Por Mauricio Pérez
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La violencia contra niños, niñas y adolescentes es una realidad. Está ahí. No se puede ocultar. Un informe del Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (Sipiav) reveló que en 2016 se reportaron 2.647 situaciones de violencia contra niños, niñas y adolescentes (NNA) en Uruguay. Un promedio de poco más de siete por día, aunque se tiene la certeza de que esta cifra no engloba la totalidad de las situaciones de maltrato y abuso. El informe –al que accedió Caras y Caretas Portal– muestra un incremento de casi 39% en los reportes de situaciones de violencia con relación a 2015. En este marco se destacan cuatro tipos de violencia: maltrato emocional, maltrato físico, abuso sexual y negligencia (refiere a la omisión de quien tiene responsabilidad de velar por el desarrollo del NNA estando en condiciones de hacerlo). La mayoría de los reportes (42%) refirieron a situaciones de maltrato emocional, al tiempo que 20% fueron casos de abuso sexual y otro 20% de maltrato físico. Tres de cada cuatro víctimas de abuso sexual fueron niñas o mujeres. También se constató que la mayoría de los reportes (80%) refieren a NNA que sufren situaciones de violencia en forma crónica o recurrente –permanentes en el tiempo– y que el 62% de las víctimas tiene dificultades para visualizar o comprender la situación que padecen. Pero uno de los datos más significativos refiere a los victimarios: 93% de los agresores son familiares directos o integrantes del núcleo familiar. La mayoría de los agresores (58%) son hombres, un porcentaje que se incrementa en forma sustancial en los casos de abuso sexual (96%). En este contexto, la especialista Andrea Tuana –integrante de la ONG El Paso– valoró que estas cifras reflejan el relacionamiento que los adultos tienen con los niños y niñas. Si bien la Comisión de los Derechos del Niño –aprobada en los años 1990– ubica a los niños como sujetos de derecho, esa mirada “no ha permeado en la sociedad”. “Se sigue ubicando a los chiquilines como un objeto”, afirmó Tuana. Esto hace que distintas formas de violencia contra estos sean justificadas. “Se justifica la palmada porque hizo algo mal o una buena zamarreada para encaminarlo o porque me faltó el respeto […] A los niños no se los visualiza ni se los respeta como sujetos de derecho. Lo que se les hace a los niños difícilmente esas personas se lo harían a otros adultos”, dijo Tuana. Cifras crueles Los reportes de situaciones de violencia contra NNA muestran datos significativos. Por ejemplo, se constata una leve preponderancia de víctimas de sexo femenino (54%). Este porcentaje se mantiene constante en los diversos tipos de violencia, pero sufre un incremento sustancial en los casos de abuso sexual, 74%. De esta forma, se puede visualizar “el doble lugar de vulneración de niñas y adolescentes mujeres (en tanto pertenecientes al universo infantil/adolescente y, conjuntamente, al universo femenino), que tratándose de abuso sexual se muestra con especial crudeza la construcción de la relación social entre los sexos, evidenciando la preeminencia de los varones como agresores y de las mujeres como sujetas violentadas”, señala el informe. “La mayor concentración femenina se presenta a partir de la adolescencia”. “De 0 a 12 años la distribución es muy pareja, pero a medida que se avanza en la edad el porcentaje de adolescentes mujeres aumenta en relación al de los varones […] La variable género agrega vulnerabilidad en esa etapa con mayor visibilidad, produciendo en las adolescentes, […] daños mayores”, agrega. Asimismo 44% de las víctimas están en edad escolar –entre 6 y 12 años–, lo que posiciona a la escuela “como un lugar privilegiado para la detección de las situaciones de violencia”. La edad es también un indicador del tipo de violencia sufrida: entre los 0 y 3 años existe preponderancia de los casos de maltrato emocional (42%), lo que se mantiene en todas las franjas etarias hasta los 17 años. Pero según avanza la edad, se constata un pronunciado aumento del abuso sexual: 4% entre los 0 y 3 años; 16% entre 4 y 5 años; 20% entre 6 y 12 años y 25% entre 13 y 17 años. Entre los jóvenes de 18 años o más (jóvenes con algún tipo de discapacidad intelectual) el abuso sexual llega a 