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Editorial

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Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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El voto, como la felicidad, no se derrama torrencialmente. Hay circunstancias en que la acumulación hay que hacerla uno por uno.

Hoy parece ser la tarea más urgente aventar las dudas, la incomprensión y, tal vez, la ingenuidad de quienes aún no perciben que la coalición que encabeza Lacalle Pou es una alianza frágil, conservadora, ruralista, oligárquica y neoliberal que se propone gobernar para la minoría más poderosa y difícilmente se sostenga dos años o, peor aún, que sobreviva a la aprobación del presupuesto.

Parecería, de acuerdo a los resultados de las recientes elecciones, que aún hay mucha confusión y que hay mucha gente que está disgustada o desencantada, que aspira a tener un mayor bienestar, que tiene temor por su seguridad, por su trabajo, por el riesgo de perder lo que se obtuvo o se ha convencido de que cambiar por algo distinto abre oportunidades nuevas.

Esta gente señala errores en el gobierno, aspira a vivir mejor y cree en una persistente campaña de los medios hegemónicos que alientan la disconformidad, la alternancia y el cambio de gobierno.

Frente a la continuidad con mejoras de gestión que propone Daniel Martínez, Lacalle Pou ha explicitado en muchas oportunidades sus propósitos, aunque en un documento recientemente acordado entre los coaligados, se han eliminado las aristas más filosas que delataban la crudeza de sus objetivos.

La coalición multicolor ya tiene sus integrantes: el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido de la Gente y la cúpula del pulverizado Partido Independiente.

El documento firmado y difundido el día martes se llama “Compromiso con el país”, pero debió llamarse “Para engañar a la gilada”.

El mismo es un ajuste al presentado por Luis Lacalle Pou y elaborado por el ideólogo de su proyecto político, el filósofo neoliberal Pablo Da Silveira.

Es un documento vago, largo y confuso que pretende una precisión que no tiene.

La mayoría de las frases comienzan con condicionales que indican que las ideas propuestas se realizarán si se puede, si las condiciones necesarias se lo permiten, si se consiguen los votos para aprobarlas y si se concretan los acuerdos que se anuncian y desean.

Prácticamente en ninguna parte de ese largo viru-viru se expresan los caminos, las acciones y los instrumentos del mencionado conglomerado para llevar adelante algo concreto. Ni siquiera se menciona la famosa ley de urgencia, que parecía contener el huevo de la serpiente y que Lacalle prometió solo dar a conocer si ya nos embarró a todos.

El documento es deliberadamente restaurador. Se revisan todos los logros alcanzados por los gobiernos frenteamplistas. Es amenazante porque se anuncia que se revisarán las gestiones de las instituciones en procura de descubrir irregularidades o delitos. Es peligrosísimo porque se meterán con los sueldos, erosionando los Consejos de Salarios de manera que los más poderosos sean los más privilegiados. Es un gran engaño, porque oculta que tocarán los ingresos de los jubilados, las prestaciones del Mides y el Plan Ceibal. En el documento publicado, se evidencia, además, el deseo de revisar las políticas sociales, la gobernanza de las empresas públicas y de los organismos rectores de la enseñanza; se comprometen  los logros en materia de salud y educación, el papel de los entes del Estado, la política exterior independiente, el rol de las Fuerzas Armadas, la reforma policial y las pautas con la que actúa la Policía, reinterpretando lo que la ley legisla para la defensa propia e instaurando la política del gatillo fácil. Se miente porque meterán manos en las fiscalías y en la Justicia, se detendrán las investigaciones sobre las violaciones a los derechos humanos en la dictadura y la búsqueda de los desaparecidos.

A la coalición oligárquica “no la une el amor” y “hay océanos” entre algunos de ellos, como bien dijo Ernesto Talvi. A la “coalición multicolor” la une firmemente el rechazo al Frente Amplio y el deseo de obtener cargos, poder y posiciones. Lo que se desea es “la piñata” y hasta Manini se lanza con vigor al poderoso montón donde se disputan los caramelos. Lo que se quiere es destrozar los logros en beneficio de jubilados y trabajadores y, sobre todo, las transferencias de ingreso que hizo a los más postergados, y sus inmensas realizaciones en todos los campos, desde la salud y la infraestructura hasta la digitalización del país.

