Por estos días, el centenario del nacimiento del presidente John Fitzgerald Kennedy (1917-1963, asesinado a cielo abierto por una vasta conspiración negada oficialmente pero que todo el mundo conoce puede verse en el film JFK, de Oliver Stone), tiene una conmemoración tan imponente en todo EEUU que la misma asume un claro sentido político. “Cien años después de su nacimiento, la leyenda de John Fitzgerald Kennedy, conocido popularmente como JFK, sigue más viva que nunca en EEUU, donde muchos compatriotas lo veneran como un símbolo de las esperanzas y aspiraciones de su país”, escribió The Washington Post. Kennedy, que heredó de Eisenhower la operación de Bahía de Cochinos, intentó con Nikita Kruschov un plan de desarme conjunto para terminar la Guerra Fría y dedicar todos los recursos al desarrollo de EEUU y la URSS. Ambos habían sufrido la Gran Depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial y no querían su repetición. Así lo escribió Theodore Sorensen, asesor político y amigo personal, en su monumental biografía Kennedy (1965, Harper, 781 páginas). JFK había acumulado motivos de enemistad en los sectores de poder real, pero rebasó el vaso cuando se opuso a la Guerra de Vietnam y al fabuloso negocio que ella representó. No era todo. El 11 de abril de 2015, en la VII Cumbre de las Américas, Raúl Castro confirmó que Kennedy estaba en conversaciones con Fidel Castro para resolver el problema con Cuba cuando lo asesinaron. Por esas razones, y por otras, como su apoyo a las luchas civiles y los derechos de los negros, así como su radical antinazismo (que inspiró su tesis en Harvard, lo enfrentó a su propio padre y lo convirtió en héroe de combate en la Segunda Guerra), es que Estados Unidos hoy lo recuerda tanto. Evocan su optimismo, su cultura (ganó un premio Pulitzer), el sueño de “Camelot” y su humor, es decir, todo lo que contradice al actual presidente de EEUU, Donald Trump. El nuevo presidente –no ha cumplido cinco meses en el poder– ha logrado el milagro de hacer que el mundo mire con esperanza a líderes como Xi Jinping, Angela Merkel y Emmanuel Macron, a los que Trump ha despreciado con gestos diversos y que hoy aparecen como factores de estabilidad y de raciocinio en el mundo nuevo (la “realidad alternativa”) que ha creado con sus actitudes. Sus primeras batallas, como las medidas antiinmigratorias, la supresión del Seguro Nacional de Salud (Obamacare), han sido atascadas en el Congreso, pero otras de sus promesas electorales, como el muro de vergüenza que pretende levantar contra México, continúan su camino. Además de echar al director del FBI que investigaba la “trama rusa” –suceso que lo acerca cada vez más a Richard Nixon, el presidente que debió renunciar ante la inminencia del impeachment– y compartir al día siguiente información clasificada con el canciller y el embajador rusos, los hechos más impactantes en el último mes han sido emprender una gira que lo llevó a Arabia Saudita, Israel y el Vaticano (lugares de los que no salió bien parado); arruinar la reuniones de la OTAN y del G7; protagonizar incidencias como el empujón al premier de Montenegro y los desplantes públicos con su esposa; y apartar a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el Cambio Climático, lo que ha provocado alarma y enojo mundial. Los trabajos y los días Seguramente cansado de que la prensa de todo el mundo se ocupara del despido del director del FBI y de la “trama rusa” (que pueden valerle la letal acusación de Obstrucción a la Justicia), Trump inició su primera gira internacional el 5 de mayo, visitando: al rey Salmán de Arabia Saudita (a quien habría vendido US$ 110.000 millones en armas); a Israel (donde protagonizó un histórico papelón, dejando un mensaje pobre y grandilocuente “como los que dedica a las damas” en el Museo del Holocausto); al Vaticano (donde el desencuentro con el papa Francisco en temas como los inmigrantes y el cambio climático surge evidente de la cara de disgusto del pontífice en la fotografía oficial). Posteriormente, el 25 de mayo, participó en Bruselas de la Cumbre de la OTAN (institución en la que no cree; reclamó las “deudas” de sus contrapartes, dejando la sensación de que EEUU las abandona). Finalmente llegó a Taormina, donde tuvo lugar la Cumbre del G7. Entretanto tuvo contactos con el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan y el presidente filipino, Rodrigo Duterte, ambos figuras de pésima reputación. En el primer punto de la gira, Trump, su hija Ivanka y su yerno Jared fueron abrumadoramente adulados por la diplomacia saudita, con la que habría firmado compromisos de venta de armas por US$ 110.000 millones, más otro tanto en compromisos corporativos, lo cual muestra el mayor talón de Aquiles del nuevo presidente: su esencia empresaria que lo lleva muchas veces a olvidar –si es que lo conoce– el límite entre el interés público y el privado. La gira estuvo sembrada de gestos antipáticos que se