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Siria y la multiplicación de la mentira

Por Rafael Bayce.

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A través de muchas columnas en Caras y Caretas, hemos denunciado la básica falsedad del mundo que la gente cree como existente y real, y sobre el equivocado balance moral que se forma acerca de personas, instituciones y países. En la progresiva invasión de esa falsedad han influido decisivamente la globalización de las comunicaciones y de la información, complementada por la creciente conciencia de los países y corporaciones dominantes y hegemónicos, que nutren esa desinformación y esa hipercomunicación acerca de que la hegemonía sobre el sentido común y la opinión pública son la garantía de las votaciones y de las posturas públicas en general. ¡Vaya que tenía razón Gramsci hace 100 años! A este estado de cosas se le agrega la multiplicación y simplificación dramatizadas de esos errores por las redes sociales. No hay mejor ejemplo de todo esto que la organización y difusión de las noticias acerca de la situación bélica y política en Siria, país árabe particularmente bien sucedido en lo económico, especialmente rico en su suelo y territorio, singularmente ubicado geográficamente desde varios ángulos estratégicos y sujeto de una evolución cultural, política y religiosa tan interesante como pasible de duras críticas y oposiciones. Es por todo ello -de lo que hemos dado cuenta en otras columnas- que la gran mentira oficial global sobre lo que ocurre en Siria y los sujetos actuantes en ella adquiere dimensiones paradigmáticas.   Pimera gran mentira: el ataque químico La acusación, pública e internacionalmente difundida de un ataque químico, no probada, impuesta como alucinación colectiva hiperreal, o sea, de irreal realidad construida (Le Bon, Baudrillard), fue luego seguida de un ataque tan injustificado como ilegal. Por lo tanto, lo generado es una irrealidad que tiene consecuencias mayores que la realidad a la que se impone como hiperrealidad, volviéndose así una irrealidad plenamente devenida real por sus consecuencias (Thomas). Si se analiza lo sucedido con un poco de inteligencia, se comprobará fácilmente que no tiene sentido que Siria lo haya hecho, y en cambio sí tiene pleno sentido -y antecedentes- que sus acusadores hayan sido los más probables atacantes químicos (Weber). Todo esto nos informa del lugar realmente secundario que la legalidad tiene frente a la fuerza en el mundo actual; no tan diferente del que tuvo en el pasado pese a la paulatina imposición de una paz civilizatoria a través de los siglos; paz y legalidad que reinan mientras las papas no quemen (Elias, Harari). Y, por último, nos proporciona un buen síntoma del uso estratégico de la provocación que los más fuertes hacen para movilizar surtos emocionales de ataque por parte de los provocados que pueda legitimar, ahora sí, el uso de fuerza; de lo contrario, no disfrutarían de coartadas para manifestar su sadismo y su odio. Los maestros sádicos de la provocación, ejemplares, son los israelíes en Palestina (Peteet).   Sin pruebas de ataque químico Como tan bien ha señalado, y con máxima claridad, el canciller ruso Lavrov, no ha habido pruebas científicas -químicas, toxicológicas, médicas- de la ocurrencia de un ataque químico de autoría gubernamental siria en el este de Duma el 7 de abril de 2018. Los especialistas inmediatamente consultados afirmaron que los documentos fotográficos y los testimonios no eran suficientes como para afirmar la existencia ni el origen de dicho ataque; que era necesario ir inmediatamente al terreno y recoger muestras en ropa y objetos, analizar a la gente afectada y enviar las muestras a Europa para su análisis científico. ¿Por qué no esperar entonces unos pocos días el fallo desde la visita de los científicos de ONU? Sugestivamente, el 14 de abril aterrizaría en suelo sirio una delegación de la investigadora internacional del Comité Científico de Naciones Unidas para evaluar la existencia o no de un ataque y su posible autoría en caso positivo. Pues bien, casualmente unas pocas horas antes, en la madrugada previa a la mañana en que llegarían los científicos, los antiguos aliados para el bien, hace años convertidos en aliados para el mal -Estados Unidos, Reino Unido y Francia-, atacaron para convertir la irrealidad en realidad y aprovechar la hegemónica alucinación mediática producida en realidad a futuro. ¿No podían esperar a que en ese día recogieran los elementos necesarios como para analizar científicamente realidad o no y autoría de los ataques? El apuro aliado es altamente sospechoso, casi una semiplena prueba de culpabilidad. Como sucedió en la guerra desatada contra Irak, supuestas pruebas de ataques químicos, no exhibidas ni científicamente legitimadas internacionalmente, se vuelven legitimidad alegada de invasión, aunque luego la real carencia de pruebas movió a justificar el ataque en un error de información de inteligencia. ¿Pasará lo mismo cuando todo se haya consumado? ¿Seguirán riéndose da la legalidad interna en sus países los civilizados occidentales? ¿Seguirán carcajeándose de las resoluciones internacionales y de las Naciones Unidas para sus acciones? En ninguno de los tres casos se siguieron los pasos y consultas legales intranacionales -consultas al Legislativo- ni internacionales -autorización de Naciones Unidas luego de prueba científica- para autorizar el ataque de misiles. Max Weber decía que un orden jurídico