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Siria, Rusia y China: Las guerras falsas y los desastres reales del Sr. Trump

Hace dos semanas, Donald Trump anunció que se retiraba de Siria, pero ante la presión militar debió ordenar una “operación militar quirúrgica” junto con Gran Bretaña y Francia, de la que enteró previamente a su amigo Vladimir Putin, “el único soviético que ganó una elección norteamericana”, al decir de Paul Krugman.

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Esta fake war sirve para distraer a Estados Unidos de los procesos que llevan a Donald Trump al destino de Richard Nixon. Más reales son sus desastres económicos: el inmenso agujero fiscal de su reforma para los muy ricos y una loca guerra comercial que terminará con su humillación ante China. Lo abandonó nada menos que Paul Ryan, acaso el halcón más temible de los republicanos. Progresa la investigación del fiscal Robert Mueller. La hora final se acerca. La verdad está detrás, pero es posible atisbarla. En el inolvidable film Lo que queda del día, de James Ivory, el frustrado romance entre un mayordomo y una ama de llaves tiene como trasfondo los renuncios de una aristocracia inglesa temerosa o admiradora del nazismo, que facilita su arrollador avance en Europa. En la celebrada serie El cuento de la criada (basada en la distopía de Margaret Atwood), la situación de las mujeres, sometidas a un estado prefeudal, tiene sustento en una dictadura teocrática impuesta en Estados Unidos (EEUU), donde los disidentes son colgados en los muros de las universidades destruidas, con especial destaque de los que habían recibido el premio Nobel. ¿No hay acaso gente que desearía que eso fuera verdad? La realidad profunda, la que explica los hechos, está detrás de lo que vemos, sobre todo en esta tumultuosa “era de la información”, que ha pasado a ser la “era de las fake news” (noticias inventadas para distraer), que se da en una “sociedad líquida” (disolución de valores y de la democracia, de los que habló Zygmunt Bauman), regida por el capitalismo salvaje, la destrucción de las ideologías progresistas y un irresistible avance de los movimientos autoritarios, similares a los que se impusieron en la década del 30 del siglo pasado. La guerra puede ser un instrumento mentiroso que oculte otra verdad. Eso es lo que parece haber ocurrido con el reciente bombardeo de EEUU, Gran Bretaña y Francia a Siria, sin perjuicio de su realidad intrínseca.   El escenario real EEUU pierde pie en todos los escenarios reales de poder del mundo desde la asunción de Donald Trump, a quien se puede temer, pero no respetar, y que además aleja a la Unión de todos los valores positivos que pudo encarnar para el mundo. Reiteramos que sus principales adversarios, a la luz de esta realidad, están en las fuerzas armadas, la “comunidad de inteligencia” y los medios de prensa. En materia de política internacional, es sabido que Trump cambió el eje central, que reposaba desde 2009 en su alianza integral con China Popular (tantas veces descrita en Caras y Caretas), por un enfrentamiento acaso superior al de la Guerra Fría, ya que involucra una “guerra comercial”, en tanto es evidente su acercamiento a la Federación Rusa de Vladimir Putin, heredero de la URSS, el enemigo histórico de EEUU. Henry Kissinger, el forjador del eje EEUU-China, guarda silencio, pero la opinión del principal geoestratega que hoy tiene la Unión (votante de Hillary Clinton) no puede ser otra que una profunda furia. Kissinger integra el riñón del poder estratégico, militar y económico de EEUU desde principios de la década del 60 y su influencia en dichos medios es inmensa. Los economistas serios de EEUU saben que la reforma fiscal impulsada por Trump disminuirá el poder de compra de las clases medias y bajas y aumentará la desigualdad (lo acaba de afirmar el FMI a través de su economista jefe, Maurice Obstfeld); y provocará un enorme agujero fiscal. Saben también que la “guerra de aranceles” declarada a China Popular -que espera recuperar US$ 60.000 millones- provocará retaliaciones comerciales por más de US$ 120.000 millones y que Beijing golpee a los sectores rurales que votaron a Trump y que podrían votarlo en 2020, ya que los productos que se destacan en las primeras listas aplican sobre la carne de cerdo, frutas, jugos y vinos. Según El País de Madrid, “la agricultura generó más de 19.000 millones en exportaciones hacia China en 2017, con 12.360 millones sólo en soja. La segunda mayor partida son aviones comerciales, con 16.260 millones, seguida por los automóviles, con 10.500 millones”. Señala que EEUU tuvo un déficit comercial con China de US$ 375.200 millones en 2017, sobre un total de