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Sergio Sommaruga: «Si la revolución no enamora, se queda sola»

Paciente observador de los procesos históricos, activo en la resistencia cuando tocan tiempos complejos, militante de las causas que entiende justas, es un convencido de que el desgaste del gobierno no va a venir de «la ansiedad de un ejército de palabras», sino de «la artillería de los hechos». Dice que sin luchas no hay victorias y que el gobierno sabe perfectamente que «la última valla de contención» a su arremetida es el movimiento sindical. Habló de educación y de muchas cosas más.

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Textos Alfredo Percovich

Producción Viviana Rumbo

De convicciones analógicas, cuidadosamente sobrio en sus gestos, de mirada profunda, poseedor de una formidable capacidad para sintetizar ideas que atraviesan siglos de historia del pensamiento, el secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza Privada, milita su vida y vive su tiempo. Posiblemente, los recovecos inexplicables de la vida le marcaron a fuego su sensibilidad. Hijo de padre obrero de la construcción -del que entre otras cosas heredó el oficio de pintor- y madre ama de casa, que dedicó buena parte de su vida a los cuidados de otro hijo que, debido a una parálisis cerebral, la necesitó como nadie en este mundo. La vida de Sergio Sommaruga no se entiende en otro lugar que no sea junto a las causas sociales, al estudio, el pensamiento, las charlas, los debates, los libros y la palabra escrita. Comenzó a militar a nivel estudiantil y participó en las ocupaciones contra la reforma de Germán Rama bajo la segunda presidencia de Julio Sanguinetti y posteriormente fue elegido delegado del Centro de Estudiantes del IPA ante el Congreso Nacional de Educación, Maestro Julio Castro. Desde entonces, ha desarrollado un intenso y reconocido camino de militancia social, sindical y territorial. Vivió y creció en Lezica, muy cerca del Hospital de Ojos Saint Bois y durante más de diez años fue parte de una radio comunitaria en Melilla. Es profesor de Filosofía egresado del IPA, cursó -sin concluir- la licenciatura de la misma disciplina en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República y es secretario general del Sintep. Es padre de dos hijas pequeñas que, asegura, son “luces en la noche”.  

 

¿Cuáles serían las consecuencias para el país si se confirman los recortes presupuestales y se eliminan cargos docentes?

Mientras más niños, niñas, adolescentes y adultos, tengamos estudiando en los centros educativos, menos vergüenza vamos a sentir de nosotros mismos como sociedad. La masificación del sistema educativo nunca puede ser vista como un problema, en todo caso, la tragedia es la generalización de la ignorancia. Porque la ignorancia es el robo infame del derecho a pensar en otros mundos posibles.

Pero si la masificación estudiantil, que en principio se debe valorar como algo bueno en sí mismo, no va acompañada de un proyecto estratégico y de una inversión que asegure las condiciones materiales para el aprendizaje de todos y cada uno de esos estudiantes, aquello que asomaba como virtud se degrada rápidamente hacia su contrario. Los recortes presupuestales contra la educación pública, además de alejarse rotundamente del “6+1”, lo que ya es malo de por sí, van a tener efectos muy regresivos para el país. Entre ellos, convertir la masificación en un verdadero problema de saturación del sistema. Esto último es lo que todo indica que va a terminar sucediendo. Con estos recortes el gobierno está haciendo todo lo que no hay que hacer. El recorte del rubro 0 en la ANEP implica menos docentes trabajando y eso, además de desempleo y precarización laboral para quienes queden trabajando, es una tragedia para los estudiantes y por lo tanto para la sociedad. Disminuir el plantel docente va a llevar a que haya más estudiantes por grupo y una pérdida de riqueza curricular de la propuesta pedagógica. Los grupos superpoblados son una puerta abierta para el abandono y el fracaso educativo, son un factor de deterioro significativo de las bases técnicas del aprendizaje y son un factor de precarización de la tarea docente y de su efectividad pedagógica. Por tanto, nada bueno puede salir de eso. Pero esto que digo se va a tratar de ocultar empecinadamente, porque al mismo tiempo que este deterioro se vaya produciendo, es altamente probable que el gobierno imponga un conjunto de cambios en los planes y programas para facilitar el egreso de educación media y maquillar los resultados. Una política cosmética para ocultar el desastre. Vamos hacia una educación empobrecida cultural y presupuestalmente, pero con resultados «ficcionados» que le permitan al gobierno construir su propio panegírico de éxitos.

 

¿Crees que la población está al tanto de estas decisiones políticas o prevalece el discurso de campaña que habló de poner el país en orden y corregir el caos imperante también en la educación?

