Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Política

Una argolla de acero en la garganta de la libertad de expresión

Carta abierta de Federico Fasano al presidente Lacalle Pou.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Sr. presidente de todos los orientales,
Dr. Luis Lacalle Pou

Federico Fasano Mertens, cédula de identidad Nº 1.065.361-5, se presenta ante usted como ciudadano,  para invitarlo a reflexionar sobre una decisión crucial que la historia acaba de colocar en sus manos.
Me quito el barbijo de la emergencia para hablarle de ciudadano a ciudadano, para que el hisopo, en la decisión que debe adoptar, no revele en su persona  ningún contagio del virus contra la democracia que amenaza expandirse en el período que le tocó en suerte.

El uppercut que el poderoso y perpetuo monopolio de la televisión privada, en manos de un puñado de familias, acaba de conectar en la mandíbula de la sociedad civil, pidiendo la nulidad de la concesión legal otorgada bajo concurso transparente, a 3 nuevos canales no afines al discurso hegemónico, puso una argolla de acero en la garganta del pluralismo informativo.

El monopolio de la TV privada, que durante 70 años, incluidos los 15 años de los gobiernos frentistas, fue la única voz informativa y cultural en el único medio de comunicación masivo que llega gratuitamente a toda la población, ha logrado en estos 14 lustros que ningún “intruso” le dispute un solo minuto de transmisión.

Tuvo la impensable fantasía de que no exista ninguna rendija disidente en su circuito. Fue su capricho. Y lo logró en una hazaña que no tiene precedentes en ningún país relevante de la democracia liberal, donde por lo menos existe una voz distinta. Hasta en México la poderosa Televisa tuvo que admitir la competencia.

El monopolio uruguayo contó con la complicidad de todos los gobiernos blancos y colorados desde que en 1950 llegó la TV a nuestro país y también contó durante 15 años con la ingenuidad de la izquierda uruguaya, que al dejar el poder no pudo facilitar la existencia de por lo menos una sola voz televisiva diferente a la hegemónica.

Como en las norias, en el tema del monopolio de la TV, la izquierda ha estado caminando 15 años sin parar, sin moverse del mismo sitio. Ni siquiera pudo poner en funcionamiento la ley de medios que sancionó en 2014, no pudo cobrar un solo peso del canon al monopolio como preceptuaba la norma legal, ni pudo integrar en todos estos años el Consejo de Comunicación Audiovisual. Y solo a último momento venció sus vacilaciones y convocó a un concurso público y reglado a derecho.

La izquierda tiene alma, corazón y mente pero no tiene medios de comunicación de masas, están tumbados, acepté en la década de los 60 la misión de ponerlos de pie. Pero pese a haber dedicado toda mi vida a esa tarea, el Leviatán, me dobló la mano. Mi misión está inconclusa.

El monopolio fue un eficiente director técnico del antifútbol: si la pelota pasa (llamado a concurso), foul, y el hombre no pasa (los nuevos medios adjudicados). Y si el árbitro está comprado, el resultado es previsible. Y si por esas casualidades, como fue este caso, pierden el partido en la cancha, lo ganan en la liga, como pretenden ahora.
Sr. presidente, me viene a la memoria la pesadilla de 1994, hace 26 años, conduciendo su padre Luis Alberto Lacalle Herrera los destinos de la nación, cuando 11 empresas se presentaron a la licitación por él convocada, para concesionar la televisión por cable coaxil en la capital del país. El llamado, obviamente prohibía presentarse al monopolio de la televisión privada abierta, además de no autorizar el consorcio de los aspirantes. Pues bien cada uno de los canales privados abiertos presentó una propuesta con testaferros y además violando la prohibición del consorcio se unieron en una sola empresa, Equital SA. No tuvieron ni siquiera el cuidado de cambiarles una sola coma a las tres propuestas. Las tres eran iguales, tenían exactamente la misma redacción. Las 8 empresas restantes que nos presentamos, la mía bajo el nombre de Canal Cable Comunidad, dejamos en evidencia la irregularidad y se nos aseguró que sería respetada la normativa del Llamado.

Me reuní antes del fallo en el restaurante El Águila con el secretario de la Presidencia, Pablo García Pintos,  quien me aseguró que ninguna concesión por cable sería otorgada a los canales abiertos. Semanas después, el resultado fue escandaloso. El Poder Ejecutivo, violando las propias normas de su Llamado, eliminó a todas las empresas que se presentaron con excepción de las que se camuflaron con los tres canales del monopolio. Y fue así que nació Montecable Visión SA (Canal 4), Tractoral SA, conduciendo TCC (Canal 10), y Riselco SA, ofertando Nuevo Siglo (Canal 12), todas consorciadas en Equital SA.