importaciones a dicha nación de US$ 505.600 millones. China impugna el déficit declarado por Trump, pero es muy claro que subiendo aranceles no se resuelve ningún desequilibrio, sino que, por el contrario, se afecta el comercio, que involucra millones de empleos, pero por sobre todas las cosas afecta el corazón de una alianza en la cual EEUU compraba sin tasa ni medida al gigante asiático, que con su superávit adquiría, a su vez, bonos del Tesoro de la Unión. Sobre ese equilibrio, que obviamente se transmitía a la esfera militar, reposó la salida de la Gran Recesión 2007-2010 -que pudo haber sido mucho más grave que la Gran Depresión de 1929, causada por la falta de regulaciones bursátiles y financieras-, para luego consolidarse la “austeridad” de los republicanos y derechistas europeos. Había un “orden mundial”, que hoy no existe. Seguramente el consejo de los “cuerpos estables” de la Secretaría de Comercio haya incidido en que el 11 de abril, en un giro copernicano, Trump haya pedido que se evaluara el reingreso a las negociaciones del TPP (hoy TPP-11), que llevan adelante Canadá, Japón, Australia, México, Perú, Chile, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Malasia y Brunéi. Estos países prefirieron seguir sus negociaciones sin EEUU, lo cual habla de su desconfianza en la estabilidad de su presidente. Pero la principal amenaza que se cierne sobre Donald Trump no es su incompetencia, ni sus modales, ni su falta de preparación para ejercer la presidencia, ni siquiera “la no distinción entre el interés público y el privado” (a la que hizo referencia un prestigioso expresidente del Banco Central del Uruguay), sino las investigaciones que lleva adelante el fiscal especial Robert Mueller (un republicano de pura cepa e intachable currículum, graduado en Princeton, veterano de Vietnam) sobre la llamada “trama rusa”, la presunta intervensión msiva de Rusia en las eleciones presidenciales estadounidenses de 2016, que dieron la victoria a Donald Trump. Mueller fue director del FBI entre 2001 y 2013, fecha en que fue sucedido por James Comey, que fue despedido destempladamente en mayo de 2017 por Trump, que lo había confirmado en enero. En el curso de su investigación, Mueller presentó acusaciones contra el director de campaña de Trump, Paul Manafort , y Rick Gates , de su entorno íntimo, por 12 cargos que incluyen conspiración para lavar dinero, violaciones de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros como agente no registrado de un director extranjero, declaraciones falsas y conspiración contra EEUU. También llegó a un acuerdo con el exasesor de seguridad nacional de Trump, Michael T. Flynn , quien se declaró culpable de dar falso testimonio al FBI  sobre sus contactos con el embajador ruso Sergey Kislak . Flynn está listo para testificar que altos funcionarios del equipo de Trump lo dirigieron a contactarse con agentes rusos. The Washington Post  informó que la oficina de Mueller también está investigando personalmente al presidente Trump por posible obstrucción a la Justicia, el cargo que terminó con la presidencia de Richard Nixon. Otro asunto particularmente irritante que afecta a Trump (doblemente molesto en estos tiempos) es que tres mujeres de gran belleza y mucho menores que él han formulado graves acusaciones en su contra. Summer Zervos, exconcursante del programa The Apprentice, afirma que el mandatario habría abusado sexualmente de ella en 2007. Karen McDougal, exmodelo de Playboy, afirma que tuvo una aventura sexual con Trump entre 2006 y 2007, pero su historia fue silenciada, ya que el National Enquirer, publicación cercana a Trump, le compró su historia por US$ 150.000 dólares, para “enterrarla”. McDougal acaba de contar su historia en TV narrando detalles escabrosos y pidiendo disculpas a la primera dama, ya que la relación tuvo lugar a un año de su matrimonio. En tercer lugar, la exactriz porno Stormy Daniels afirma que sufrió abuso sexual, amenazas de Trump y que posee un cd con imágenes de la relación. Los planteos judiciales de las tres, en caso de seguir siendo negados por el presidente de EEUU, pueden terminar con una acusación de perjurio y comienzo del impeachment, como ocurrió con Bill Clinton, instancia que no derrocó al referido mandatario ya que se refería a actos consentidos. Mientras esto ocurre, y el fiscal especial sigue trabajando en silencio, James Comey, su sucesor en la dirección del FBI, despedido por Trump, publicó un libro titulado A higher loyalty: truth, lies and leadership (Lealtad mayor: verdad, mentiras y liderazgo), que fue resumido por el prestigioso diario londinense The Guardian, y se convirtió inmediatamente en best-seller. Comey, también un respetado