Por A.L. Si fuera necesario elaborar una lista (otra fastidiosa y absurda lista más) con los músicos que más se identifican con esta región del continente, ¿cuáles nombres serían candidatos para los primeros lugares? Respuesta cantada: hay demasiados… Entonces, pongamos límites y pensemos en aquellos nombres que están por fuera del agite mediático, los que no aparecen en el programa de Rial, los que no tocan en las bodas de famosos futbolistas, los que no están en alta rotación en las FM uruguayas ni en las argentinas ni, quizás, en las brasileñas. Ahora, aparentemente, se complicó un ejercicio listero que parecía simple y rápido. Pero, amigo lector, que no decaiga el ánimo. Le tiro una pista. ¿Le suena el nombre de Vitor Ramil? Para el público uruguayo no es un extraño este cantautor con acento y pinta de gaúcho nacido en Pelotas, Río Grande del Sur. Y, vale la aclaración, para el argentino tampoco. Vitor Ramil es uno de los casos más interesantes de la canción popular. Por fuera de la parafernalia mediática, su lenguaje ha dejado trazas muy marcadas en ese vasto (pero también cargado de estereotipos) campo de la canción de autor, trascendiendo eficazmente las trancas de los nacionalismos y proponiendo un lenguaje a la vez inteligente en su factura formal y sensible en su tratamiento de la expresividad sonora y poética. La pista, por cierto, no es casual. Esta noche, en la sala Hugo Balzo, Ramil repasará buena parte del repertorio que, precisamente, lo convirtió en locatario de varias ciudades de Brasil, Argentina y Uruguay en la cuarta fecha del ciclo Rueda, del Festival Música de la Tierra. Pero, además de las canciones, el plan de este concierto –al igual que en los anteriores de este ciclo– incluirá el repaso que hará Ramil de algunas historias de su periplo vital y artístico en diálogo con Diego Bernabé, periodista y codirector de Música de la Tierra. Por más señas particulares Por más que se invoquen alambicados modelos teóricos, es prácticamente imposible dar cuenta de las razones últimas que activan las correlaciones entre música y territorio, con sus climas, su topografía, sus rostros. Lo que está claro es que estas correlaciones no son datos que rastrean en la matriz de la materia sonora ni en las condiciones de ese espacio. Allí entra en juego la acción humana: lo que la gente hace con los sonidos y con el espacio, en un marco social e histórico puntual y con el inespecificable conjunto de correlaciones simbólicas que da forma a eso que llamamos cultura. Tal vez lo interesante del caso de Ramil es cómo tal nudo significante se proyecta más allá de su contexto puntual. Dicho de otra forma, cómo es posible que se active en tantos lugares a la vez. Un elemento a considerar aquí es lo alejado que está su lenguaje de los pintoresquismos y reivindicaciones con aires patrioteros. Antes que saturar de figuras que compongan un explícito world painting, Ramil lleva sus canciones por universos simbólicos más poéticos, imaginativos, sea en la construcción de sus letras como en el tratamiento melódico y armónico-tímbrico (doble variable que se escucha marcadamente en su trabajo guitarrístico, sobre todo en su tratamiento de la milonga; escúchese con detenimiento el disco Délibáb y esto quedará muy claro. Y así, sin apelar al iconismo más básico, tales creaciones logran conectar con espacios como Buenos Aires, como Montevideo o como su Pelotas natal. Él, seguramente, diría que es un efecto de su estética del frío (el texto en el que propone este concepto puede leerse y disfrutarse en su sitio web oficial), una suerte de bien común y regional. Y tiene razón, porque allí entran en juego su historia familiar (su padre uruguayo, su madre brasileña, su abuelo español), sus lecturas de Borges, su curiosidad por el quehacer cultural de estas dos orillas del Plata, y su conciencia de las distancias (las simbólicas y las geográficas) en su propio país y entre los polos culturales de la región. Si bien este manifiesto deja claro por dónde van sus búsquedas en el entorno y también sus hallazgos musicales, las pruebas más contundentes están en sus discos, en obras como el refinado Délibáb (2010), Ramilonga – A Estética do Frio (1997), el más reciente Foi no Mês que Vem (2013; un álbum doble con varios invitados especiales, como Jorge Drexler o Chico César), o en el que está trabajando actualmente, Campos neutrales, que será el primero grabado íntegramente en Porto Alegre. Y en vivo, ni le cuento. Esta noche tendrá la chance de comprobarlo. Escuchar esta música siempre es más efectivo y esclarecedor que cualquier intento torpe de explicación.
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