La política contemporánea es política, pero con más recursos y dispositivos que diversifican y complejizan las estrategias de control social. En las llamadas «guerras de quinta generación», el moldeado y control de la subjetividad es una clave estratégica del poder. En el caso de los medios, ese control no pasa exclusivamente por el armado de la grilla informativa, sino por algo que está por debajo de ella, que es el campo de valores con el que asignamos importancia política a los acontecimientos. Controlar la subjetividad es controlar el campo de fuerzas en disputa que hay en la sociedad.

¿Por qué nos preocupa más el déficit fiscal que el déficit habitacional? ¿Por qué nos quita el sueño mantener el grado inversor y no la calidad del agua que usamos para consumo humano? ¿Por qué es más importante una cosa que la otra? ¿Por qué tenemos tan aceptado que la pobreza y el desempleo son partes de las reglas de juego?

 

Fue, es y será clave, entonces, el rol de los medios.

Yo creo que la discrecionalidad del uso de la agenda informativa de los medios sirve para moldear la opinión pública, pero lo que hace aceptable o admisible tal o cual idea sobre la realidad no es un dato o una noticia en sí misma, sino ese campo de valores del que hablaba antes. El discurso del «se acabó el recreo» no es tal o cual noticia, no es una información ni un conjunto de datos. Es un campo de fuerza valorativo desde el cual generar sentido común y valorar las cosas que ocurrieron y las que van ocurriendo. Algo similar pasó con el discurso de «la crisis de la educación». No se trata de un enunciado o un conjunto de informaciones problematizadas bajo una pluralidad de argumentos y controversias. No, nada de eso. El discurso de la «crisis de la educación», más que una conclusión racional sobre un conjunto de proceso y condiciones, es un campo de valores que se fue internalizando hasta configurar una especie de diagnóstico nacional. Esa potencia llegó a tener. Tanto es así, que a nadie se le ocurría pensar que esa «crisis de la educación», así formulada, también podía incluir a la enseñanza privada. Sin embargo, a nadie se le ocurría, ni necesitaba, hacer esa aclaración, porque todos los participantes de ese diagnóstico sabían que cuando hablaban de «crisis de la educación» se estaban refiriendo solamente a la educación pública. Lamentablemente, ese discurso manipulado y manipulador de la crisis de la educación, contó también con mucho respaldo desde el progresismo, por ejemplo, cuando se empezó a abonar la idea de un cambio en el ADN de la educación. Tremendo disparate conceptual. Bueno, hasta tenemos un dirigente sindical haciendo el caldo gordo en Eduy21. Que hayan ganado ese campo de fuerza valorativo sobre los problemas que efectivamente registra el sistema educativo nos está saliendo carísimo, porque ahora vienen con mucho viento en la camiseta.

 

¿Hay una construcción ideológica de los medios que es funcional al poder?

En general y de un punto de vista estructural, los medios no son funcionales al poder, son parte de él. Los propietarios o grupos de propietarios de los principales medios son a su vez parte del 1% más rico de la sociedad y los medios, además de un negocio, son una forma de reproducir su visión del mundo. No sin tensiones y conflictos, porque los periodistas son trabajadores con oficio y con cabeza propia, pero en la línea larga de su actuación, los medios de comunicación establecidos no son instrumentos para la emancipación social. Por el contrario, son medios para la reproducción social.

En general, las principales corporaciones mediáticas son como la pastilla azul de la matrix. Y son muy eficientes en esa función. Por ejemplo, ¿qué información se convierte en noticia y cuál no? Esa selección es un dispositivo de censura tan sofisticado que tiende a pasar totalmente desapercibido. Hay mucha información socialmente relevante que nunca se convierte en noticia. Información que nunca estará en la palestra informativa. Es algo tan naturalizado que no se problematiza. ¿Cuánto tiempo hubiere sobrevivido la idea de la «crisis de la educación» si los medios mostraran el sinnúmero de experiencias positivas y hermosas que acontecen a diario en todos los centros educativos del país? ¿Por qué no es noticia el denuedo y el ingenio de las trabajadoras y trabajadores de la enseñanza para hacer posible el derecho a la educación de cientos de miles? ¿Cuántas veces se omite en el análisis de la «crisis de la educación», la correlación entre fracaso escolar y condiciones socioeconómicas de origen de los estudiantes que repiten o abandonan?

Esta pregunta no se hace en los medios. Al menos no de forma sistemática. ¿Por qué? Porque a mi entender esa pregunta revela que la llamada «crisis de la educación» tiene más de crisis social que de técnico pedagógica, sin por ello ignorar que también en ese universo de cosas hay mucho por hacer y no pocas autocríticas pendientes.

 

Hace años que los sindicatos vienen alertando sobre el proceso de privatización de la educación. ¿Cuál es la situación actual con el nuevo gobierno y qué riesgos representa ese proceso para el país?

Los procesos de privatización vienen atravesando la política nacional de manera sistemática. Hay cambios en la modalidad y la intensidad, dependiendo de los gobiernos, pero no hubo nunca un proceso de cuestionamiento fuerte y global a los mecanismos de acumulación por desposesión que implican las privatizaciones. Este es un problema estratégico en sentido fuerte. Algo que la izquierda dejó de discutir como cosa central de la política. Me arriesgo a decir que se dejó de discutir sobre el patrón de acumulación de las riquezas socialmente producidas, al mismo tiempo que se abandonó el debate diferenciador entre gobierno y poder. Es más, creo que una de las crisis actuales más profundas de la izquierda es la crisis de su propia reproducción ideológica. Mientras no se salga del corral de ramas de la realpolitik, la izquierda no recuperará un sentido histórico propio. Y este no es un problema táctico ni de oportunidad coyuntural, pero es un problema que veo recurrentemente en cada discusión táctica y de coyuntura. Y, ojo, esto no tiene nada que ver con tener o no el sentido de la oportunidad que la política requiere. Justificar el pragmatismo ideológico bajo el supuesto de la perspicacia práctica es un error tan grueso como confundir aserrín con pan rallado. Pero volviendo a lo particular de tu pregunta, creo que el actual gobierno tiene un componente mercadocéntrico muy potente. Es decir, son creyentes del mercado. El núcleo duro del gobierno es el herrerismo y por sus frutos los conocemos; representan una orientación abiertamente capitalista. Eso no significa que quieran un Estado débil o chico. No, para nada. Quieren un Estado fuerte, regulador y garantista, pero para sostener y favorecer la lógica mercantilista del capitalismo. Porque en América Latina no hay capitalismo que valga sin un Estado que lo subsidie. El problema central de las lógicas mercantilistas y las políticas privatizadoras es que profundizan la desigualdad social como alma que lleva el demonio. Y esto no es una cuestión meramente teórica, es la vida misma la que está en problemas.

 

¿El gobierno está ensañado con los sindicatos? ¿Crees que hay una persecución ideológica que apunta directamente a los trabajadores y las trabajadoras organizados?

Ni que tal vez. Pero hay elementos objetivos para afirmarlo. Desde que asumieron hasta la fecha, la bancada oficialista presentó al menos tres proyectos de ley para castigar la actividad sindical. Tres proyectos de ley en menos de un año para limitar la lucha sindical. Además está el artículo 392 de la LUC y el decreto 281/20 que lo reglamenta y que lo hace mucho peor de lo que ya era en el texto de la ley. Estamos hablando de normativa intervencionista, que impone condiciones desfavorables para que los trabajadores organizados puedan ejercer el contrapeso necesario para defender sus intereses de clase. No es este un tema menor. Es el uso del Estado y todo su aparato para limitar la acción y la lucha de los trabajadores para enfrentar las injusticias laborales y sociales. Yo no creo que en general no quieran que haya sindicatos. Capaz que la derecha más retrógrada sí, pero en general creo que quieren sindicatos dóciles, débiles y, sobre todo, corporativos. Pero no es solo por una cuestión ideológica, hay también una cuestión de necesidad histórica. Este gobierno viene a aplicar un ajuste muy profundo contra el pueblo. Una enorme transferencia de recursos de las grandes mayorías hacia el capital y el capital transnacional en particular. La política salarial y la política presupuestal son claros indicadores de este ajuste regresivo. La devaluación precipitada de marzo -equivalente a la de todo 2019, pero en un solo mes- y el decreto 90/20 fueron las primicias de lo que se venía. Y para 2021 tenemos la madre de todas las reformas expropiadoras, la reforma de la seguridad social. El gobierno sabe, que al final del día, la última valla de contención a su arremetida es el movimiento sindical.

 

¿La población conoce los contenidos de la LUC, sus alcances y lo que implica? Y en todo caso, ¿le importa a la ciudadanía la LUC?