abogado republicano, afirma cosas como: “Cuando me encontré empujado a la órbita de Trump, tuve recuerdos de mi carrera anterior como fiscal contra la mafia. El círculo silencioso de asentimiento. El jefe en completo control. Los juramentos de lealtad. La cosmovisión de nosotros contra ellos. La mentira sobre todas las cosas, grandes y pequeñas, al servicio de algún código de lealtad que pone a la organización por encima de la moralidad y la verdad”. Comey acusa a Trump de “falta de ética y egocentrismo” y lo señala como un “mentiroso congénito, vacío de emociones y desligado de la verdad”. Tras reiterar sus declaraciones ante el Congreso relativas a posibles obstrucciones a la Justicia, Comey afirma: “No creo que él esté médicamente incapacitado para ser presidente. Creo que está moralmente incapacitado para ser presidente”. También señaló en entrevista a la cadena ABC que Trump “habla de las mujeres y las trata como si fueran pedazos de carne”, y dijo además que el presidente “miente constantemente sobre asuntos grandes y pequeños”. El presidente respondió con su habitual estilo virulento y completamente falto de educación. Afirmó que “James Comey es un filtrador y un mentiroso. Prácticamente todo el mundo en Washington pensaba que debía ser despedido por el trabajo que hizo. Filtró información clasificada, por lo que debería ser perseguido. Mintió al Congreso bajo juramento. Es débil y una bola de baba mentirosa que fue, como el tiempo ha demostrado, un terrible director del FBI. Su gestión del caso de ‘la corrupta’ Hillary y los acontecimientos que lo rodearon serán conocidos como uno de los peores fracasos de la historia. ¡Fue un gran honor para mí despedir a James Comey!”, dijo a través de Twitter. Mientras esto ocurre, el fiscal Mueller procesó o alcanzó acuerdos de declaración de culpabilidad con 19 personas, incluidos cuatro exasesores de campaña de Trump, además de varias empresas rusas. Esta es la realidad profunda que seguramente tuvo consecuencias internacionales porque el método de Trump es tapar sus problemas con hechos extraordinarios, por más negativos y peligrosos que puedan ser.   El “ataque quirúrgico” a Siria En fecha tan cercana como el 29 de marzo, Donald Trump, prosiguiendo su luna de miel con Vladimir Putin, anunció que retiraba las tropas norteamericanas de Siria (zona de influencia de la Federación Rusa en Oriente Próximo), en consonancia con declaraciones del secretario de Defensa, el general James Mattis (apodado cariñosamente Mad dog -Perro loco o Perro rabioso-), quien afirmó que un ataque a dicho país podría desatar una escalada fuera de control debido a la presencia e intereses claves de Irán, Rusia y Turquía. Naturalmente, la retirada de Siria, que parecía otro renuncio ante Putin, fue impugnada por gran número de altos oficiales retirados e incluso por académicos que publicaron artículos advirtiendo sobre lo peligroso de la decisión. Pero Trump había hablado. El 7 de abril, en el curso de ese inenarrable escenario que es Oriente Próximo, se anunció que Siria había realizado un ataque con armas químicas en la ciudad de Duma, lo cual es negado por Bashar al Assad y Rusia. El 10 de abril, el FBI retiró documentación del despacho del abogado de Donald Trump, Michael Cohen, que probaría el pago de sobornos a las acusadoras del presidente para comprar su silencio. Varios observadores señalan que esta circunstancia habría decidido a Trump a fabricar una gran fake news para distraer a la opinión pública. El 14 de abril, desde buques de guerra y aviones de EEUU, Gran Bretaña y Francia se lanzaron 103 misiles (mayoritariamente Tomahawks) sobre centros de fabricación de armas químicas en territorio sirio. El presidente no consultó al Congreso sobre la acción militar (lo cual produjo la furia de demócratas y republicanos), pero sí la anticipó telefónicamente a Vladimir Putin, a fin de resguardar las instalaciones y el personal ruso. Esto es poco comparado con las dos largas conversaciones que Emmanuel Macron (le petit Napo, como le llaman los periódicos satíricos de Francia) mantuvo con el líder ruso, al que nadie quiere enojar. Trump declaró que se trató de una acción “quirúrgica” (es decir, de extremada precisión) destinada a combatir la producción de armas químicas, pero los memoriosos recuerdan que en 2013 Trump tuiteó al entonces presidente Obama: “Me dirijo a nuestro loco líder: no ataques Siria. De esta lucha, ¡EEUU no obtendrá nada!”