Quedó probado una vez más que el poder de la imagen es el jugo gástrico del régimen conservador y que nada ni nadie puede disputarle hegemonía.

El presidente Lacalle Herrera argumentó que si no les concedía todos los canales por abonados a los tres canales privados de la TV abierta, esta colapsaría y la población se quedaría sin televisión gratuita. El libre mercado, la competencia, todo fue sacrificado en el altar del irredento monopolio. Fue así que la impunidad del monopolio y el gobierno de Lacalle padre se convirtieron lamentablemente en una pareja de sinónimos. Pobre democracia.
La democracia se estresó. Yo titulé en La República “Golpe de Estado comunicacional” e inicié una campaña nacional e internacional que duró 10 meses, con largas sesiones parlamentarias, citaciones en el Senado a todas las empresas expulsadas por el abuso imbécil de una clase dominante atrasada y además anacrónica porque no entendía que en el mundo civilizado se abrían en esas épocas otras voces a las pantallas de la televisión. Decenas de juicios llenaron los juzgados y durante 11 años el tema estuvo en el Tribunal de lo Contencioso Administrativo, TCA, hasta que finalmente el fait accompli, el hecho consumado, se impuso: era imposible después de una década obligar al monopolio a descablear todas las calles de Montevideo. El truco de los fuertes terminó imponiéndose contra el derecho de los débiles.

La virtud de este vicio fue que el monopolio quedó desnudo ante los ojos del pueblo uruguayo, y a partir de ese episodio nunca más contó con la simpatía popular de una audiencia que lo soportó resignado ante la ausencia de otras opciones.

El sentido común se enfadó y lo hizo saber en todos los rincones del país. Desde el exterior llegaron decenas de repudios al golpe avieso, enviados desde lejanos países y desde respetables organizaciones internacionales. Es lo que pasa cuando se impone el darwinismo audiovisual por la fuerza y contra toda legalidad republicana.
Las rebeliones se producen generalmente en los callejones sin salida. Y fueron meses de rebeldía en que la protesta se escapó por el pulmón social que dejó abierta esa inequidad. Pero en aquellos tiempos el Frente Amplio no representaba a la mitad del país como en estos últimos años y la posibilidad de réplica estaba acotada. Hoy son otras las circunstancias y el precio político que habrán de pagar, si la historia se repite, será de otra envergadura.
Años después me reuní en su residencia con su padre, el expresidente Lacalle Herrera y hablamos francamente sobre su injusta y antidemocrática decisión. Y, nobleza obliga, me reconoció su error, me dejó entrever que no tenía más remedio que darles a los tres canales abiertos la totalidad de la televisión por abonados en Montevideo, y además deduje, por su estado de ánimo, que el monopolio había sido ingrato con él. Trató de enmendar en parte los graves perjuicios causados, que en mi caso me llevó a desprenderme de CX 30 Radio Nacional que había adquirido 5 años antes, pero el daño ya estaba hecho y era irreparable más allá de la buena intención de acotarlo.

Sr. presidente Lacalle (h), ¿la historia volverá hoy a repetirse?
Prefiero no creerlo. Confío en que usted haya aprendido las lecciones que dejó ese alevoso ataque a la democracia republicana hace casi 3 décadas.

Confío en que usted no imitará a ese gobernante sin escrúpulos, Giulio Andreotti, que definía el arte de gobernar con cínicas reflexiones: “Gobernar no consiste en resolver problemas, sino en hacer callar a quienes los plantean”. Y así le fue.

Confío en que usted sea justo. Justicia significa dar a cada cual lo que le corresponda. Una sociedad injusta está condenada a destruirse a sí misma.

Confío en que usted tenga vocación de estadista. Un político piensa en las próximas elecciones, un estadista, en la próxima generación.

Confío en que usted no sea un Robin Hood al revés, que les quita a los medios más débiles para darles a los medios más poderosos.

Confío en que usted sea un demócrata. No hay democracia sin demócratas y usted se comprometió a serlo e incluso ahora acaba de firmar una carta de Vargas Llosa comprometiéndose a no limitar la libertad, hoy amenazada por el pedido que le hizo un monopolio que se niega a la libertad de difusión.

Permítame darle un consejo, ya que tengo la edad de su padre, nací el mismo año: el máximo poder sin concordia social no le servirá, y la máxima arenga y el mínimo diálogo con la sociedad, tampoco.

Confío en que haya aprendido que la democracia no termina en las urnas, empieza después de las urnas. Aproveche esta situación para demostrarlo.

Ignoro si usted le debe algo a los tres canales consorciados en un monopolio, pero sea cual sea el favor recibido, no vale la pena vender su alma a Mefistófeles.

La democracia prebendaria, basada en favoritismos, premios y castigos es lo que llevó al centenario poder conservador a perder las elecciones en forma abrumadora durante 15 años, dándole incluso mayorías parlamentarias a un solo partido que no tuvo necesidad de formar una coalición.

Mire que las democracias producen sorpresas, pero su más alta constatación es la reflexión de las sociedades civiles que no aceptan el monopolio de tres familias en la televisión privada abierta.

Usted sabe muy bien que estos tres canales se dedicaron durante 70 años a parcelar el conocimiento, a desmenuzar la cultura y mutilar la reflexión. Ejercieron un poder omnímodo para modelar las conciencias, poder que la voluntad popular no les otorgó.

Qué clase de democracia es esta en que tres canales privados de TV abierta, excluidos expresamente por la ley 19.307 del 29 de diciembre de 2014, prohibida su interferencia directa o indirecta en la adjudicación de nuevas señales de televisión a ser difundidas por el circuito cerrado, se presentan a través de sus tres empresas por abonados, para pedirle que anule los derechos de sus posibles competidores, otorgados por una ley en un Llamado público en el que todos tuvieron la oportunidad de presentarse. Tres empresas impugnantes que carecen de legitimación activa, que carecen de legitimación ética y que no exhiben ningún perjuicio o daño por las adjudicaciones decididas en el marco de un Estado de derecho. Tres empresas que no tienen arte ni parte en el Llamado, que no lo impugnaron antes de su culminación y que una vez concedidos los derechos adquiridos, le piden a usted que anule esos derechos, exponiendo al Estado, es decir, al pueblo uruguayo, a millonarias demandas por daños materiales y morales. Con el agravante de mentir en sus fundamentos alegando que la Ursec no tenía facultades, que solo el Poder Ejecutivo podía convocar a los interesados, cuando expresamente esas facultades se las otorgó el propio Poder Ejecutivo en su decreto 160/019 antes de la convocatoria, avalando además todas las actuaciones de ese organismo. Una chicana más para ganar en la liga lo que perdieron en la cancha.

Sr. presidente, creo en la alternancia de partidos y creo que la que estamos viviendo fortalecerá aún más a la izquierda nacional en la que milito desde hace más de 60 años a través de los 16 medios de comunicación que fundé. Pero el problema de esta alternancia democrática, teóricamente honorable, es que vive en la casa donde ejerce sin rubor su oficio, una persona indecente de más de 70 años, llamada monopolio canalero, que prostituye todo lo que hace.

Y usted lo sabe. Sabe que yo estoy prohibido en las pantallas del monopolio. Es una condecoración que no muchos pueden exhibir. Yo la llevo con orgullo.

Advertí últimamente en algunos artículos periodísticos que “la loba que parió el monopolio informativo estaba otra vez en celo”. No me equivoqué, aunque me sorprendió la osadía con que actuaron. Pensé que iban a poner todas las trabas posibles, pero nunca imaginé que iban a pedir la nulidad de una concesión gubernamental, convocada por mandato de una ley.

Sr. presidente, hoy la decisión final está en sus manos. Ambos sabemos que el mundo ya no va a ser el mismo. Estamos de acuerdo con usted en que los tiempos que vienen parirán una nueva realidad. No estamos de acuerdo en el contenido de esa nueva realidad.

Confío en que su decisión anuncie el final de 70 años de “normalidad” monopólica en la información de masas.
Confío en que usted decida que también habrá transparencia en todo lo que proteja el derecho de los uruguayos a conocer todas las ideas, sin ver amputada ninguna voz por representar otra forma de ver esa nueva realidad. Usted sabe que los uruguayos aman la libertad y hemos sabido defenderla juntos, desde idearios opuestos, en momentos oscuros de nuestra historia.

Confío que mantendrá a rajatabla su promesa de ser “garantía de transparencia”, de no devolver favores a nadie y de ser leal a su compromiso público de que con usted nunca habrá un interés oculto detrás.
Esta advertencia para que no se deje entrampar no la formulo en defensa de mis propios intereses. Si me presenté para fundar el décimo séptimo medio de comunicación a mis 80 años de edad, no es porque me guste volver a zambullirme en el torrente sanguíneo que absorberá todas mis energías y mis reservas vitales y económicas, porque nadie piensa que Eutopía TV puede dejar utilidades. Lo hice por responsabilidad frente al pueblo uruguayo, ante la izquierda a la que pertenezco, para completar una misión aún inconclusa.