Es mentira que bajarán los impuestos, no lo harán con el IVA, ni con el IRPF, ni siquiera con el IASS. Los únicos impuestos que dicen que bajarán son los que gravan a los terratenientes y grandes productores rurales. El gran impuesto que aumentará será el de la devaluación monetaria que reclaman los exportadores y los grandes productores agropecuarios y que la “coalición multicolor” disfraza con el nombre de “aumento de la competitividad”. El acuerdo entre los coaligados no habla de mejorar los ingresos de los trabajadores, ni de los empleados, ni de los obreros, ni de los jubilados, ni los pensionistas, ni de los empleados públicos, ni de los maestros, ni de los profesores, ni de los peones rurales ni de las domésticas. De lo único que habla en materia de ingresos es de aumentar el sueldo a los militares y los ingresos de los productores agropecuarios.

No se habla tampoco de aumentar los presupuestos de la Educación ni de la Salud, ni de la investigación científica, ni de restringir los privilegios de las jubilaciones de las Fuerzas Armadas.

Tampoco de cómo se abatirá el déficit fiscal. Ni siquiera se dice cómo se hará el ajuste de 900.000.000 de dólares del que habló Azucena Arbeleche, la ministra de Economía que anunció Lacalle Pou antes de que se quedara muda.

Por supuesto que ninguno de esta voraz coalición, que ya entró a negociar ministerios y cargos públicos, recordó la  necesidad de continuar ampliando derechos y seguir profundizando en ese campo de mejorar las condiciones de vida de las personas con capacidades disminuidas, los discriminados por su opción sexual, su raza, su religión o su sexo. Es más, los neopentecostales que apoyaron a Lacalle Pou y el presdiente de Cabildo Abierto, Domenech, no se ahorran ni una vez las intenciones de revisar la legislación que reguló el aborto, ni su rechazo a la llamada ideología de género, el matrimonio entre homosexuales, la igualdad de derechos de las mujeres y las leyes contra la discriminación.

 

¿Cuáles son los verdaderos objetivos de la coalición rosada, neoliberal, ruralista y conservadora?

El objetivo primero y principal es el ajuste fiscal, que siempre significa en realidad una transferencia de ingresos desde los pobres, trabajadores y jubilados a los sectores más ricos. Los dos principales partidos, el Nacional y el Colorado, anunciaron un “shock de austeridad” que retirará de la economía entre 900 millones y 1.600 millones de dólares, un ajuste fiscal brutal que traerá como consecuencia inevitable una mayor contracción de la economía, menos actividad, menos consumo y comercio, más pobreza y más desempleo.

¿Por qué lo buscan? Porque en los ajustes fiscales los que ganan son los ricos, así de sencillo y claro. Pierde la gente que tiene ingresos fijos (los pobres, los trabajadores y los jubilados) y ganan los que tienen ingresos variables como los empresarios, y sobre todo el aparato agropecuario exportador, lo que antes, cuando no era políticamente incorrecto, llamábamos “la oligarquía vacuna”, que José Artigas combatió siempre; y contra la que también pelearon José Batlle y Ordóñez y Wilson Ferreira Aldunate, al que amenazaron personalmente de muerte en plena Exposición Rural del Prado en 1963, luego de que anunciara su proyecto de reforma agraria.

El segundo objetivo es disminuir en lo posible los derechos de los trabajadores. Se quiere regular estos derechos a la medida del interés oligárquico. Para eso el primer paso es lo que llaman “avanzar hacia convenios sectoriales que reflejen la diversidad de situaciones y las condiciones económicas particulares de los diferentes sectores”, punto contenido en el capítulo 11 (que tiene el cariñoso y emotivo título “Proteger el mundo del trabajo”) del documento Compromiso con el país.

Hasta un tonto de remate se da cuenta de que esto significa cambiar el formato actual de los Consejos de Salarios, lo que en buen romance significa eliminar la presencia compensatoria del gobierno y llegar a convenios por “sector de producción” y luego por empresa (total, ya que estamos), con el mentiroso argumento de que “no puede regir la misma norma en un supermercado de la capital que en un taller de un pueblo chico del interior”. Precisamente, los sindicatos con más fuerza velarán por sus derechos, mientras que el trabajador del interior se verá sujeto a la imposición de sus patrones, y mientras le bajan el salario seguirá pagando lo mismo por sus alquileres y sus alimentos. Son los derechos de los más débiles, los que están solos, los que hay que proteger.

Ahora bien, en su capítulo “Proteger el mundo del trabajo”, estos buenos muchachos de Lacalle y Talvi no se olvidaron de lo que los mal pensados llamábamos y seguimos llamando “tasa de explotación”, y que las cámaras enmascaran, cuando hablan de trabajo, con el nombre de “productividad”.

Así es que pusieron un inocente punto que dice: “Para que la política salarial sea sostenible y el salario real crezca a lo largo del tiempo, se pondrá énfasis en mejorar los niveles de productividad”; o sea que habrá menos aumentos y más rendimiento y horas exigidas: lo que llamamos aumentar la tasa de explotación. Ni que hablar de la aplicación real de la jornada de 8 horas para el trabajador rural, que estará controlado por funcionarios que responden a un gobierno integrado por grandes patrones rurales.

Eso nos lleva al siguiente objetivo de la coalición oligárquica.

 

Todo el poder a la patria latifundista

Tanto Luis Alberto Lacalle Pou, su padre Luis Lacalle Herrera, como su primo Luis Alberto Heber, Guido Manini y su hermano Hugo, Guillermo Besozzi, Agustín Bascou, así como gran cantidad de dirigentes de primera línea de los partidos Nacional, Colorado y Cabildo Abierto, integran la “patria agropecuaria” o mejor dicho, la “patria latifundista”, que siempre tuvo como buque insignia en lo político al herrerismo.

No olvidemos que Carlos Real de Azúa decía que Luis Alberto de Herrera practicaba una triple identificación: “La de Uruguay con el campo, el campo con la actividad agropecuaria y la actividad agropecuaria con el gran latifundio”.

Para completar el panorama, en esta singular instancia histórica que vivimos, ocurre que el líder principal del Partido Colorado (para indignación de José Batlle y Ordóñez y de Luis Batlle Berres que se deben estar revolviendo en sus tumbas), el economista de la Universidad de Chicago Ernesto Talvi ha señalado al agro como su prioridad absoluta.

Así lo dice el solemne “Compromiso con el País” al afirmar en su capítulo 4, “Impulso al crecimiento: desarrollo productivo y mejora de la competitividad”, que se debe “impulsar al sector agropecuario como motor de la economía”, sin nombrar a la industria, ni a los servicios, ni a las nuevas tecnologías, que hoy explican el desarrollo de las naciones y la división internacional del trabajo.

Nada es gratis. Bien sabemos que los partidos tradicionales cuentan con el apoyo irrestricto de las cámaras empresariales y de la supercámara, que están bajo el liderazgo absoluto de la Asociación Rural del Uruguay. Lo mismo el movimiento Un Solo Uruguay, que ha sido instrumento de la oposición, abanderado de la devaluación y de la liberación de la importación de combustibles refinados y de la destrucción de Ancap.

Dejo para los especialistas el análisis exegético del documento de la coalición oligárquica.

 

UPM II

Finalmente quiero formular una pregunta que hace a la ética discursiva del candidato: ¿se acuerdan cuando el Dr. Luis Lacalle Pou despotricaba día y noche contra la instalación de UPM II y Caras y Caretas informó que habían enviado una misión a Finlandia a fin de que dicho gobierno postergara su inversión? ¿Se acuerdan cuando dijo que iba a anular el contrato con UPM II? ¿Las decenas de veces que dijo que UPM II no vendría a Uruguay? Yo pregunto ahora: en el desdichado caso de que ganara, ¿Luis Lacalle Pou anulará el contrato con UPM? ¿Suspenderá el IRPF o el IASS? ¿Rebajará el IVA? ¿Derogará la Ley de Inclusión Financiera o el IRPF?

No. Todo esto era mentira. Pompitas de jabón para “cachar giles”.

 

Ante la coalición oligárquica, convocatoria nacional

Uno piensa que debía saberse de sobra lo que significaría un gobierno presidido por Luis Lacalle Pou con ayuda de Ernesto Talvi, Julio María Sanguinetti, Guido Manini Ríos, Edgardo Novick y lo que quede del partido de Pablo Mieres: una catástrofe para todo el país, pero especialmente para los jubilados y los que viven de su trabajo.