. El ataque duró menos de 70 minutos y no produjo víctimas, solamente tres heridos. Ninguna instalación ni soldado ruso se vio afectado. Por otra parte, fuentes rusas y sirias afirmaron que las baterías de este país, de fabricación rusa, destruyeron 71 de los 103 misiles. La fake war sería un fiasco total, es decir, un éxito completo, ya que también generaría un buen gasto en fines militares, y todas las partes quedaron contentas y con su orgullo a salvo. El más exultante fue el propio Donald Trump, que repitió (no olvidemos los escándalos que lo envuelven y la cercanía de las elecciones parlamentarias) la frase “misión cumplida”, famosa por haber sido pronunciada por George W. Bush, vestido ridículamente de soldado, en ocasión de la guerra de Irak, que luego se transformó en una vergüenza histórica. Trump también se dio el lujo de “amonestar” a sus “adversarios”: “A Irán y a Rusia, les pregunto: ¿qué clase de nación quiere ser asociada al asesinato masivo de hombres, mujeres y niños inocentes? Ninguna nación puede tener éxito a largo plazo promoviendo Estados fallidos, tiranos brutales y dictadores asesinos. Rusia debe decidir si prosigue por la senda oscura o si va a sumarse a las naciones civilizadas como una fuerza de estabilidad y paz. Ojalá algún día podamos ir con Rusia, e incluso con Irán”. Más cariñoso aun, luego del bombardeo envió un mensaje directo a Putin: “Nuestra relación con Rusia está ahora peor que nunca, y esto incluye a la Guerra Fría. No hay razón para ello. Rusia nos necesita para que ayudemos a su economía, algo que sería muy fácil de hacer, y necesitamos a todas las naciones trabajando juntas. ¿Ponemos fin a la carrera de armas?”. ¿Alguien puede decir lo que pasa por la mente de este hombre, que conduce la superpotencia militar más importante de la historia?   Baja importante y reprimenda del FMI En una jugada política cuya finalidad aún no se conoce, Paul Ryan, el ultraconservador presidente republicano de la Cámara de Representantes, anunció que no se presentará a la reelección en las elecciones legislativas de noviembre próximo, para “dedicar más tiempo a su familia”. Parece muy difícil que Ryan, de 48 años, representante por Wisconsin, ex Tea Party, a quien Krugman ha dedicado varios artículos para denostar su conservadurismo económico y su feroz ambición política, haya abandonado definitivamente su carrera política. Todo indica que se trata de un cálculo político para apartarse definitivamente de Donald Trump, a quien ha estado “pegado” durante todo este tiempo. Ryan había apoyado la reforma fiscal del presidente, pero se opuso al proteccionismo y la guerra comercial con China. De ser solamente un alejamiento temporario, el gesto evidenciaría el tremendo desgaste o anticiparía el cercano fin de la presidencia de Trump, envuelto en toda suerte de escándalos y, sobre todo, epicentro de la “trama rusa”, investigada por el implacable fiscal Mueller. En la jornada de apertura de la “Asamblea Conjunta de Primavera” que celebran el FMI y el Banco Mundial, el economista jefe y “hombre fuerte” del BID, Maurice Obstfeld (un integrante de la “barra del MIT”, ya citado en Caras y Caretas), sorprendió al mundo al cuestionar las políticas que lleva adelante el gobierno ultraconservador de Trump. Obstfeld criticó la reforma fiscal (que aumenta el peligro fiscal y “agravará la desigualdad”) y la “guerra comercial” entre potencias. Si bien se espera que la economía global crezca 3,9% en 2018 y 2019, y EEUU lo haga 2,9% este año, la rebaja fiscal (la mayor en 30 años, sólo comparable a la de Ronald Reagan) provocará efectos indeseados en la distribución de la riqueza. “Se espera que los cambios en la política impositiva en EEUU agraven la polarización de los ingresos, lo que podría afectar el clima político en las opciones políticas de futuro”, manifestó. También criticó la “guerra comercial”: “Que grandes economías estén flirteando con una guerra comercial en un momento de amplia expansión económica puede parecer paradójico, sobre todo cuando esa expansión depende tanto de la inversión y el comercio”, dijo Obstfeld. El FMI afirmó que la mayor parte del déficit en cuenta corriente de EEUU se debe a que el gasto supera el ingreso total. Por tal motivo, según Obstfeld, el déficit por cuenta corriente crecerá con la reforma fiscal US$ 150.000 millones en 2019. También afirmó que en los riesgos globales figura “la ralentización de China, que proseguirá tan pronto como se reduzcan los estímulos fiscales y el crecimiento crediticio”. El FMI de Maurice Obstfeld, que aún no ha llegado a América Latina, critica abiertamente las posiciones conservadoras no keynesianas en EEUU, Europa y Asia, “reclama a los gobiernos que potencien un crecimiento más inclusivo” y “advierte sobre el endurecimiento de las condiciones financieras, con tasas de interés más altas y restricciones crediticias”. Quién iba a decirlo.    

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