volvieron virales en las redes sociales, como el empujón que Trump le diera al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para pasar delante de él en la “foto de familia” de la OTAN, o las varias veces que su esposa Melania tomó distancia de él. El papa Francisco lo recibió durante apenas 27 minutos (contrastando con los más de 50 de la segunda visita de Obama), durante los cuales seguramente discreparon sobre los temas de la paz, la emigración y la ecología, ya que el pontífice le regaló un ejemplar de su encíclica Laudato si, dedicada al tema que Trump niega, el cambio climático. En Jerusalén, en el emblemático Yad Vashem, el Museo del Holocausto, Trump escribió: “Es un gran honor estar aquí con todos mis amigos. ¡Qué increíble, nunca lo olvidaré!”. Mensaje pueril que contrasta con la profundidad filosófica del que destinó al tema Barack Obama en 2008: “Me siento agradecido a Yad Vashem y sus responsables por su extraordinaria institución. En un tiempo de gran peligro y promesas, guerra y progreso. Estamos bendecidos por tener un recuerdo tan poderoso de la capacidad humana de crear tanto mal, pero también de nuestra capacidad para levantarnos y sobrepasar una tragedia y reconstruir nuestro mundo. Que aquí vengan nuestros hijos y aprendan la historia, para que ellos puedan unirse a nosotros y proclamar ‘nunca más’. Y recordemos a aquellos que nos dejaron, no sólo como víctimas, sino también como individuos que tuvieron esperanza, tuvieron dignidad, amaron, y soñaron como nosotros, y que se han convertido en símbolos del espíritu humano”. Hasta George W. Bush hizo honor adecuado al lugar, escribiendo simplemente: “¡Dios bendiga a Israel!”. Trump no hace referencia al museo, ni al Holocausto ni a una de las mayores tragedias del siglo XX. Simplemente ignora el sentido de la historia. Si bien ante el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aseguró que Irán, “que financia y adiestra grupos terroristas y milicias, nunca tendrá armas atómicas”, no se conoció el tenor de los acuerdos, como tampoco los que celebró en Cisjordania con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, pero lo cierto es que la derecha israelí quedó insatisfecha, ya que Trump volvió a pronunciarse contra el avance de los asentamientos y no llevará la embajada de EEUU a Jerusalén. Los dos temas claves El 25 de mayo Trump se estrenó en la Cumbre de la OTAN (el segundo punto del eje sobre el que reposa el poder militar de EEUU), diciéndole a sus colegas que “23 de los 28 Estados de la OTAN no gastan lo que deben, y esto es injusto para el contribuyente de EEUU” y fijando como única prioridad integrar una coalición anti-ISIS. Si bien no afirmó, como durante su campaña electoral, que la OTAN está obsoleta, les dijo en la cara a sus aliados históricos que adeudan grandes cantidades de dinero en el sostenimiento de la defensa del pacto. El presidente recriminó en su primer discurso que 23 de los 28 los Estados de la Alianza Atlántica no destinen 2% del PIB al gasto militar y “esto no es justo para los contribuyentes estadounidenses”. Los países “cumplidores” son EEUU, Estonia, Gran Bretaña, Grecia y Polonia. Lo que Trump no dijo, o no sabe, o se le olvidó, es que si bien los países aliados se comprometieron a aportar 2% de sus PIB para la defensa común, el plazo para alcanzar ese tope está fijado en el año 2024. Alguien podría decir que insultó a los amigos históricos de Estados Unidos gratuita y equivocadamente. A pesar del tono solemne del comienzo de los trabajos de la cumbre, que incluyó la inauguración de un monumento conmemorativo del 11-S y un minuto de silencio por las víctimas del atentado de Manchester, los primeros mandatarios de Europa recibieron a quemarropa el reproche, al que Trump agregó que “muchas de estas naciones deben cantidades enormes de dinero de años anteriores”, y que “incluso ese 2% es insuficiente, debería ser el mínimo para afrontar la amenaza tan feroz y real que tenemos”. Debe recordarse que el proyecto de presupuesto de Trump que se conoce aumenta el gasto militar de EEUU 9%, a la vez que recorta bruscamente la cooperación para el desarrollo y los recursos para la diplomacia. Así transcurrió la Cumbre de la OTAN, pero el mayor fracaso de la “alianza occidental” nacida del fin de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en Taormina, donde se realizó la Cumbre del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), que falló en su intento de consolidar el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático debido al bloqueo de Trump. Los comentaristas señalaron que la falta de empatía con Trump de los seis mandatarios restantes obró como un factor de unión de gran importancia. Todos rechazaron los gestos (sobre todo el de hablar de sus empresas con cada mandatario que se le acercaba) y el supremacismo de Trump, así como su negativa cerrada a discutir el aspecto medioambiental y aun la cuestión inmigratoria. El documento