran paso adelante y de lo que nos quedó solamente el aumento de algunas penas y la legalización de la marihuana; al resto, lo realmente transformador, lo barrió el temor a un retroceso electoral ante el discurso de la derecha masificado en los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Al día de hoy, no hay apuesta a resolver con la gente, no hay apuesta a profundizar críticamente en el Plan Siete Zonas o hasta en el propio Plan Juntos. No hay apuesta al pueblo organizado en los territorios alrededor de una Policía que hoy cuenta con un alto grado de profesionalismo, está mejor pagada y –lo que es fundamental– es más creíble a partir del combate llevado adelante en estos años contra la corrupcion. Desde esta esquina del cuadrilátero hemos planteado el tema en la Mesa Política del Frente Amplio en repetidas oportunidades en el transcurso de 2016. Nadie, en ninguna ocasión, nos salió al cruce. Nadie respondió al planteo de que debemos tener la valentía de pararnos frente al país –y a los comités de base, claro– y decir que el problema de la seguridad es sistémico, que el Ministerio del Interior solo no lo va a resolver, que este es un actor importante pero no el único, que la única alternativa transitable desde una perspectiva de izquierda es una mayor presencia del Estado en el seno de la sociedad, y que eso demanda paciencia para explicar, ayudarnos todos y todas a razonar, confiar en la organización y en las organizaciones populares, en la academia, sin caer en la tentación de buscar atajos. Porque la seguridad también crece desde el pie.

Salute.

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