“Tenemos que sustituir los aviones que se denominan de combate porque los que hay son viejos, de la época de la guerra de Vietnam, y es una proeza tenerlos volando. La realidad es que ya no se consiguen ni repuestos”.
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Las palabras del exministro Eleuterio Fernández Huidobro, dichas en marzo de este año, resuenan hoy como la crónica de una muerte anunciada después de al menos una de las dos tragedias aéreas que en menos de una semana causaron el fallecimiento de cuatro personas.
El viernes pasado un avión militar cayó en Durazno y provocó la muerte de los dos ocupantes. Pertenecía a la Brigada Aérea II de Santa Bernardina y era piloteado por el teniente primero Diego Medeiros y el teniente segundo Cristian Estévez.
El accidente fue un duro golpe para las Fuerzas Armadas y coincidió con la asunción del nuevo ministro, Jorge Menéndez, quien anunció que “la comisión investigadora de la Fuerza Aérea está llevando adelante una investigación inicial para determinar las causas y las medidas a tomar”.
Cuarenta y ocho horas después de sus palabras, otra tragedia golpeó a la fuerza del aire: un helicóptero se estrelló en el aeropuerto de Carrasco a las cuatro y cuarto de la tarde y, por la noche, murieron sus dos ocupantes. En el helicóptero UH-1H, matrícula FAU 055, se encontraban el capitán Fernando Martín De Rebolledo y el alférez Gonzalo Correa, quienes realizaban un vuelo de instrucción.
El piloto instructor contaba con más de 1.300 horas de vuelo y más de 1.100 correspondían a la aeronave siniestrada. De todas formas, y aunque se está en una etapa inicial de la investigación, en este caso nada hace indicar que se tratara de un desperfecto técnico de la aeronave.
La grave situación del equipamiento de la Fuerza Aérea fue largamente planteada por el ministro recientemente fallecido. “En pocos años nos quedamos sin los A-37, que ya son aviones de museo”, advirtió el año pasado con la convicción de que era urgente adoptar medidas para modernizar las flotas.
Y las palabras de Huidobro no fueron aisladas: las repitió en marzo de este año en el marco de los actos en conmemoración del 103° aniversario de la Aviación Militar y Día de la Fuerza Aérea Uruguaya.
Allí destacó la necesidad de reforzar los aviones para la patrulla costera, la maquinaria para el Ejército y aeronaves para patrulla. “Esto es lo que Uruguay necesita. No es cualquier cosa, son herramientas específicas”, acotó.
Y volvió a plantearlo en la Comisión de Defensa del Parlamento, y allí contó que ya había hablado con su par de Economía y Finanzas, Danilo Astori, para encontrar la manera de avanzar en el fideicomiso.
“Es tan necesaria la renovación de los aviones y barcos que se ilustra con lo que ocurrió hace unos días, cuando la Armada argentina hundió un pesquero que minutos antes había estado en las costas uruguayas y no lo pudimos perseguir”, sentenció.
Huidobro recalcó que la decisión final sobre la renovación la tiene el ministro de Economía y Finanzas, ya que los aviones que se necesitan tienen un valor de aproximadamente 100 millones de dólares.
Y no fue el único en hablar del tema. Lo mismo había dicho en setiembre del año pasado Alberto Zanelli al asumir como nuevo comandante en jefe de la Fuerza Aérea, en sustitución del retirado Washington Martínez. El flamante jefe de la fuerza dijo que su prioridad sería renovar la flota de aviones de Defensa.
En realidad desde que asumió el gobierno de Tabaré Vázquez se planteó la urgencia de encontrar soluciones dado el desastroso estado de la estructura de la Armada y la Fuerza Aérea. En búsqueda de una salida que no afectara el presupuesto, se resolvió conformar una comisión interministerial entre Economía, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) y Defensa.
La salida financiera, ante las conocidas dificultades económicas del gobierno, era crear un fideicomiso para financiar el equipamiento nuevo, ya que eso no estaba previsto en el presupuesto para este año.
“No claudicaremos en hacer la coordinación que sea necesaria ni en ir a golpear las puertas que hagan falta para obtener aquellas cosas que necesitamos”, declaró entonces Zanelli, aludiendo a la preocupante falta de recursos de las Fuerzas Armadas.
“Hoy nosotros precisamos patrullas oceánicas, helicópteros medianos marinizados –por las novedades que tenemos en el mar–, aviones de defensa, y eso puede andar en torno a los 400 millones o 500 millones de dólares”, dijo.
La idea del fideicomiso era conseguir dinero más rápido a pagar a largo plazo para iniciar poco a poco una tarea renovadora, que lamentablemente no llegó a concretarse a tiempo.
Zanelli explicó que pese a la precariedad de los aviones que ya tienen varias décadas, la situación se compensa con la experiencia de los pilotos, que han cumplido alrededor de 7.500 horas de vuelo.
Sin embargo, pese a las buenas intenciones, la situación no varió en los últimos meses. Según explicó esta semana el nuevo ministro de Defensa ante la Comisión de Defensa del Senado, de 18 aviones de combate que posee la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU), solamente uno está en condiciones de volar.
