“La del Frente Amplio no es una unidad silenciosa, una autosatisfacción, un no encontrarnos fallas entre nosotros y adormecernos con el pretexto de no poner en riesgo la unidad. La nuestra es una unidad crítica, que sabe discernir con claridad todas nuestras insuficiencias, que no las evita, que no las escamotea, porque si nos regordeamos con la sola apología de nuestra unidad, poco o nada avanzaremos, poco de bueno brindaremos al país, sino la mera repetición de que somos unidad”. Seregni, diciembre 1971.
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Hoy –pasados cuarenta y ocho años, luego de tres gobiernos nacionales, varios departamentales y municipales, y concluida la primera parte del ciclo electoral con derrota para nuestra fuerza política, por la forma en que esta se da– podemos aseverar que estamos en inmejorables condiciones de iniciar, siguiendo “La Huella” del compañero general Seregni, un proceso de balance crítico y autocrítico capaz de desembocar en definiciones políticas y estratégicas que nos permitan dar respuestas claras y contundentes, en todos los érdenes, a la nueva realidad.
De reafirmar, a través de acciones concretas, nuestro compromiso de seguir luchando organizadamente junto al pueblo en la construcción de una patria cada vez más igualitaria en oportunidades para todos y todas sus habitantes, a partir de seguir levantando un programa que reconoce y valora las diferencias existentes en nuestra sociedad, como forma de poder superarlas.
Un proyecto que en noviembre recibió la adhesión de casi la mitad de la ciudadanía y que en los próximos años confrontará en todos los planos con una derecha neoliberal y autoritaria que pretenderá restaurar los viejos privilegios de unos pocos, a costa de los derechos y la calidad de vida logrados por las grandes mayorías populares a lo largo de los gobiernos del Frente Amplio.
Gobiernos nacionales, departamentales y municipales que –fieles al programa de la fuerza política, la mayoría de las veces a partir de buenas decisiones– lograron excelentes resultados que llevaron al Uruguay, según Cepal y el Banco Mundial, a ser el país que, en el continente más desigual del planeta, sin lograr escapar a la regla, obtiene los mejores resultados a la hora de redistribuir la renta o de ostentar, según la revista The Economist (que no es de izquierda, por cierto), la única democracia plena del continente.
Así como también otras veces se cometieron errores en la elección de alternativas que significaron retrasos en la concreción de nuestros objetivos programáticos y que mucho nos duelen porque significan todavía, al cabo de quince años, bolsones de compatriotas que en la globalidad de sus vidas no han logrado acceder todavía a condiciones de vida dignas en el más amplio sentido del término.
Promoviendo siempre el accionar de los/as frenteamplistas en el Estado o en organismos de cualquier índole –de acuerdo a las convicciones históricas de la izquierda uruguaya y al legado ético de nuestros padres fundadores, e inspirados en ellos– corregimos y sancionamos en todo momento los desvíos en la gestión, en la concepción del hacer político diario y en el mantener en alto nuestras banderas. Es cierto que no siempre con la celeridad que las circunstancias en ocaciones lo hubieran requerido. Pero sin renuncios, lo que constituye una actitud de principios inédita en el sistema politico uruguayo.
Así, luego de la interna de junio, ingresamos a la disputa electoral. Todo ese bagaje de logros y conductas nunca fue tratado con destreza por parte del entorno asesor y comunicacional de la fórmula durante la campaña; no así desde la fuerza política que logró sí plasmar una “operacion de redes” que siempre se mostró cercana al gobierno y a nuestra identidad frenteamplista.
La campaña que culminamos por momentos se tornó errática y carente de conducción política, nunca los comandos designados ni el político ni el operativo, en cualquiera de sus versiones, lograron dirigir la campaña. Al mismo tiempo que el cúmulo de errores y carencias evidenciados, más allá de la voluntad y las buenas intenciones, tornan imprescindible un análisis crítico del trabajo de las comiciones centrales responsables de la organización, las finanzas y la comunicación.
En el camino a las departamentales y municipales de mayo se deberá tener muy en cuenta ese análisis y corregir rumbos.
Pero si algo ha quedado claro al cabo de esta primera parte del ciclo electoral que culminó hace algunas semanas, por encima de cualquier consideración, es la vigencia y la mística de la bandera de Otorguez, es el convencimiento, la entrega y la seregnista terquedad de los y las frenteamplistas a la hora de militar este proyecto inspirado en los mejores valores artiguistas que permanecen vivos en el pueblo oriental.
Pero esa militancia, ese dejar todo en la cancha, no fue ni es casual ni espontáneo.
La admirable alarma que se materializó en los colectivos de toda índole reunidos en La Huella, así como la másiva irrupción de los jóvenes a la disputa del Voto a voto en el tramo final hacia el balotage, se comenzó a gestar en el camino a octubre a partir de la campaña de contactos llevada adelante desde los comités de base, las asambleas del 25 de agosto y la histórica jornada de las 100.000 visitas, despliegue inédito en la historia político-electoral del Uruguay.
Fueron cientos de actividades llevadas a cabo en los barrios por los comités de base, coordinadoras y departamentales, de “movidas” grandes y pequeñas, cientos de miles de conversaciones mano a mano en ferias y lugares de concentración, a lo que se sumó también el trabajo y las 3000.000 cartas de Las Redes Frenteamplistas.
Trabajo acumulado que con el correr de las semanas generó un gran efecto dominó que a partir del resultado adverso del 27 de octubre –que puso en riesgo real los logros alcanzados durante 15 años por el proyecto del Frente Amplio– consiguió involucrar a decenas y cientos de miles de frenteamplistas a proponerse conseguir un voto más, y terminó con el corrimiento de casi 200.000 ciudadanos a respaldar el proyecto representado por la formula Martinez-Villar.
El gran logro, el gran “haber” de la etapa, que no se debe perder desde el punto de vista del fortalecimiento de la organización política, es la recuperación de una metodología de trabajo absolutamente ligada a la historia de la izquierda uruguaya, la militancia 4×4, la movilización y el contacto mano a mano con la gente, escuchando, proponiendo y sumando pueblo a la lucha.
Una forma de trabajo basada en la alegría, el abrazo y el desvelo de miles y miles de frenteamplistas que una vez más mostraron que el Frente Amplio es mucho más que una suma de partidos y sectores políticos con un programa común; es un sentimiento arraigado en el corazón de una parte muy importante de nuestro pueblo a partir de una experiencia de lucha en unidad de casi cincuenta años.
Un estado de ánimo que contrastó con la falta de convencimiento en algunos dirigentes de que era posible una remontada como la que en definitiva se dio.
Una ola de voluntades que luego del 27 de octubre adquirió variadas formás de expresión, pero que todas a la hora de operar organizadamente en los territorios en la campaña del Voto a voto lo hicieron a través de coordinadoras y comités de base que esperaron a esos “colectivos” (ej.: médicos) con un plan para salir a tocar puertas.
Hubiese sido imposible desplegar en campo, de manera organizada, toda esa voluntad militante sin esa estructura tan criticada e ignorada, pero que a la hora de ponerle el cascabel al gato, una vez más mostró que esta fuerza política tiene en las bases y en los comités de base su reserva ideológica, política, ética y organizativa.