Este es mi sexto intento para otorgarle a la izquierda el ingreso a la televisión uruguaya.
Todos estos intentos menos este, hasta el momento, los impidió con malas artes la derecha vernácula. El primero, Canal Cable Comunidad, lo impidió su padre. El segundo, Señal 1, que compré a un personaje vinculado al sanguinettismo, y con el cual obtuve los derechos de transmisión del Mundial de Fútbol Corea-Japón 2002, compitiendo con Francisco Casal, lo impidió el propio Partido Colorado al convencer a Cablevisión de que me quitara de la pantalla. El tercero, Canal 8 de televisión, me lo impidió también el gobierno de Sanguinetti al alegar razones técnicas que obstruían a un canal argentino que nunca denunció nada. El cuarto intento, TV Libre, comenzó muy bien, hasta que el poder decidió que los canales que subían la señal dejaran de pagar nuestros servicios y, como seguimos funcionando, pese a ello, decidieron, todos menos uno, bajarnos de la pantalla. Y el quinto fue el llamado por la televisión digital abierta, donde salí primero en los 9 ítems de puntuación objetiva con fundamento específico en cada uno de ellos y ante la inminencia de obtener la concesión, la desintegrada CHAI, donde se alejaron las organizaciones que aseguraban imparcialidad, puso bolilla negra sin obligación de fundamento ya que era votación subjetiva. Me bajaron de esta manera el promedio, desplazándome del primer lugar al tercero. Solo se concesionaban dos canales, por lo que quedé afuera una vez más. Con el agregado de que los dos concesionados incumplieron sus obligaciones y no hubo para el pueblo uruguayo televisión digital privada fuera del monopolio. Otra vez la anécdota del perro del hortelano se hizo presente.

En este, mi sexto intento, obtengo por primera vez la posibilidad de hacer, con importantes y dignos socios vinculados al espacio del trabajo, que es el que mueve al mundo y a la especie humana, un canal de televisión que tenga pantalla legal e inamovible en todo el territorio nacional. Era la gran oportunidad de la izquierda: gestionar una señal de televisión profesional, de excelencia, porque era la primera vez que dispondríamos de pantalla en el 100% de todos los canales por abonados en todo el país, sean estos por cable, por UHF, por MMDS o por aire. Una oportunidad única y, además, avalada por la ley.

Y nos pusimos a trabajar codo a codo con mis socios. Y adquirimos para ello las instalaciones y los sets, ubicados en el edificio de la ex Impresora Polo, y todos los equipos necesarios para competir con el monopolio, por una televisión diferente y contestataria. Bajo el eslogan “Otra forma de ver”.

Hasta que llegó el atentado del monopolio. Previo al atentado, hubo una campaña en las redes contra mi persona. E incluso llovieron amenazas anónimas si no me retiraba. Una de ellas específicamente pidiendo que me asesinaran. Usted está en conocimiento de ello a través de su ministro del Interior, que actuó con diligencia y responsabilidad en la emergencia.

Hasta inventaron mentiras fácilmente refutables para impedirme ingresar a la televisión. Una fuente del Ministerio de Industria me acaba de informar que esa secretaría de Estado habría recibido una denuncia anónima indicándole que estaba mal otorgada la concesión dado que yo era deudor del BROU. Bastaría una sola llamada telefónica a esa institución para comprobar que Federico Fasano Mertens no es deudor del BROU, que no está demandado por deudas y que una simple solicitud en el Registro Público arrojará como resultado que no sufro ningún embargo o restricción por causa alguna. Pero la calumnia trepa, trepa.

Señor presidente, la verdad es que si me quitan lo ya aprobado por el Poder Ejecutivo, me hacen un gran favor.
Sonia Breccia me dice: “Ya está Federico, misión cumplida, vas a perder la vida en esta batalla, aunque si la quieres proseguir, cuenta con todo mi apoyo y energía”.

Pero no se trata de la tranquilidad de mi vida, se trata de que no hay democracia sin una sola voz disidente en la televisión privada. Es completamente injusto que la izquierda tenga prohibido su acceso a la propiedad de un canal de televisión vigoroso y sustentable, como el que ganamos en buena ley.

Algunos perspicaces observadores me dijeron de buena fe que habían escuchado que el problema era yo y mis 60 años en los medios de comunicación.

Si ello fuera así, si yo diera un paso al costado y eligiera el reposo del guerrero y me retirara a cuarteles de invierno a cambio de que se mantenga la adjudicación a todos los canales ganadores, ese paso lo daría con garantías y todo. La democracia informativa está primero y es una vergüenza uruguaya que desde 70 años no exista otra voz en la televisión privada.

Me ofrezco, señor presidente, si lo considera pertinente, a tener una audiencia con usted, para que escuche mis razones, sin pasión y sin ira, para encontrar una solución a esta crisis, aunque ello implique que yo, no Eutopía TV, dé un paso al costado. Me ofrezco como moneda de cambio. Empeño mi palabra.

Sr. presidente, recuérdelo, para contárselo a sus hijos y a sus nietos cuando tenga mi edad: no hay nada tan estúpido como vencer; la verdadera gloria está en convencer.

 

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO