“De contrabando los peones se vienen desde el Brasil, buscando en Cebollatí el arrozal. Los terrones dan tallos y dan canciones de patria amarga y sufrida, dolor de hombre la herida, que alivia un poco la caña, de sol a sol, dura hazaña que nos consume la vida”. (‘El Taipero’) La crónica de los hechos es breve. Y brutal. Un trabajador es agredido. Se lleva el tema a la Justicia; allí se identifica al agresor, y luego de restablecerse e ir a reintegrarse al lugar de trabajo, el agredido es despedido por notoria mala conducta. Es un trabajador pass4lead.com muy joven, tiene 22 años, pero esto se da en el marco de un conflicto en el que este empleado participó en el mes de abril. Un conflicto que tuvo incidencias muy turbias, como por ejemplo el incendio del campamento sindical, cuyo responsable aún no se ha determinado. Del rebenque a las puñaladas Marcelo Amaya, dirigente del Sindicato Único de Trabajadores del Arroz y Afines (Sutaa), narra la peripecia del joven trabajador arrocero (Ayrton De Ávila), que fue apuñalado en la sede del Arrozal 33: “La situación comienza cuando este trabajador defiende las pertenencias de un delegado sindical, que recientemente había ingresado, ya que luego del conflicto fueron alrededor de 40 trabajadores al seguro de paro. A ese delegado, la empresa manifestó, dentro del marco dela negociación, que no lo iba a retomar. Nosotros marcamos que era importante su reingreso, porque precisamente ese compañero estaba haciendo un curso de seguridad e higiene con el Instituto Cuesta Duarte y logramos que volviera”. “El agresor le había lanzado un puntapié a la mochila de ese delegado, y este joven, que está sindicalizado, retiró la mochila del lugar y se fue con ella para ponerla a resguardo. El agresor le dijo algunos improperios, pero el muchacho se marchó callado”. Al día siguiente, 29 de setiembre, cuando Ayrton baja del ómnibus en la sede de la empresa para integrarse al trabajo, es recibido a puñalada limpia, sin mediar palabra, por el que VMCE_V9 había pateado la mochila”. “Se trata de un funcionario que vivía dentro de la empresa, sin ninguna función específica. Al comienzo, Ayrton creyó que lo golpeaba, pero luego se percató que el agresor lo estaba apuñalando. Había recibido ocho puntazos en el abdomen y uno en el flanco. El día 30 de setiembre, el trabajador se presentó en la comisaría de Vergara para realizar la denuncia, tras lo cual fue atendido en el hospital local, desde donde fue enviado al hospital de Treinta y Tres, donde le trataron las heridas y le dieron licencia médica hasta el 11 de octubre. A esa altura, el agresor había sido procesado sin prisión y despedido de Arrozal 33, quedando claramente establecido ante la Justicia que Ayrton De Ávila había sido la víctima”. Pero la sorpresa fue que al reintegrarse al trabajo, a De Ávila se le comunicó que había sido despedido por notoria mala conducta. El trabajador no firmó el despido y el sindicato tomó cartas en el asunto, hizo pública la situación y manifestó su intención de llevarlo a la Justicia. El miércoles 17 de octubre, las partes fueron citadas en la Dirección Nacional de Trabajo (Dinatra). Tanto la Unión Nacional de Trabajadores Rurales y Afines (Unatra) como el Sutaa se hicieron presentes, pero no lo hicieron las autoridades de Arrozal 33. La estrategia empresarial El sindicato está preocupado y alarmado por estos hechos cuya frecuencia viene recrudeciendo. De acuerdo a Marcelo Amaya, “de febrero a esta parte hemos debido denunciar ante la Policía distintas amenazas. El resultado es que la mayoría de los compañeros que sufren esos atropellos se van de la empresa, que nos damos cuenta que es lo que realmente quieren. Concretamente en Treinta y Tres, tenemos tres trabajadores que se retiraron del trabajo por haber sufrido amenazas con arma blanca por parte del empleador”. “Esto se ha dado específicamente en el local Tarán, donde tienen dispuesto tercerizar todo. En Treinta y Tres esto ya es moneda corriente. Acabamos de tener la información de que esta semana un trabajador fue agredido por el capataz y tomó la decisión de pedir la liquidación y retirarse”. “Esto nos preocupa, porque ya está claro que es una estrategia para sacar de los establecimientos productivos a los obreros con mayor nivel de conciencia y debilitar la organización sindical. Significativamente, estas agresiones se dan en trabajadores jóvenes, lo que no parece ser casual en un sector que tiene un promedio de edad de 50 años.” Le pregunto a Amaya cuales son las zonas arroceras y en cuáles de ellas es más dificultosa la organización sindical. “Antes de responderte eso te digo que ni Arrozal 33 ni Casarone están integradas a la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA), donde tienen prácticamente proscripto al sindicato, pero donde logramos hacerlo estamos siendo permanentemente hostigados. Pero debo advertir que ese encarnizamiento que tienen las empresas de la ACA contra quienes detectan como simpatizantes o integrantes del sindicato no siempre fue así. Antes de 2008 había una corriente joven de productores arroceros que en cuatro o cinco empresas permitieron que los trabajadores se organizaran. Incluso gracias a eso logramos cambiar el eje de la discusión en la negociación colectiva. Logramos parar el sector y obtuvimos un convenio auspicioso para los trabajadores arroceros. Pero a partir de allí la represión comenzó a ser sistemática. Sin ninguna duda que esto fue una estrategia implementada por la ACA”. El mapa del arroz “La zona de mayor incidencia arrocera está al