que no disponga de medios para imponerse, si fuera necesario por la fuerza, sobre las acciones de sus miembros, no merecería llamarse de tal. Si esto fuera así, ¿tenemos orden jurídico internacional si Estados Unidos e Israel, y los aliados que los secunden, pueden eludir sus derechos internos y el internacional sin sufrir como consecuencia de ello sanciones económicas o consecuencias bélicas? Entretanto, y sumando confusión, Estados Unidos y Francia han afirmado disponer de pruebas del ataque sirio, pero no han aceptado compartir esas alegadas evidencias con la comunidad política y científica mundial, síntoma también altamente sospechoso. ¿Por qué no compartir las evidencias sin son tales y su difusión sería un gran sustento para cualquier posible intento de intervención en el asunto? En el caso de Francia, ha anunciado un tipo de evidencia que los especialistas han tildado de insuficientemente (fotos de helicópteros supuestamente lanzando tóxicos) y han agregado como prueba el supuesto historial sirio como agresor, argumento lógicamente débil, sin valor probatorio demostrativo. No exhibir supuestas pruebas e intervenir exactamente antes de que se recogieran pruebas científicas y políticamente válidas, ¿no es una causa fuerte de sospecha de culpabilidad y autoritarismo metalegal por parte de países históricamente responsables por ataques sin sustento técnico ni legal intranacional ni internacional? Elementales consideraciones permiten invertir las hipótesis de autoría de los ataques químicos, ahora reforzados por un ataque de la tríada del mal occidental para obviar el análisis científico de los pseudoataques químicos. Mientras tanto, la acumulación icónica de desinformaciones en la hipercomunicación global, empeorada por la dramatización simplificada de las redes sociales, puede sustentar alucinaciones colectivas hiperreales que superen la manifiesta irrealidad e ilógica de sospechas, argumentaciones y decisiones. Es ilógico e improbable, por ejemplo, que un gobierno como el sirio, que desde los dos últimos años ha ido recuperando el territorio soberano bajo su mandato democráticamente obtenido, cometa el grave error de usar armas químicas para entorpecer una recuperación aparentemente imparable con medios bélicos convencionales. Por el contrario, sería muy lógico y probable que fracciones y países antisirios hubieran fingido ataques químicos sirios, justamente para motivar una intervención que enlenteciera o disminuyera la recuperación del territorio subversivamente ocupado por diferentes clases de subversivos nacionales e internacionales que acosan desde hace años la legalidad de la soberanía siria y de su gobierno. Casualmente, cada vez que arrecia la recuperación siria de su territorio frente a esa multitud de actores subversivos nacionales e internacionales, aparece alguna denuncia de ofensa a derechos humanos o ataques químicos. Aquí, los organismos internacionales secundan a los poderes fácticos; y los titulares e imágenes elegidas por los globalizados medios internacionales -multiplicados por las redes- borran icónica y seductoramente toda la convicción contraria que sea aportada por la lógica racional de la persuasión. Borran el pensamiento y la secuencialidad lógica como elemento persuasivo de la convicción a manos de la seducción icónica (imágenes y énfasis textuales), cuna de las alucinaciones colectivas hiperrealmente creadas. Y esos mismos organismos internacionales, cuando las papas queman, se oponen a reclamos lícitos: por ejemplo, los reclamos de Rusia pidiendo condena a los ataques aliados a Siria del 14 de abril, absolutamente probados, cínicos y multiilegales, mientras se condenan los no probados del 7 de abril, supuestamente de Siria. ¿Ha sido suficiente el proceso civilizatorio humano en la defensa de la paz, la vida y un cotidiano dialógico? ¿Son estas excepciones a la triunfal marcha de la civilización o esta sólo funciona cuando los intereses de los más fuertes no están juego? Lector, mire mapas, que son accesibles, del territorio sirio. El gobierno legítimamente electo no domina ni un tercio de su territorio. Casi un tercio lo ocupa una de las bases de la etnia nacional kurda en su lucha con Turquía; otro espacio, fuertemente menor últimamente, lo ocupa el Estado Islámico; otro, las fuerzas armadas opositoras internas al gobierno sirio, nutridas por todas las naciones islámicas sunitas contrarias al chiita alawita Bashar al Assad. Cualquier gobierno democráticamente electo tiene el derecho y el deber de defender la soberanía del territorio y la integridad de su gobierno. Pero la gran mentira internacional convierte a un indudable defensor de su legalidad nacional en un ofensor de los suyos. El multiinvadido parece que no debe recuperar ni defender su territorio de crecientes ataques internos y externos. Se tergiversa, oculta y deforma tanto todo, que el multiagredido se metamorfosea en agresor e inhumano ofensor químico de inocentes. Y, ojo, que no se nos escape que, aunque Siria es rica en varios codiciables rubros, estratégicamente ubicada en rutas de oleoductos, gasoductos y rutas comerciales y aliado internacional longevo de Rusia e Irán, sus peores pecados serán culturales: alawita, chiita, antiintegrista como Gadafi, Hussein, como todos los más atacados en Oriente Medio; y cruento represor, reconozcamos, de la resistencia en la primavera árabe de 2010 como sospechable de quintacolumnismo occidental.  

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