No, no la conoce. Creo que muy poca gente la leyó íntegramente. Hoy en día pasar de los 280 caracteres es un prodigio de la perseverancia. Bueno, tenemos un presidente que dio como obvio que no era su obligación leer la Ley de Presupuesto. En fin, no podemos incidir políticamente a pesar de la realidad, sino con base en la realidad. La campaña contra la LUC va a poner en movimiento una de las funciones más lindas de la política -al menos para mí- que es la función pedagógica. Que no es la función del iluminado, portador de una verdad revelada, es la tarea del luchador social que habla de igual a igual de las cosas que tienen en común los que son iguales entre sí. Hay que recuperar con fuerza la política que se hace desde abajo. La política de la mujer y hombre del pueblo, que sabe caminar por los corredores de su propia gente y que hablando en su propio idioma explica las contradicciones de la lucha de clases. Creo que a las firmas se llega a cabalidad y en ese proceso hay que socializar con mucha eficacia los argumentos principales que ponen arriba de la mesa el carácter regresivo, injusto y antipopular de la LUC.

 

Desde las organizaciones sociales se sostiene que la LUC no dice una palabra de las verdaderas urgencias de la gente y que el gobierno prácticamente no ha hecho nada por las grandes mayorías de los sectores más vulnerables. Sin embargo, esos no son temas de debate en la agenda nacional y las encuestas dicen que la imagen del presidente Lacalle está en situación privilegiada. ¿Cómo se explica esto?

Las contradicciones de clase tienen sus propias piernas, caminan por sí solas. El desgaste del gobierno no va a venir de la ansiedad de un ejército de palabras, sino de la artillería de los hechos. Luego y al mismo tiempo tendrán que venir las palabras, para explicar y dar sentido a lo que los hechos no están contando. El desempleo, la rebaja de salarios, el encarecimiento general del costo de vida, el déficit habitacional, la agudización del deterioro de la convivencia que esa política antisocial produce, va a hablar y cada vez más fuerte. Ahí tenemos que estar para que los hechos valgan, las palabras expliquen y las luchas se organicen y avancen. Porque sin luchas no hay victorias. Respecto al presidente, hoy por hoy no tiene una mala imagen pero no es mi objetivo que la tenga. No es un objetivo en sí mismo para mí. Mi objetivo es generar conciencia de clase junto a mi pueblo. Un pueblo con conciencia de clase es dueño de su destino. Ese sí es un objetivo por el que vale la pena desgastarse y arar en el mar, si es que hiciera falta.

 

Eres de los que entendía que había que ir por la derogación total de la LUC, pero finalmente se irá contra 133 artículos. ¿Cómo crees que el movimiento sindical y las organizaciones sociales deberán hablarle y explicarle a la ciudadanía en la campaña por el referéndum las razones para firmar primero y votar después?

Soy un hombre que cree que la unidad en la diversidad es estratégica para el movimiento sindical. Por eso estoy comprometido con defender el carácter de convención de nuestro movimiento sindical. Si circunstancialmente no logré convencer al resto de mis compañeros y compañeras de que la táctica adecuada era ir contra toda la LUC y no contra una delimitación de su articulado, será porque nos faltó militar más y mejor para lograrlo. Espero con mucha convicción que todos los compañeros y compañeras actúen así siempre. A mi entender, ir contra toda la LUC era necesario porque la oposición a esta megaley no es un tema técnico, sino eminentemente político. Además era muy importante preservar y fortalecer la unidad social del pueblo y del instrumento que hoy tiene el pueblo para defenderse de forma organizada, que es la Intersocial. Creo, a su vez, que perdimos muchos meses discutiendo mal, con mucha improvisación. No digo esto porque sea dueño de ninguna verdad, sino porque la crítica y la autocrítica son nuestra escuela de militancia. Hubo muchos errores en el proceso de definición. Ahora bien, llegados a este punto debemos aprestar todas nuestras fuerzas para juntar las firmas y habilitar el mecanismo de democracia directa para que la gente resuelva lo que el gobierno impuso de forma compulsiva. En ese marco, creo que la campaña contra la LUC debe tener dos costados argumentativos: por un lado dar las razones y explicaciones del carácter regresivo, injusto y antipopular de los artículos que se llevan a consulta. Pero el costado más importante en perspectiva es insertar la LUC dentro de la crítica al ajuste contra los trabajadores y el pueblo. Evidenciar la conexión de la LUC con el desempleo, la rebaja salarial, los recortes presupuestales y la expropiación de derechos que se vienen con la reforma de la seguridad social. Como dije antes, el rechazo a la LUC y la campaña por su derogación no es un asunto técnico; por el contrario, se trata de poner en discusión un asunto esencialmente político: ¿en qué tipo de sociedad queremos vivir? Y contrastar eso con el tipo de sociedad que nos ofrece el rumbo del gobierno.

