En el lujoso hotel Le Manoir Richelieu de La Malbaie, región de Charlevoix, Quebec (Canadá), se celebró el 8 y 9 de junio la 44ª reunión del Grupo de los 7 países más desarrollados del mundo (China y la Federación Rusa, pese al tamaño de sus PIB, son técnicamente “países emergentes”): Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. Participaron la canciller de Alemania, Angela Merkel; el primer ministro de Canadá y anfitrión, Justin Trudeau; Donald Trump, presidente de EEUU; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Giuseppe Conte, primer ministro de Italia; Shinzo Abe, primer ministro de Japón y Theresa May, primera ministra del Reino Unido de Gran Bretaña; Jean – Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea y Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo en carácter de autoridades máximas de la Unión Europea; y Mauricio Macri, presidente de Argentina, invitado por Justin Trudeau en carácter de observador por su condición de anfitrión de la 13ª Reunión Cumbre del G 20, que comenzará el 30 de noviembre próximo en Buenos Aires. El incendio y las vísperas La Cumbre destinada a ser desairada por Donald Trump (quien virtualmente se excluyó de la misma, luego de protagonizar sonoras disputas), fue precedida de una gran crispación a causa de la “guerra comercial” que el gobierno de Estados Unidos relanzó en vísperas de su instalación, sin contar la incertidumbre –teñida de pesimismo- acerca del destino del Tlcan o Nafta, que integra virtualmente este “bloque occidental”, y la contundente definición que ha sido la constitución del TPP – 11, el intento de proseguir en la búsqueda de un tratado de libre comercio de sesgo no – chino, hacia el Pacífico, que ahora se intenta sin su socio fundador. A estas definiciones comerciales se agregan el alejamiento de Trump del Acuerdo de París contra el Cambio Climático y la ruptura del pacto nuclear con Irán suscrito por Barack Obama, quien a esta altura debe ser añorado por sus pares como podrían serlo Washington, Jefferson o Franklin Roosevelt, ante el poder de destrucción masiva del actual presidente norteamericano en el campo occidental. El comienzo de la reunión fue precedido por una discusión que adquirió carácter público entre Trump, Macron y Trudeau, en la cual el francés habría dicho que lo mejor sería no hablar en público para evitar hacer el ridículo ante el resto del mundo. El jueves 7, además, Macron declaró que “puede que al presidente de Estados Unidos no le importe quedar aislado, pero al resto tampoco nos importa firmar un acuerdo de seis países”, agregando que el mercado combinado del resto del G7 es “es mucho mayor” que el estadounidense. Así terminó una amistad que asombraba al mundo. Trump contestó esa misma tarde, vía Twitter, esta delicatessen: “Por favor, díganle al primer ministro Trudeau y al presidente Macron que están gravando a Estados Unidos con aranceles masivos y trabas no monetarias. El superávit comercial de la UE con EEUU es de 151.000 millones de dólares y Canadá mantiene a nuestros agricultores fuera. ¡Tengo muchas ganas de verles mañana!”. Además de este increíble estilo, a los jefes de Estado de los aliados históricos de la Unión los ofende particularmente que Trump use el argumento de la “seguridad nacional”, cuando todos comparten bases y maniobras militares conjuntas, sin contar el intercambio de información de inteligencia. La prensa norteamericana publicó, citando fuentes de su entorno, que Trump fue contra su voluntad a la reunión del G7 ya que estaba mucho más preocupado por el impacto propagandístico que (el creía que) iba a tener su reunión en Singapur con el dictador Kim Jong – Un. El ministro de Economía francés, llegó a decir en la víspera que “el G-7 empieza a ser más bien un G-6 +1”. Debe recordarse incluso que Angela Merkel ya ha propuesto una reunión de todos los países afectados por el neoproteccionismo trumpiano, incluyendo a China, que obtiene así otra victoria sin siquiera pelear. La Cumbre de la discordia Otro que obtuvo victorias sin pedirlas fue Vladimir Putin. Donald Trump y el flamante primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, solicitaron readmitir a la Federación Rusa en el G7, del que fue expulsada cuando se produjo la anexión de la península de Crimea en 2014. El encargado de responderles, rechazando su propuesta, fue el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien afirmó que “Trump quiere cambiar el orden internacional”, y que sería “la cumbre más difícil en años”, agregando que “es evidente que el presidente estadounidense y el resto del grupo siguen estando en desacuerdo sobre comercio, cambio climático y el acuerdo nuclear con Irán”. El funcionario se despachó declarando que “lo que más me preocupa es que el orden internacional basado en normas está siendo atacado. Y lo que es bastante sorprendente, no por los adversarios habituales sino por su principal arquitecto y garante, los Estados Unidos”. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, otro dependiente de Merkel, afirmó que “aunque Trump cree que Estados Unidos ha sido tratado de forma injusta en cuestiones de comercio por Europa y otras naciones, los europeos no queremos negociar bajo amenazas”. Como era previsible, entre el intercambio de duros epítetos y una foto para la historia en la que Angela Merkel, con las manos apoyadas sobre una mesa, parece increpar, ante las miradas de Abe y Macron, a un Trump que la mira con desagrado, la Cumbre terminó sin unanimidad. El presidente de los Estados Unidos habría avalado la declaración conjunta y partió hacia Singapur donde lo esperaba su anhelado encuentro con Kim Jong – Un. Tras su partida, los comentarios de los seis líderes arreciaron: Trudeau declaró que “los canadienses somos amables y razonables pero no nos dejaremos avasallar”, y se refirió a las alusiones a la seguridad nacional al decir que “los soldados de nuestros países han luchado hombro con hombro desde la Primera Guerra Mundial”. Vía Twitter, desde el avión presidencial, Trump acusó a Trudeau de mentir y anunció más represalias contra Canadá en el mes de julio. Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional, afirmó a CNN que lo ocurrido en el G7 “es una traición, nos engañó, no solo a Trump sino a los otros miembros del G7” (…) realmente nos apuñaló por la espalda”, en referencia a Trudeau. Desde Fox News, el asesor presidencial en Comercio, Peter Navarro, declaró que “hay un lugar reservado en el infierno para todo dirigente extranjero que se embarque en una diplomacia de mala fe contra Donald Trump y que intente apuñalarlo por la espalda cuando se retira”. Los neoconservadores del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano que gobernaron junto (o sobre) George W. Bush eran cortesanos exquisitos en comparación con estos señores. Trump habría avalado antes de partir un documento de 28 puntos con las conclusiones duramente negociadas, pero desde el avión negó su firma y ratificó su amenaza de elevar los aranceles a los vehículos europeos importados a Estados Unidos, un sector mucho más significativo que el aluminio y el acero. El tema automotor interesa sobre todo a Alemania, cuya premier, Angela Merkel, llamó “deprimente” a la actuación de Trump. “Es duro, es decepcionante esta vez, pero no es el final del G7”, sostuvo para agregar “es deprimente, y para mí ya es demasiado decir esto”, concluyó. Sin embargo, reiteró que “Europa no puede depender más de sus aliados y debería tomar su destino en sus propias manos”. Trump, mientras tanto, sigue afirmando que el déficit comercial de US$ 556.000 millones se debe mayoritariamente a China (US$ 375.000 millones) y Europa con US$ 151.000 millones, y que debe ser solucionado ya que “Estados Unidos no puede ser el cerdito al que todos roban”. Cumbre entre Xi Jinping y Vladimir Putin Mientras 6 integrantes del G7 discutían agriamente con el presidente del país fundador del grupo, los presidentes de Rusia y China, Vladimir Putin y Xi Jinping, se reunieron en el marco de la poderosa Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), exhibiendo su unidad y expansión, ante la división de sus adversarios históricos. La reunión se celebró en la ciudad de Qingdao, al este de China, donde Xi pudo dar la bienvenida a India y Pakistán al bloque creado en 2001. Estuvo presente el presidente iraní, Hasan Rohani. Irán es observador en la OCS, integrada también por las cuatro exrepúblicas soviéticas de Uzbekistán, Kazajistán, Tayikistán y Kirguistán. Xi Jinping, que en enero fue la estrella del Foro de Davos, pudo afirmar que “la cooperación es más que nunca necesaria cuando el unilateralismo, el proteccionismo y las reacciones opuestas a la globalización adquieren nuevas formas”, y afirmar que “debemos rechazar la mentalidad de guerra fría y de enfrentamiento entre bloques, y oponernos a la búsqueda desenfrenada de seguridad para uno en detrimento de los demás”, en clara referencia a los Estados Unidos de Trump. También señaló su defensa de la normativa de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el sistema multilateral, en referencia a la guerra comercial desatada desde la consigna “América First”. Xi entregó a Vladimir Putin, a quien llamó “mi mejor, mi más íntimo amigo”, la primera “Medalla de la Amistad”, nueva condecoración que Beijing otorga a los extranjeros más cercanos. La reunión apareció como el reverso de la destructiva cumbre del G7. Trump y Kim Jong – Un La historia escribirá, más temprano que tarde, la interminable lista de increíbles errores políticos, diplomáticos, comerciales, militares y estratégicos del presidente Donald Trump. El 12 de junio, ante 5.000 periodistas especialmente invitados para lo que fue ante todo un fugaz impacto mediático, el presidente de la primera superpotencia mundial se reunió finalmente con el mandatario norcoreano Kim Jong – Un, un fiel aliado y dependiente de China Popular, a quien hasta hace poco la prensa mundial caracterizaba como un dictador psicópata, que arrojaba a ministros y parientes a perros hambrientos, y que había mandado a matar a su hermano para que no ocupara su lugar. La reunión fue en una isla cercana a Singapur, en el hotel Capella de Sentosa. Trump llegó dos días antes de la reunión, y para hacerlo abandonó, en los términos ya vistos, una Cumbre del G7 que reunió a los países más desarrollados, todos aliados históricos de Estados Unidos. Fue el primer encuentro en casi siete décadas entre un mandatario de EEUU y uno de Corea del Norte (también es cierto que ninguno de los antecesores de Trump hubiera querido reunirse con Kim, y menos irlo a ver) que se da luego de una serie de amenazas e insultos mutuos y de todo tipo de tiras y aflojes. Tenía por objeto lograr que Corea del Norte desmantele su programa nuclear, lo cual no quedó claramente expuesto en el comunicado conjunto. A cambio, Trump “se comprometió a proveer de garantías de seguridad a la República Popular Democrática de Corea”, y, en un paso inesperado, ordenó detener los ejercicios militares que EEUU realiza regularmente con su aliado histórico, Corea del Sur, lo cual impactará severamente en dicho país y en Japón. Sorprendió también al Pentágono, a su propio alto mando militar. Nadie duda en el mundo que Corea del Norte depende enteramente de China Popular (Kim fue a ver a Xi Jinping antes de esta entrevista, y sin dudas recibió instrucciones del líder chino), por lo cual resulta inexplicable que el presidente de los Estados Unidos cruce el mundo para reunirse con un alfil y no con su verdadero interlocutor, el presidente Xi Jinping. Se ha intentado mostrar esta reunión como un episodio histórico, pero no son pocos los observadores que la consideran un completo bochorno para Trump y, por extensión, para los Estados Unidos. Lo que resulta muy fácil es imaginar lo que piensan del episodio los altos mandos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
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