La crisis de la Armada
La situación de precariedad no se limita a la Fuerza Aérea: la Armada está en situación similar o más grave. Tiempo atrás el comandante de la flota, contraalmirante Daniel Menini, expresó su “enorme preocupación” porque “no se cuenta con los medios como para poder atender varias circunstancias y eventualidades que puedan suceder”.
“Hoy se da la paradoja que nos encontramos con la flota más envejecida de la era contemporánea, es decir, desde finales de la primera guerra mundial hasta hoy. El promedio de vida útil del material es de 47 años, es un material claramente obsoleto con un retraso tecnológico importante”, agregó.
La Armada tiene muy pocos barcos en condiciones de navegar. Se estima que el promedio de la flota es de 60 años de antigüedad. A ello se suma la preocupante escasez de personal y que en el último presupuesto quinquenal a las Fuerzas Armadas no se les dio aumento alguno.
Actualmente la fuerza está compuesta por doce buques que tienen un promedio de 47,4 años desde su construcción, cuando lo normal es que el promedio de las naves esté entre los 15 y 20 años de antigüedad.
Según lo que informaron las autoridades ministeriales ante la Comisión de Defensa, los barcos de la Armada están categorizados como C-3 (Charlie 3), lo que quiere decir que están en condiciones de navegación marginal y no pueden garantizar la seguridad.
En noviembre del año pasado, en el acto de conmemoración del 198º aniversario de la fuerza, y en presencia del presidente Tabaré Vázquez, su comandante, Leonardo Alonso, planteó públicamente la gravedad del momento.
“Somos conscientes de la compleja situación en cuanto a la disponibilidad de recursos. En nuestro país debe haber instituciones y organismos con muchas necesidades, pero quiero destacar enfáticamente que la Armada, sin lugar a duda, es una de ellas”, sostuvo el almirante en el acto de la Plaza de la Armada (ex-Virgilio) en Punta Gorda.
El reclamo no es nuevo, viene de años atrás. Ya en octubre de 2013 el comandante Jorge Jaunsolo fue sancionado con tres días de arresto por haber planteado en un acto los problemas presupuestales de su fuerza.
«Me disculpo, pero es imposible mantener toda una fuerza de mar con solamente un presupuesto de algo más de 700.000 dólares al año», señaló entonces el jerarca.
Tres años después, el reclamo se repitió enfáticamente –esta semana– cuando el comandante del Ejército, general Guido Manini Ríos, y el jefe del Estado Mayor de la Defensa, general Nelson Pintos, solicitaron al nuevo ministro de Defensa un aumento presupuestal para las Fuerzas Armadas, argumentando estar inmersos en una grave postergación salarial y una enorme crisis de recursos para mantener y modernizar sus estructuras.
Los muros
El pedido de aumento presupuestal para abordar esta problemática siempre estuvo en el tapete, aunque la trascendencia del problema sólo se aprecie en profundidad cuando las tragedias se concretan. Más de una vez el exministro de Defensa fue muy crítico respecto a los recursos destinados a estas lides por parte del MEF y de todo el sistema político nacional, incluyendo a sus propios compañeros del Frente Amplio.
De todas formas y a instancias del presidente Tabaré Vázquez, una vez asumida esta tercera administración frenteamplista se formó un grupo de trabajo, constituido por el Ministerio de Economía, la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) y el Ministerio de Defensa, para buscar la mejor forma de obtener recursos para renovar las flotas de aire y mar, además de radares y la tecnología necesaria para unas Fuerzas Armadas relativamente actualizadas transcurridas casi dos décadas del nuevo siglo.
Las estimaciones más conservadoras daban cuenta de un monto necesario cercano a los 500 millones de dólares.
Uno de los caminos propuestos para obtener esos recursos fue la creación de un fideicomiso que finalmente no se concretó. Y otra de las variantes que el propio Huidobro manejó ante los senadores de la Comisión de Defensa fue la venta de inmuebles públicos. Según las actas de aquel año, Huidobro señaló que “hay padrones urbanos, rurales y hectáreas como las que están en poder de AFE, que maneja 129.000 hectáreas”.
El ministro señalaba en aquella comparecencia que “Uruguay tiene un mayor tránsito por el crecimiento del comercio que requiere transportar la producción; recibe 240 cruceros por año y aumentó el número de barcos deportivos”. Huidobro recordaba a los senadores que la Armada Nacional también tenía que proteger los cables de fibra óptica submarinos y el oleoducto Cruz del Sur que atraviesa el Río de la Plata. Además, Uruguay tiene compromisos asumidos con la Antártida y con organismos internacionales que implican la responsabilidad de ayudar en búsqueda y rescate. “Yo pregunto qué se haría si hay un acto de piratería o un secuestro en una plataforma. ¿Cómo reaccionaríamos? Esos buques llevan lanchas semirrígidas y también helicópteros para atacar barcos en alta mar”, dijo Fernández Huidobro. A esos buques habrá que agregar el armamento que necesiten, otras lanchas chicas para patrullar la costa y helicópteros. La tarea de seguridad requerirá radares y aviones de combate porque los que hay son los A-37, “que son de museo”. Un A-37 fue el que se accidentó la semana pasada en Durazno.