 

¿Cuánto inciden en este contexto los embates del odio que atraviesa buena parte del mundo, el continente y también aquí en nuestro país?

Los sentimientos son precognitivos. Antes de pensar racionalmente, sentimos. Sentir es fácil y manipular los sentimientos es una de las tecnologías más viejas y más demagógicas de las políticas de la dominación. No hay nada nuevo que los odres en que viajan los mismos venenos de siempre. El odio es una explicación sencilla para un problema racionalmente complejo. Y esa es una droga con gran poder de adicción. Odio al distinto para afirmar mi propia «esencia» es un mecanismo tan ridículo como eficaz, ya que al mismo tiempo que ofrecen esa salvación de la verdad propia, justifica lo peor de la violencia del sistema capitalista. Entonces la causa del desempleo no es la desigualdad social, sino los inmigrantes, entonces la causa del problema de la pobreza no es la distribución injusta de las riquezas, sino los sindicatos que reclaman contra las empresas, entonces la inestabilidad social no tiene que ver con el mantenimiento de ciertos privilegios, sino con los derechos de los homosexuales o las luchas de las mujeres. Detrás del odio siempre hay una ideología reaccionaria. Nuestro rol no es impedir que haya ideólogos del odio porque eso sería imposible, nuestro rol es que nadie los escuche y eso no solo es posible, sino imprescindible.

 

Hace pocos días un senador de la República se pronunció a favor del perdón incluso a los criminales nazis. ¿Cómo hay que leer estos pronunciamientos?

Más allá de la genealogía cristiana del perdón, soy de los que creen que perdonar es un acto de amor y de curación. Pero perdonar sale caro. Porque el perdón, para que sea auténtico tiene que ser antes una experiencia del dolor, del desgarro. No se puede perdonar sin antes haber sufrido. El perdón tiene como aspecto positivo que te descentra del «yo». Perdonar es darse cuenta que no solo es el «yo» lo que cuenta. Pero esa renuncia que el perdón implica debe estar justificada éticamente. Y éticamente no puedo justificar la aberración, el asesinato en masa, el terrorismo de Estado, la crueldad sin límites de la banalidad del mal. Saliendo de su origen cristiano, el perdón nunca es una decisión estrictamente personal. No es -estrictamente hablando- una decisión encerrada en uno mismo. Por el contrario, siempre implica una relación con una alteridad. Con alguien o algo que no soy yo. Entonces el acto de perdonar no solo habla de mí, sino del mundo. Del mundo que tenemos y del mundo que queremos. Es allí donde el perdón se conecta con la política y con las fuerzas morales. Entonces querer pasar un acto amoroso como el acto de perdonar como un acto de justificación de la violencia descarnada del poder es algo que no debemos permitir. Eso es hacerle mucho daño a la idea del perdón y al derecho de la humanidad y de las víctimas a la justicia. Eso es lo que pienso.

 

¿Cómo se habla en clave de futuro y esperanza en estos tiempos? ¿Qué les dices a las nuevas generaciones sobre lo que vendrá y lo que hay que construir?

Si la revolución no enamora, se queda sola. Hay una dimensión utópica que es constitutiva de una forma de hacer política que hay que recuperar y recrear con urgencia. Lo mejor está por venir y es un mundo sin explotados ni explotadores, sin destrucción salvaje del planeta, sin «antropofagias» de ningún tipo. No significa esto perder un milímetro de rigurosidad y cientificidad para discutir el programa y la perspectiva, pero sin fuego en el alma no hay músculo ni voluntad que se pongan en movimiento. Lo que le digo es lo que mis torpes palabras me permiten y el ejemplo de mis acciones puede llegar a aportar. Con la modestia de saber que solo soy parte de una tradición de hombres y mujeres que siendo mucho mejores que yo, me dejan estar a su lado en esa lucha y que el premio no es el éxito, sino la dignidad.

 

Pensando en perspectiva histórica y también atendiendo los cambios que se están procesando en Chile, Bolivia, Argentina, Brasil, ¿la lucha paga?

Todos los que ganaron primero perdieron. La lucha siempre paga. Incluso en la derrota. No hay victoria popular que no haya estado precedida de derrotas, gigantescas en algunos casos. No hay registro en la historia que refute tal cosa. No quiero poetizar las derrotas. Quiero dejar claro que aunque sepas que puedes perder, no debes dejar de luchar, porque solo hay victoria en la lucha.

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