este de Cerro Largo, gran parte del departamento de Treinta y Tres y un porcentaje importante de Rocha. Pero también se está expandiendo en el norte. En Artigas, Tacuarembó, Rivera. Allí tenemos grandes problemas por la falta de cultura sindical en el arroz. Allí se nota mayor incidencia de las violaciones a todo tipo de derecho, pero prácticamente no se denuncian. Sí son permanentes las consultas sobre los laudos, las condiciones de trabajo, pero sin levantar la cabeza. Es obvio que hay miedo y desconfianza”. Otro tema que tanto el Sutaa como la Unatra jerarquizan es el de la reforma laboral en Brasil (que entra en vigencia el 1º de noviembre). En buena medida porque en el norte el sector incorpora trabajadores brasileños, que en general vienen desprovistos de derechos y de pertenencia a organizaciones sindicales. Esas mudanzas de trabajadores golondrinas se había alterado con la sindicalización, pero ahora desde el norte llegan otras amenazas. “Y los empresarios -encabezados por los arroceros- están haciendo una fortísima campaña con eso -expresa Amaya-, valiéndose de cabildos abiertos en Melo y en Treinta y Tres, sobre todo. Allí reivindican la flexibilización laboral, la liberalización de la importación de combustible y medidas análogas. En definitiva, medidas todas ellas que van a contrapelo de la regulación por parte del Estado”. “En ese marco se dan esas violaciones de derechos, que al comienzo nos sorprendieron, hasta que entendimos como venía la jugada. Todavía están sangrando las heridas de Leites, el peón salteño, y ahora nos encontramos con que una empresa mide con la misma vara a un agresor y a un agredido y procede a su despido. Nada de esto es casual”. La central obrera y el gobierno central Amaya se refiere también a la actitud del Pit-Cnt, que a su juicio ha cambiado un poco: “Nosotros nos sentíamos incomprendidos, porque veníamos denunciando hechos de este tipo, aunque no con esta gravedad. Advertíamos a los compañeros que iban a agravarse y no los veíamos receptivos. Creo que ahora sí han comenzado a darse cuenta de que estas cosas no son meras incidencias y que son parte de un plan. Sí estamos un poco frustrados en cuanto al tema del gobierno. Particularmente a esta empresa se la habilitó a desafiliar trabajadores del sindicato unilateralmente, al no debitar la cuota de afiliación. Eso sin presentar ninguna justificación ni al sindicato ni al Ministerio de Trabajo (MTSS). La empresa dijo que estaba en su derecho y el MTSS no hizo nada al respecto. De hecho lo avaló. Esto nos lleva a pensar que acá hay cosas que no surten efecto o que no se aplican. En Arrozal 33, en pleno conflicto, vimos todo tipo de violaciones a los derechos de los trabajadores y hacia los mecanismos de protección, y con toda la repercusión mediática del conflicto, quien fuera por las carreteras podía ver cardanes sin protección y trabajadores sin utensilios de protección personal. Hoy, en Arrozal 33 se encuentran operarios trabajando sin frenos. Suponemos que los empresarios tienen presupuestado el pago de las multas y no les interesan los costos que implican. Ante esto, nosotros nos sentimos muy desguarnecidos. Entendemos que si nuestra sociedad aporta para sectores a los que se considera importantes para el desarrollo, se les debería exigir una contrapartida. Pero no sentimos que eso ocurra. La entrevista con Amaya la realizamos en el local de la UTU de Brazo Oriental, donde participaban de un seminario. En el piso superior estaba Richard Olivera, delegado de Arrozal 33. Junto a él, Ayrton De Ávila, el muchacho apuñalado. Tiene 22 años, pero aparenta ser un adolescente. Estreché su mano y le dije “solidaridad”, a lo que me respondió con una sonrisa entre tímida y triste.
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La vida del taipero
La zafra dura prácticamente diez meses (descontando dos meses de interzafra en junio y julio), por lo que el trabajador arrocero se levanta a las siete de la mañana. Si es época de siembra y cosecha, lo hace a las seis y en esos períodos puede volver a su casa entre las diez y las doce de la noche. Algunos llevan un bolsito, pero otros usan baldes de herbicida, que utilizan como asiento y depósito para la vianda. Generalmente se le traslada en vehículos de la empresa. Amaya dice que “en las zonas donde tenemos incidencia, las empresas han contratado ómnibus para que la gente vaya en mejores condiciones, pero en muchos lugares se les sigue cargando en camionetas o en camiones. El trayecto suele durar entre media hora y tres cuartos de hora, y una vez en el local de la empresa, se distribuye a los trabajadores en cualquier tipo de vehículo, porque no hay logística para llevar a la gente en las 12.000 o 15.000 hectáreas que tienen los establecimientos comúnmente”. “Algunos quedan en la sede de la empresa. Siendo época de zafra, quedan unos cuantos, pero en tiempos de siembra y cosecha la gran mayoría están abocados a plantar el cereal o a recogerlo. La época de riego es más específica, porque allí los regadores recorren enormes distancias y se aprovecha para reparar las cosechadoras y las secadoras en la empresa. Pero la mayoría pasa a la intemperie todo el día. Trabajan diez o doce horas y pasan catorce fuera de las casas. Aparte del rigor del trabajo, esas son limitantes para la organización gremial”. “En los dos meses de entrezafra están menos tiempo dentro de la empresa, pero nunca menos de doce horas. Las disposiciones legales imponen la existencia de tarjeteros, pero no los usan y manejan las planillas a su antojo”.