Pero, aunque parezca curioso, es evidente que aún hay muchos uruguayos que no creen que estos personajes sean tan malos. La gente los ve tan cercanos en la campaña electoral, visitando pueblos, ciudades y caseríos, mateando con el peón flaco que cuida sus vacas gordas, que no imaginan que esos políticos blancos, colorados o maninistas son propietarios de miles de hectáreas, viven en Carrasco o La Tahona, alejados de los pobres. La gente común ni imagina que detrás de tanto marketing se esconde tanta mala leche. Los ven a Lacalle tan acompañado por la Loly y los mellizos, que no pueden creer que Lacalle les meta las manos en los bolsillos y que volverán a ser pobres, como cuando ganó el Frente Amplio en 2004. Esa gente inocente que sabe que Sanguinetti quiere a los hijos y a los nietos, que Lacalle (padre) es tan bueno con su familia que hasta quiere que su hijo sea presidente, que Novick tiene un hijo famoso por jugar al fútbol y tener una gran corazón aurinegro, que Talvi quiere tanto a sus hijos que les puso el nombre de los dos economistas neoliberales que más admiró, Ignacio de Posadas y Ramón Díaz, que Guido Manini ama tanto a su esposa que la puso de senadora.

La gente no sabe o no cree que esos hijos rubios de Carrasco y La Tahona nunca vieron un obrero, no fueron a la escuela pública, no se pusieron nunca una túnica y una moña e irán fatalmente a la universidad privada para ser abogados o ingenieros agrónomos y estancieros y  procurar ser presidentes dentro de 30 años como se lo propusieron y aún lograron padre y abuelo y bisabuelo. O general, si optan por la carrera militar.

La gente no puede creer que gente tan buena, que les regala los mejores juguetes a sus nietos el Día de Reyes, los vayan a joder tanto. Que los derechos se recorten, que los salarios no se ajusten con el costo de la vida, que las jubilaciones no se cobren puntualmente y se aumenten más que la inflación, que las mutualistas presten un servicio mínimo, que los hospitales públicos dejen de ser modernos, que en ellos falten los medicamentos necesarios, que los profesores y los maestros y los milicos y los enfermeros y enfermeras caigan nuevamente por debajo de la línea de pobreza, que a los obreros de la construcción les nieguen como antes la tarjeta de crédito. Mucha gente no puede creer que detrás de su programa se esconda semejante maldad social y por eso los votan. Porque en manos de gente tan buena y generosa con los suyos, el votante de Lacalle piensa que el cambio va a ser para mejor.

Pero se equivocan. A veces vale más malo conocido que bueno por conocer. Máxime cuando nos muestran un documento “pa’ los giles”, nos ocultan la ley de urgencia, que es la madre del borrego, y nos advierten de buena fe que “estos angelitos” que proclaman las tarea de la buena voluntad llevan desenvainada la daga debajo del poncho.

Y no me digas que no te avisé.

 

¿Qué hacer?

Todo lo posible para ganar el balotaje dentro de lo que es el respeto al libre ejercicio de la voluntad de los ciudadanos. Hablar a todos, a los que votaron al Frente Amplio para que reiteren el voto a Daniel Martínez, a los que votaron otras opciones, a los que todavía no han comprendido lo que se está jugando, a los que comparten sensibilidades, a los que les importa no solo su bienestar, sino el de los compatriotas, sobre todo el bienestar de los más humildes, los niños, los jóvenes, los trabajadores y los ancianos. Al que dejó de ser pobre, pero puede volver a serlo. Al que no podía pagar la mutualista y comprar los medicamentos, pero ahora puede hacerlo. Al que hoy puede mandar a sus hijos a la universidad y nadie en su familia lo había logrado. Al homosexual que pudo casarse con su pareja. Al miope que fue operado en el hospital de ojos y vio la “copa de los árboles por primera vez”, al que recibió una prótesis para su pierna amputada, al padre que puede obtener gratis los lentes o los brackets para sus hijos en el BPS, al que recibió un trasplante por el Fondo de Recursos. Hay que hablar con todos, los que están insatisfechos, los que tienen miedo, los que no se sienten felices, los que son sensibles a los problemas de la gente y no encuentran soluciones a las dificultades, los que creen que todos son iguales, los que se desilusionaron y se aburrieron de esperar lo que aspiraban y que el Frente Amplio no ha logrado hacer.

Con todos y por todos.

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