Este domingo se realizarán las elecciones legislativas en la República Argentina. Son elecciones de medio término y en la misma se renovará un tercio de la Cámara de Senadores (24 de 72) y algo menos de la mitad de la Cámara de Diputados (127 de 257). Técnicamente son 24 elecciones simultáneas, porque tanto los senadores como los diputados nacionales son elegidos por distritos electorales y la competencia se produce dentro de dichos distritos, que conforman las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. De todas las elecciones que se producirán el próximo domingo, la elección de los tres senadores por la provincia de Buenos Aires se lleva toda la atención política. Esto por dos motivos fundamentales: en Provincia de Buenos Aires votan cuatro de cada diez argentinos, por lo que el resultado allí tiene un fuerte impacto político en el país, y es en ese distrito donde se produce la confrontación directa entre el gobierno de Macri, cuya boleta al Senado es encabezada por el exministro de Educación Esteban Bullrich, y la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, al frente de Unidad Ciudadana. La elección se presenta pareja. En la primarias, realizadas en el mes de agosto, la dirigente opositora Cristina Kirchner resultó la opción más votada, superando por unos pocos miles de votos a la lista Cambiemos, del gobierno, y dejando muy atrás al resto de las alternativas electorales. Para esta instancia, casi todas las encuestas de intención de voto anticipaban un triunfo de la boleta oficialista, aunque por una ventaja exigua, comprendida dentro de los márgenes de error de los estudios de opinión pública. De confirmarse el vaticinio de los sondeos, el gobierno obtendría dos senadores por la provincia, pero la expresidenta igual ingresaría a la Cámara de Senadores. Aunque el gobierno y los medios de comunicación oficialistas, que constituyen más de 90% del ecosistema informativo del país, han intentado establecer que una derrota, aunque fuese por poco, significaría el final de la carrera política de Cristina, lo cierto es que su ingreso al Senado a partir del próximo 10 de diciembre, justo dos años después de haber culminado su mandato, representa el principal desafío político para el gobierno, que no ignora que la expresidenta es la líder política con mayor capacidad de convocatoria y que teme que actuando desde la cámara sea capaz de reunir bajo su liderazgo opositor al peronismo, que, incluso hoy, muy dividido luego de la derrota de 2015, continúa siendo el movimiento político y social más importante de Argentina. Para conjurar el desafío de su liderazgo, el gobierno de Macri ha invertido todo su poder en construir una verdadera campaña de destrucción de la imagen pública de la expresidenta mediante el uso simultáneo del poder económico, el poder del Estado, el poder de los medios y el poder judicial, que, en particular en el ámbito de la Justicia Federal, se ha convertido en un instrumento de persecución y campaña contra los funcionarios del gobierno anterior, de un modo a esta altura desembozado. Es así que la campaña electoral para las elecciones de medio término ha incluido un cronograma paralelo de imputaciones y citaciones judiciales que culminan esta semana con el pedido de desafuero y detención del exministro Julio de Vido, la declaración indagatoria del canciller Héctor Timmerman y la citación a la propia expresidenta, que deberá declarar la próxima semana por nada menos que “traición a la patria”. Los medios de comunicación oficialistas, liderados por el grupo Clarín, el emporio de comunicación dominante y verdadero poder detrás del poder, se han encargado de instalar los temas que el gobierno desea y ocultar todos los indicadores que pueden perjudicarlo. El periodismo mayoritario se ha convertido en una permanente revisión del gobierno de Cristina Kirchner, y un seguimiento exhaustivo de las causas judiciales que la involucran, soslayando cualquier abordaje de los problemas que enfrenta Argentina en la actualidad y ocultando o maquillando las políticas más impopulares, cuyos efectos en la calidad de vida de la gente ha sido notable. En la Argentina de Macri opera una verdadera tecnología del odio al servicio de los intereses del gobierno. Desde los medios convencionales hasta las redes sociales utilizadas hasta el límite para ensalzar una opción política y destruir a los que se opongan, sin detenerse en detalles legales, deontológicos ni consideraciones morales. Por un lado, la prensa es utilizada para difundir una realidad paralela, una hiperrealidad que incluye permanentes puestas en escena amplificadas por los aparatos mediáticos, al punto ridículo de mostrar a los miembros del gobierno saludando a multitudes inexistentes, pero es en las redes sociales donde se observa el extremo más grave de esta estrategia: miles de cuentas falsas administradas desde call centers financiados por el Estado se encargan día a día de instalar un clima social de carácter fascista que habilite a cualquier cosa, incluyendo la prisión política de opositores y violencia represiva. El caso de la desaparición forzada de Santiago Maldonado ha expuesto toda la perversidad de esta metodología de construcción de poder. Un joven desapareció en una represión ilegal y brutal a una protesta mapuche en la Patagonia y durante 78 días el gobierno puso a andar todos los mecanismos que le permitió su poder para encubrir su responsabilidad, difamar a la víctima y a sus allegados, desviar la investigación, negar al desaparecido, plagar el expediente de pistas falsas, justificar la represión, desvirtuar la movilizaciones sociales que reclamaban la aparición con vida de Santiago infiltrándolas con provocadores, espiar a la familia y responsabilizar a los indígenas. Todo el poder del poder para que una parte de la sociedad odiara a un artesano de 28 años, que había participado en una movilización legítima, hasta que cinco días antes de las elecciones se filtró la foto que había ocultado la Gendarmería que muestra a Santiago huyendo de la balacera el día de la represión y, simultáneamente, un cuerpo flotando a pocos metros de donde los testigos mapuches vieron cómo se lo llevaban. Todo el edificio de mentiras se vino abajo de un solo golpe a pocas horas del domingo. Es imposible saber si el hallazgo afectará al gobierno en la instancia electoral. Pero la conmoción social es innegable. El domingo se sabrá cuánto daño han hecho a la integridad humana de Argentina, porque han quedado tan desnudos en su maldad que ya no precisan votantes crédulos, precisan votantes cómplices.
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