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Venezuela en su hora clave

Por Leandro Grille.

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El próximo domingo 30 de julio se realizará en Venezuela la elección de los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) convocada por el presidente Nicolás Maduro en Consejo de Ministros. Ese día se elegirán 364 representantes territoriales, 173 representantes sectoriales y ocho representantes indígenas para un total de 545 constituyentes. Las bases comiciales para la elección fueron propuestas por el presidente y aprobadas por el Consejo Nacional Electoral, titular del Poder Electoral, que es uno de los cinco poderes independientes reconocidos por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La convocatoria a la Constituyente, como prácticamente todo lo que sucede en Venezuela, ha sido materia de polémica interna y de amplias campañas internacionales de defenestración promovidas por Estados Unidos, la Unión Europea y los organismos multilaterales que ellos financian y controlan, como la OEA. Primero se discutía si el gobierno podía convocar a la Asamblea, algo previsto en el artículo 348 de la Constitución y luego si el Ejecutivo tenía derecho a presentar las bases comiciales o si la forma de representación mixta (territorial y sectorial) era una forma de corporativismo fascista. Todas esas polémicas son laterales y todas las dudas subsanables si existiese una voluntad de entendimiento. Pero no la hay. Los múltiples actores de izquierda y derecha que se oponen al gobierno venezolano en el mundo no van a entrar en razón con argumentos que, además, en general no tienen porque se agarran de mentiras sin miramientos. Sobre la primera crítica deberíamos decir que prácticamente ninguno de los países que cuestionan la potestad del Ejecutivo venezolano de convocar una ANC sin hacer un referéndum consultivo prevén la convocatoria de una consulta popular para convocar una Constituyente en sus propios países. Ese procedimiento de convocatoria se lo piden a Venezuela, pero en sus países no se aplica ni por asomo. Sobre las bases comiciales, hay que decir que también Hugo Chávez presentó en su momento la propuesta de mecanismo de elección de constituyentes, que era bastante más restrictiva que la propuesta de Maduro, y nadie dijo absolutamente nada. Nicolás Maduro presentó una propuesta de mecanismo de elección que el Poder Electoral (el CNE) validó y no hay nadie que pueda objetar la legalidad de ese procedimiento, mucho menos la titular del Ministerio Público, Luisa Ortega, que  aunque tiene prensa porque se pasó a la oposición, no tiene nada que ver con el control de constitucionalidad ni con la justicia electoral e integra un poder del Estado, el Poder Ciudadano donde está en franca minoría frente al defensor del pueblo y al contralor general de la República. La elección de constituyentes sectoriales y territoriales, que tanto subleva los corazones liberales, es, en mi opinión, una gran iniciativa. Lástima que el marco de la Constituyente no sea más sereno para poder debatirlo. Está muy bien poner en duda que la representación auténtica de las diversas miradas de la sociedad se satisfaga mediante circunscripción exclusivamente territorial. Reclamar la presencia directa de trabajadores, de empresarios, de estudiantes,  indígenas o de las comunas y, reservar, para ello escaños es un buen mecanismo para incorporar una diversidad que exprese mejor la sociedad real. Sólo una mente retorcida puede equiparar un mecanismo que busca incorporar la mirada de los diversos sectores sociales, y en particular de los históricamente postergados, al fascismo. Sobre todo cuando a los representantes de los trabajadores o los estudiantes no los eligen los sindicatos, sino los registrados en el país. Distinción que siempre hay que tener en cuenta si no se quiere confundir con la información. Tanto en Venezuela como en Uruguay, así sea para elegir representantes en una constituyente o para elegir a las autoridades del BPS o el consejo directivo de la Universidad, no es lo mismo el sector –o el orden– que el gremio, y en la constituyente venezolana los representantes de los sectores surgen del voto del padrón de todos los registrados y no de los militantes ni adherentes a una propuesta política. Naturalmente que el tipo de representación propuesta de Maduro debería garantizar una buena participación de la clase obrera en la Constituyente, muy superior cuantitativamente a la representación de los empresarios, pero eso que tanto molesta a los ecuánimes, a mí me parece un acto de justicia. No veo qué tienen de elogiable los sistemas electorales territoriales que han logrado de forma perfectamente democrática que casi nunca un obrero llegue a una banca, cuando justamente los trabajadores comunes y corrientes conforman la mayoría de la sociedad. Algo similar les pasa a las mujeres, que son la mitad de la población y no ocupan ni 20% de los cargos. O en lo países de América Latina donde hay población negra: ¿cuántos llegan a los parlamentos? ¿Es posible que alguien todavía defienda la representación exclusivamente territorial en el marco de democracias liberales donde los candidatos se venden como un shampoo? Bueno, evidentemente todo es posible, pero hace bien Maduro al proponer otro tipo de representación y a perfeccionar algunas. ¿Cómo puede ser que a los representantes de los indígenas los elijan los habitantes de los estados con indígenas y no los indígenas directamente? Eso provoca que en estados mayoritariamente opositores, los representantes indígenas sean de la derecha cuando la inmensa mayoría de los pueblos indígenas venezolanos son chavistas. Pero de estas cosas no se preocupan los comentaristas de la realidad venezolana. Como no se preocupan de los jóvenes que siguen quemando en las calles, matándolos por ser chavistas, ni se detienen a analizar con un poco más de detenimiento lo que pasó el pasado domingo 16 de julio. Los grandes medios informaron que un plebiscito simbólico convocado por la oposición convocó más de siete millones de personas, repitiendo una cifra que es escandalosamente falsa, porque hasta las actas quemaron para que no pudieran contabilizarse y la observación quedó a cargo de figuras  interesadas e impresentables como Andrés Pastrana o Vicente Fox. De forma simultánea, esos mismos medios silenciaron un hecho mucho más trascendente: la apabullante participación del pueblo en las 1.942 máquinas habilitadas por el CNE para el ensayo de la Constituyente. Fue el mismo día, pero como la revolución no será transmitida, no salió en ningún lado. El simulacro debió extenderse hasta la noche por la enorme concurrencia del pueblo. Fue un éxito de participación tan descomunal e inesperado que sacudió el tablero venezolano. Ahora los líderes locales e internacionales de la oposición venezolana son conscientes de que tras varios meses de violencia y crisis, el domingo 30 de julio el pueblo chavista va a desbordar las calles y repletar las urnas para imponer la paz a su manera. Quedan pocos días, pero la violencia puede ser todavía terrible. No sabemos a qué punto llegará la derecha y sus jefes en Estados Unidos para impedir que la elección de  constituyentes se realice.

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