43%. En tanto, el 93% de los agresores son familiares directos o pertenecen al grupo de convivencia de los niños violentados. El 58% de los agresores son hombres y 42% son mujeres. El padre resulta ser el agresor en 36% de los casos, la madre en 35% y la pareja de la madre en 11%. La diferencia refiere al tipo de violencia ejercida. Por ejemplo, se constata una preeminencia notoria de los hombres como perpetradores de abuso sexual (96%). También en las situaciones de maltrato emocional (67%) y maltrato físico (61%). Por su parte, las mujeres tienen una mayor incidencia en los casos de negligencia (83%). “Parecería necesario ahondar en el estudio de la vinculación entre la negligencia atribuida a las madres a cargo exclusivo de NNA y el abandono de la función parental por parte de los padres, incluyendo el incumplimiento de las obligaciones de alimento. La violencia doméstica disminuye la capacidad de las mujeres para atender las necesidades básicas de los niños, niñas y adolescentes por la situación física y emocional en la que se encuentran, lo que puede generar situaciones que podrían confundirse con negligencia o abandono”, expresa el informe. En este sentido, los datos son coincidentes con la realidad percibida desde la ONG El Paso. “Las víctimas de abuso sexual siguen siendo las mujeres, los mayores perpetradores siguen siendo los hombres. La mamá y el papá agreden, pero las mamás son más negligentes y los papás son más activos en el maltrato físico. Hay una cuestión de supremacía de los varones que tiene que ver con una cuestión cultural y de género”, expresó. Violencia recurrente El 80% de los casos reportados implican situaciones de violencia recurrentes. O sea, sólo una de cada cinco situaciones de violencia fue detectada ante un único episodio de violencia. Es más, 91% de las situaciones registradas “fueron detectadas en una fase ya crónica”, cuando la violencia es algo instalado en la vida del niño o niña. “Recurrencia y cronicidad muestran que las situaciones se abordan recién en una fase en la cual las violencias se manifiestan en forma reiterada y desde hace ya tiempo. Esto, obviamente, hace que el cese de la violencia, la restitución del ejercicio de derechos y la reparación del daño sean mucho más difíciles de obtener y requieran una mayor complejidad en la intervención del sistema de respuesta”, señala el informe. Esto repercute en la forma que la propia víctima contempla su situación. El 62% no visualiza que enfrenta una situación de violencia. La visualización de las víctimas sobre su situación se incrementa con la edad (entre los 0 y 3 años llega a 12%, entre los 13 y 17 años se sitúa en 56%). El abuso sexual y el maltrato físico aparecen como los tipos de violencia más identificados como tales por quienes la padecen (52% y 50%, respectivamente). “Sólo un tercio de los registros muestra que NNA logran visualizar la situación de violencia sufrida, mostrando la naturalización de la violencia”. En este sentido, Tuana afirmó que existen determinadas formas de violencia que son sistemáticas, en las que el mayor porcentaje se produce dentro del hogar porque allí se constata una mayor cuota de poder del adulto y porque existen algunos tipos de violencia que aún están legitimados socialmente. “La violencia en la escuela se ha podido erradicar, pero hace unos años estaba legitimada. [En el hogar] hay ciertas prácticas de adoctrinamiento que aún están permitidas”, valoró. Sin embargo, los niños sufren situaciones de violencia en casi todos los lugares donde asisten. “En el almacén, cuando se atiende a una persona adulta antes por más que él llegó primero, o en el ómnibus, donde se los botijea. La sociedad ejerce un montón de microviolencias cotidianas contra los niños, niñas y adolescentes. Hay una naturalización tan grande del ‘mocoso’, que hace que estos vivan situaciones de violencia todo el tiempo”, aseveró. Tuana afirmó que, a su criterio, “80% de los gurises uruguayos sufren violencia emocional, los adultos somos violentos con los niños”. Por este motivo, dijo que se debe generar “una gran concientización del mundo adulto” sobre esa violencia, con campañas mediáticas y un amplio programa de combate a la violencia contra NNA en el hogar. “La señal de las autoridades es muy necesaria”, dijo.