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Sin escrúpulos

Por Leandro Grille.

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Como se temía, el proyecto de ley de presupuesto presentado por el gobierno impone un ajuste fenomenal de las cuentas del Estado que se añade al ajuste estructural que se encuentra en marcha desde el mismísimo 1º de marzo. Es un presupuesto ideológico, fiscalista, caracterizado por el recorte y sin ninguna innovación programática dirigida a atender el descalabro social producido por este año catastrófico, signado por la peste.

El articulado neoliberal apenas introduce algunas variaciones al alza determinadas por acuerdos inconfesables para mantener funcionando la coalición multicolor, como el incremento del número de oficiales de alto rango en las Fuerzas Armadas o el incremento de salarios de jerarcas de entes y ministerios, pero su diseño general responde a una filosofía inclemente de la restricción, como cabía esperarse de su factótum, Isaac Alfie, un probado fanático del corte grueso.

Hasta aquí nada nos puede sorprender. Como mucho, impresiona el maltrato a la Universidad de la República, a la que discriminan especialmente, impidiéndole recibir donaciones, complicándole la ejecución de recursos al privarle de la posibilidad de transponer recursos entre rubros o de un año al otro, prohibiéndole convertir recursos a unidades indexadas y otorgándole la suma redonda de cero peso para los próximos cinco años, de tal modo que la propia dinámica de la economía va a ir contrayendo su capacidad de compra minuto a minuto, sin que el Estado atine a ninguna compensación reparatoria.

Ahora bien, la propagada que rodea la presentación de este verdadero proyecto de la privación es indignante y es reveladora de una real malicia. El caso del Ministerio de Desarrollo Social es elocuente. Leído en detalle, el presupuesto asignado al Mides importa una reducción de la dotación de recursos a esa cartera; sin embargo, las propias autoridades del ministerio afirman que el monto asignado al Mides se duplica, sin aclarar que dicha supuesta duplicación surge de una triquiñuela contable, por la cual el dinero que corresponde a las asignaciones familiares que pagaba al BPS se trasladan mediante un artículo de la ley al inciso que corresponde al ministerio, inflando de este modo el presupuesto de la cartera de Desarrollo, pero sin modificar en nada el dinero que se destinaba a esta política de transferencia. Con esta engañifa querían hacerle creer a la sociedad que duplicaban el presupuesto de políticas sociales, cuando en realidad lo único que hicieron fue trasladar un mismo programa de un ente (el BPS) al Mides, sin asignar ningún monto adicional a este programa tan relevante, sobre todo en un contexto alarmante de pérdida de empleo y aumento de pobreza y pobreza extrema.

Hago hincapié en el caso del Ministerio de Desarrollo Social, donde el presupuesto no solo no aumenta, sino que disminuye, pese a que todos los indicadores sociales se están desmoronando y esta secretaría de Estado es más necesaria que nunca porque es demostrativa de la catadura ya no política, sino moral de las autoridades. Mentir así, intentar engañar a la población con un dibujo contable, para presentarse como benefactores, cuando lo que están haciendo, en rigor, es sacarles dinero a los programas de asistencia social -y aumentarles el salario a los jerarcas y otros incorporados- exhibe una falta de escrúpulos general y concertada que publicitan con hipocresía rampante.

La lectura fina del proyecto va a deparar más cangrejos debajo de las piedras, rubro por rubro y artículo por artículo; los casos que he citado sumariamente nos previenen del tipo de inspección que hay que realizar: hay que leer el proyecto buscando trampas, escudriñando en las planillas como un arqueólogo del mal, porque es un proyecto con intenciones aviesas, peores que las que surgen de sus pasajes literales. Lo que aparece como un modesto avance, cuando se integra toda la información dispersa en la propuesta presupuestal puede ser un retroceso y lo que parece un retroceso en su análisis inmediato puede ocultar una verdadera demolición.

Es un presupuesto para leer con la alerta de un paranoico, a la defensiva, porque efectivamente el proyecto se prodiga en ataques y persecuciones, veladas o explícitas, y no siempre fáciles de discernir. Es hora de admitir que nos gobierna un grupo de tareas del neoliberalismo, coaligados, reunidos para la venganza y dispuestos a destruir el Estado social que creció al amparo de los gobiernos progresistas y el legado batllista. Habrá que resistir en la calle y en el Parlamento. En paz, pero con firmeza. De otro modo, nos van a atropellar con la topadora de las manos de yeso, mientras los grandes medios aplauden o miran para otro lado.

 

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