final ha sido el más corto de la historia de la organización y muy diluido, ya que no pudo incorporarse, como todos los años, el combate al proteccionismo. En el plenario, reiterando su tacto diplomático, el presidente de EEUU se quejó del superávit comercial alemán (250.000 millones de euros) mientras insistía en los temas de Libia, Corea del Norte y la lucha contra el terrorismo. Macron buscó ser optimista declarando que “hace unos días pensábamos que EEUU se iría del Acuerdo de París sin discusión. Creo que ha habido un progreso y un buen intercambio de ideas, lo que permitirá a Trump tomar conciencia de la importancia de lo que está en juego, incluso para su propia economía”. La declaración señala que seis países se mantienen firmes en los compromisos de 2015, o sea el Acuerdo de París, y que esperarán que haya una reflexión profunda en el seno del gobierno de Trump. Todo indica que el grupo de los seis negociará intensamente tras bambalinas hasta la próxima reunión de Jefes de Estado y de Gobierno del G20 que tendrá lugar en Hamburgo los próximos 7 y 8 de julio. Sin embargo, la insatisfacción tomó estado público. Rechazo mundial a Trump Merkel difundió su ya celebérrimo tuit en el cual afirmó que “los tiempos en los que podíamos depender completamente de otros han terminado. Los europeos tenemos que pelear por nuestro propio destino”; mensaje que no necesita comentarios y que parece poner por lo menos un paréntesis en una alianza de 72 años. Trump, increíblemente, respondió: “Tenemos un déficit comercial masivo con Alemania y además ellos pagan mucho menos de lo que lo que deberían a la OTAN. Muy malo para EEUU. Esto va a cambiar”. El jueves 1º de junio, el presidente pronunció un violento discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca: anunció que EEUU abandonaba el Acuerdo de París, firmado por 195 naciones en 2015. “He cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido y esto sólo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de nuestro país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”, afirmó Trump. Al día siguiente, viernes 2 de junio, el presidente francés Emmanuel Macron difundió un video en inglés en el cual se refirió a la decisión de Trump (a la que dijo respetar), manifestando que es un error que compromete la suerte del planeta entero y llamó a los científicos estadounidenses dedicados al cambio climático a irse a trabajar a su país. “No se equivoquen, en el clima no hay plan B porque no hay planeta B”, dijo, y concluyó con el llamado: “Hagamos que nuestro planeta sea grande de nuevo”. Trump recibió una lluvia de críticas de parte de primeros mandatarios (entre los que se encuentra nuestro presidente, Tabaré Vázquez) e incluso dentro de su país se encontró con gobernadores de estados que lo repudiaron: California, Washington y Nueva York, con más de 68 millones de ciudadanos, mostraron su compromiso de seguir luchando contra el cambio climático. El expresidente Barak Obama afirmó que retirarse del acuerdo significa “rechazar el futuro”. En su momento, se definieron a favor del acuerdo empresas gigantescas como Apple, Facebook, Google, Microsoft, Pepsi, Disney, Walmart, General Motors, Exxon, General Electric, Chevron e IBM, y nada menos que el Pentágono, que advirtió sobre las desastrosas consecuencias del cambio climático sobre la seguridad nacional. El diario El País de Madrid editorializó ‘Todos contra Trump’, afirmando que “La Unión Europea y el mundo deben unirse para aislar a EEUU y obligarlo a rectificar su decisión de abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Fiel a su política de ensimismamiento, Donald Trump ha dicidido que Estados Unidos se desentienda del futuro del planeta . El abandono del Acuerdo de París contra el cambio climático es una decisión irresponsable, contraria a la evidencia científica, cuyas consecuencias se harán sentir en todo el mundo, pero muy especialmente en EEUU. El país que históricamente más ha contribuido al calentamiento global y que ahora mismo sigue siendo el segundo emisor de gases de efecto invernadero no puede aislarse del consenso planetario sin pagar por ello un alto precio […] Trump ha de entender que si EEUU ignora los problemas del mundo, el mundo lo aislará”. Donald Trump comenzó su gestión abandonando el TPP, que se oponía al Acuerdo de Libre Comercio Asia-Pacífico (Ftaap, por su sigla en inglés), encabezado por China Popular, que lanza su nueva “Ruta de la seda” y toma en el mismo Foro de Davos el lugar de liderazgo que ocupaba EEUU. Ahora abandona la alianza atlántica con sus aliados históricos y se enemista con el resto del mundo por despreciar la peor amenaza que se cierne sobre la humanidad. Con todas estas decisiones, y con sus gestos, Trump está destruyendo los fundamentos de la República Imperial de los Estados Unidos. Seguramente habrá factores internos que traten de impedirlo.
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