El presidente más joven de la historia de Francia, Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (39 años), es un graduado en Ciencias Políticas, posgraduado de la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), especialista en inversiones bancarias que llegó a presidente asociado de la banca Rothschild a los 25 años, y en 2014 (a los 27 años) fue nombrado ministro de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales, cargo al que dimitió dos años después para dedicarse a su candidatura presidencial. En la segunda vuelta de las elecciones francesas del domingo 7 venció con 66,1% de los sufragios a Marine Le Pen, que obtuvo un gigantesco 33,9%. Adhirió al Partido Socialista Francés a los 24 años y en 2016 fundó su propio movimiento, que lleva sus iniciales: En Marche! No se hablará acá de su vida privada, que sólo a él incumbe, sí de lo que representa política y económicamente. Programa económico reaccionario La propuesta de este joven exbanquero, saludado por Angela Merkel (de quien se ha manifestado aliado incondicional) como un nuevo salvador de Europa, se basa, como la de Donald Trump, en aumentar los beneficios a las grandes corporaciones, aumentar el presupuesto de defensa, impulsar una reforma laboral reaccionaria y reducir el gasto social. Si tiene éxito en imponer sus propuestas, Macron hará que la neofascista Marine Le Pen triunfe en las elecciones de 2022 porque aumentarán la recesión y la desigualdad en Francia. Sin embargo, su programa depende de los resultados de las elecciones legislativas de junio próximo. Su programa tiene los siguientes puntos principales: reducir el gasto público en 60.000 millones de euros anuales en el lapso de 5 años; reducir los impuestos a las ganancias a las corporaciones de 33% a 25%; reducir la tasa de desempleo actual de 10% a 7%; designar 12.000 maestros más para las zonas de bajos ingresos; nombrar 10.000 policías y construir cárceles para 15.000 presos más; aumentar el presupuesto de defensa en un 2% del PIB y reducir en un tercio la cantidad de diputados. Primeros pronósticos Toda la nueva derecha empresaria mundial en ascenso (Trump, Macri, Temer y los veteranos como Merkel) saludó con inmenso alborozo el triunfo del banquero. En un artículo publicado antes de la elección, Paul Krugman, con su habitual lucidez premonitoria, critica ácidamente a Le Pen, pero señala los peligros de que Europa no se dé cuenta, como ocurrió en EEUU, de los peligros que implican las políticas económicas dirigistas de derecha como la de Macron. Dice el premio Nobel 2008: “En resumen, Francia no es ni mucho menos una utopía, pero desde casi todos los puntos de vista, ofrece a sus ciudadanos una vida bastante decente. ¿Por qué, entonces, hay tantos dispuestos a votar –insisto, no usemos eufemismos– a una extremista racista? Hay, sin duda, múltiples razones, en especial la ansiedad cultural por los inmigrantes islámicos. Pero parece claro que los votos a Le Pen serán en parte votos de protesta contra unos funcionarios de la Unión Europea a los que se considera despóticos y desconectados de la realidad. Y, por desgracia, en esa percepción hay una parte de verdad. Quienes hemos visto cómo afrontaban las instituciones europeas la crisis de la deuda que empezó en Grecia y se extendió por buena parte de Europa, nos escandalizamos ante la combinación de insensibilidad y arrogancia que prevaleció a lo largo de la misma. Aunque Bruselas y Berlín se equivocaron una y otra vez acerca de la economía –a pesar de que la austeridad que imponían era tan desastrosa como se advertía–, siguieron actuando […] como si todo el sufrimiento causado fuese, de hecho, un castigo necesario por los pecados cometidos. Desde el punto de vista político, los eurócratas se salieron con la suya porque los países pequeños eran fáciles de intimidar, demasiado aterrados […] como para oponerse a exigencias irrazonables. Pero la elite europea cometerá un terrible error si cree que puede comportarse de igual modo con actores más grandes. De hecho, hay ya indicios de desastre en las negociaciones que están teniendo lugar actualmente entre la UE y Reino Unido […] La posibilidad de que venza Le Pen debe aterrarnos. Pero también debe preocuparnos que la victoria de Macron permita a Bruselas y Berlín interpretar que el brexit ha sido una aberración, que siempre será posible intimidar al electorado europeo para que acepte lo que sus superiores dicen que es necesario. Así que seamos claros: aunque el domingo se evite lo peor, todo lo que conseguirá la elite europea es una oportunidad temporal de corregirse”. El analista José María Domínguez, de Libertad digital, analiza, en su artículo titulado ‘En 2022, ganará Le Pen’, el crecimiento de la extrema derecha y el progresivo distanciamiento entre los núcleos integrados y los “desplazados de la globalización” y concluye en que lo que ocurre es exactamente lo mismo que ha ocurrido en Estados Unidos con la irrupción en escena de Donald Trump y en Reino Unido con el brexit. Tras un análisis que podría aplicarse incluso a Uruguay, señala: “Al igual que ocurre en España con el PP y el PSOE, a la antigua izquierda y derecha francesas ya sólo las votan los viejos y los funcionarios, nadie más. Desaparecido en combate el amortiguador social de la clase media, el novísimo bipartidismo que hoy se inaugura en Francia opondrá a los de arriba, las capas urbanas, sofisticadas, cosmopolitas, cada vez más desarraigadas del entorno e integradas en las cadenas globales de valor, el público objetivo de Macron, con los de abajo, la periferia rural, subvencionada, envejecida, decadente y cada vez más desconectada de los circuitos comerciales de la mundialización, el feudo de Le Pen. Lo dicho, si nada cambia, en 2022 ganará”. Nadie discute en nuestro país estos temas, como tampoco se discute un modelo auténtico de desarrollo nacional integral, ni el cambio climático, ni la creación de empleos que debemos planificar para cuando desaparezca 40% de los actuales barridos por la globalización, o cuando, como afirma el ingeniero Grompone, los commodities que exportamos puedan ser producidos más baratos en un laboratorio. Ahora nos toca vivir la “Edad oscura” de los Trump, los Macri, los Temer, los Macron y las Merkel, pero nadie piensa que eso puede ocurrir en Uruguay. Así nos va.
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