Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

Verónica Alonso busca cerrar acuerdo con el gurú de las campañas sucias

Por Leandro Grille.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Hace seis semanas, la aspirante blanca Verónica Alonso y varios dirigentes que la secundan, entre los cuales destaca el diputado Pablo Iturralde, compartieron un asado con el consultor ecuatoriano de moda Jaime Durán Barba. Las fuentes consultadas indican que el asesor estrella de Mauricio Macri está muy interesado en desembarcar en un Uruguay con sus polémicos métodos de campaña, y hacerse cargo de la precandidata nacionalista. A Alonso la idea le encanta y ya envió una delegación a Buenos Aires para interiorizarse en las estrategias de los globos amarillos, pero el caché de Durán Barba la amilana un poco. El gurú cobraría dos millones de dólares por dirigir la campaña, un monto alto, pero no inaccesible para el matrimonio Alonso-Gerwer. Además, a Durán Barba le entusiasma la posibilidad de hacer la campaña de Alonso porque es una mujer joven y viene encantado con su experiencia brasilera asesorando a Marina Silva y con su “descubrimiento”, la actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. El arribo a nuestras pampas de este rutilante asesor de la derecha continental significa el arribo de un complejo entramado de metodologías de campaña, que incluye en dosis similares rigurosidad científica en la medición de la opinión pública y marketing apabullante. Para Durán Barba, los actos de masas, el discurso político o las propuestas programáticas complejas son un atavismo propio de gente que no comprende que la sociedad cambió, y que ahora el individuo, ni se identifica como parte de un colectivo más allá de su grupo inmediato de afinidad ni suscribe los grandes relatos que organizaron el pensamiento durante el siglo XX. Así las cosas, la realidad, la ideología o el pensamiento son variables irrelevantes frente al show mediático, la puesta en escena y la fraseología de autoayuda. Sin embargo, sería un error restringir la metodología “durambarbista” a los globos amarillos y eslóganes dignos de Osho, porque el método del ecuatoriano combina posmodernidad con juego sucio. En 2012, Durán Barba fue procesado por la jueza federal con competencia electoral argentina María Servini de Cubría por campaña sucia. En esa oportunidad se probó que el estudio del ecuatoriano había sido responsable de organizar cerca de 20 “encuestas” telefónicas que llegaron a cientos de miles de personas en la ciudad de Buenos Aires, en las que se difamaba al candidato kirchnerista Daniel Filmus, atribuyéndole a su padre actos de corrupción, o a él mismo alianzas con piqueteros y personajes sindicales de muy mala imagen con los que Filmus no tenía nada que ver. Esa inducción al voto mediante engaños le costó un procesamiento al que Durán Barba se opuso desmintiendo su participación en esos actos, hasta que las pericias técnicas demostraron que todas las llamadas fueron hechas desde servidores que se encontraban en sus oficinas. Tres años después, en la siguiente campaña electoral, nuevamente fue denunciado, esta vez por Daniel Scioli, luego de que se viralizaran imágenes falsas del candidato presidencial del Frente para la Victoria junto a su entonces pareja Karina Rabolini en playas paradisíacas, y fotografías de catástrofes sucedidas en lugares remotos, atribuyéndolas a localidades de la provincia de Buenos Aires bajo la gestión de Scioli. Pero la práctica de engañar a la sociedad no se limita a la demonización del otro, también a la  santificación del propio. Por ejemplo, mediante grotescas puestas en escena en las que hace a Macri y sus funcionarios saludar al vacío para simular que saluda a multitudes apasionadas, e incluso ha llegado al extremo de de hacer subir al presidente argentino a ómnibus en el conurbano para codearlo con gente común, sin mencionar que desde el ómnibus hasta cada uno de los supuestos pasajeros son bolos contratados, el ómnibus está haciendo un recorrido falso y toda la comitiva trucha está rodeada de una custodia impenetrable, mientras el presidente  baja de un helicóptero para subirse “casualmente” a un medio de transporte colectivo que lo espera en un estudio de filmación al aire libre. Es que las estratagemas de Durán Barba incluyen tanta verdad como sea posible y tanta posverdad como sea necesaria. Posverdad, cuentas falsas (trolls) y robots en las redes sociales destruyendo al adversario por acumulación de acusaciones hechas por supuestos usuarios, pero también en un ensalzamiento del candidato asesorado a prueba de cualquier indicio de realidad. La infestación de las redes sociales por parte de estos trolls al servicio de proyectos políticos se ha convertido en un asunto mayor, que hace daño a la convivencia social. En Argentina, diversas investigaciones han demostrado que la intervención en Twitter, Facebook y foros de portales de estas cuentas creadas en agencias tienen un impacto impresionante en la construcción de agenda y la manipulación de la opinión pública. El macrismo ha hecho escuela en estas prácticas de la mano de Durán Barba, y en Uruguay, donde el fenómeno es incipiente, políticos y medios advierten cada vez con mayor regularidad la presencia de este tipo de operaciones sucias. Todo puede hacerse plata mediante el uso y abuso de las nuevas tecnologías. Desde transformar consignas en trending topics hasta enchastrar adversarios de forma impune e irremediable. Por cierto, es improbable que el método Durán Barba funcione si el aspirante carece del beneplácito de los medios. Pero si cuenta con el beneficio de los aparatos de comunicación, es bastante infalible a la hora construir candidatos, incluso de la nada, y denostar adversarios con verdaderas avalanchas de difamación, porque maneja con eficacia innegable las técnicas de publicidad dirigida a la porción de la población a la que no le interesa la política y que es capaz de sucumbir a un espectáculo distorsionado de la realidad. En los últimos días ha llamado la atención el inusual concurso de potenciales candidatos a intendentes que lanzó el empresario Edgardo Novick. Su propósito pospolítico de que los candidatos se elijan en agencias privadas tras una selección de interesados que cumplan con una serie de requisitos en un llamado ha provocado asombro, sorna, pero también miedo. Semejante apuesta tecnocrática, que privatiza la selección de candidatos y la pone en manos de agencias de reclutamiento es de una agresividad antipolítica que, de prosperar, podría en jaque a la democracia. Pero, sin subestimar la propuesta de Novick, no es probable que constituya un riesgo inmediato en una sociedad como la nuestra. Por el contrario, es mucho más peligroso la importación del paquete “durambarbista”. Porque en el vientre de una estrategia de globos amarillos, timbreos inocentes, frases de Coelho y figuras angelicales, trae un monstruo de campaña sucia y inoculación de odio contra el enemigo. En su último libro, El arte de ganar. Cómo usar el ataque en campañas electorales exitosas, en el que Jaime Durán Barba plasmó su filosofía de la gestión de campañas, el gurú reconoce cómo logró horrores a los que no estamos acostumbrados en nuestro país y que no deben ignorarse. Por lo pronto, cito: “En ocasiones, el ataque de un político fue tan brutal que su adversario se aniquiló psicológicamente, e incluso llegó al suicidio”.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO