Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

DECISIÓN HISTÓRICA

Xi Jinping, el eterno

Por Daniel Barrios.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

De aquí en adelante, el 25 de febrero de 2018 será una efemérides a recordar entre los grandes acontecimientos del siglo XXI para China y para el mundo entero. En un escueto comunicado publicado por la agencia estatal de noticias Xinhua, el Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) hizo pública su decisión de proponer a la Asamblea Nacional Popular -Legislativo chino- la eliminación en la Constitución del artículo que estipula que el jefe de Estado “permanecerá en el puesto no más de dos mandatos consecutivos”. Además se inscribiría la ideología de Xi Jinping -con el nombre oficial de Pensamiento de Xi Jinping sobre socialismo con características chinas para una nueva era– en la carta magna china. Ahora es oficial: desde el último domingo de febrero, Xi Jinping es el hombre más poderoso de la historia de la China moderna (¿y milenaria?) y ejercerá ese poder a perpetuidad. De acuerdo con la Constitución vigente, Xi Jinping -que fue electo presidente en marzo de 2013-, tendría que abandonar el cargo en 2023. Esta enmienda constitucional le permitirá continuar en el puesto de jefe de Estado sin límite de tiempo alguno. El actual sistema que limita la presidencia a dos períodos de cinco años -rigurosamente respetado por los dos presidentes que lo antecedieron, Jiang Zemin (1993-2003) y Hu Jintao (2003-2013)- fue instituido por Deng Xiaoping después de la muerte de Mao Zedong en 1976. Precisamente lo que se buscaba era que una sola persona no acumulara demasiado poder y evitar que se repitieran episodios trágicos del maoísmo como el Gran Salto Adelante (1958-1962) o la Revolución Cultural (1966-1976), que causaron decenas millones de muertos de hambruna y millones de deportados y perseguidos políticos. La “irresistible ascención de Xi Jinping” a las cumbres del poder chino ya había sido anticipada en el reciente congreso del omnipotente y omnipresente Partido Comunista, en el que, contrariando la tradición instalada, Xi no dio ninguna señal de quién lo sucedería en el cargo de secretario general, a pesar de que -según una costumbre tácita para todos los dirigentes comunistas de retirarse a los 68 años – tendría que abandonar el cargo en 2022 por haber llegado al límite de edad. Por si esa “omisión” de nombrar al delfín no fuese suficientemente explícita sobre las aspiraciones de perpetuidad del presidente-secretario General, aquel importante cónclave aprobó por aclamación que su nombre y su filosofía se inscribieran en el estatuto del PCCh, convirtiendo al “xiismo”, junto al marxismo y el maoísmo, en ideología oficial de los casi 90 millones de comunistas chinos y en texto de estudio obligatorio en el sistema educativo. Las reacciones y comentarios a la propuesta de enmienda constitucional fueron inmediatas. El oficialista Global Times editorializó que eliminar el límite de diez años por mandatario “mejorará la institución del liderazgo del Partido Comunista y de la nación” y “no implica que el presidente de China tendrá un mandato a perpetuidad”. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores aclaró que se trata de una propuesta del comité central, pero que “cambiar la Constitución es competencia exclusiva del pueblo chino”. Al contrario, los disidentes en el exterior repudiaron la propuesta porque “sienta las bases para restablecer la perpetuidad del liderazgo. En China habrá un emperador sin título de emperador. Es el rumbo opuesto de la historia. Es una grave agresión a la democracia y al Estado de derecho y una negación de las reformas que se habían logrado en los últimos 40 años”, denunciaron en un comunicado firmado, entre otros, por los líderes de Tiananmen Wang Dan y Wu’er Kaixi. Algunos expertos también mostraron su preocupación por la histórica decisión de China. “No tengo ningún problema en llamarle dictador”, manifestó al periódico The Guardian Susan Shirk, analista estadounidense especialista en asuntos chinos. “Creo que se va a convertir en emperador de por vida”, le dijo a la agencia AFP Willy Lam, profesor de ciencias políticas de la Universidad China de Hong Kong. Xi, “el joven intelectual”, que a los 15 años, víctima de la revolución cultural, fue mandado al campo para ser “reeducado por los campesinos pobres”; después de arar la tierra y acarrear estiércol, se recluía en su cueva en Liangjiahe (hoy convertida en un santuario en honor a su memoria) y devoraba desde Sócrates y Platón, Hemingway y Flaubert, Dante y Petrarca hasta Engels y Lenin. Según su biógrafo oficial, leyó tres veces seguidas El Capital de Marx. Xi, “el principito rojo”, porque su padre fue viceprimer ministro de China, compañero de lucha de Mao Zedong y uno de los fundadores de la guerrilla comunista que operó en el norte de China contra el régimen nacionalista del Kuomintang. Xi, “el cazador”, por su implacable e indiscriminada guerra contra la corrupción, la autodenominada “caza de tigres y moscas”, que en cinco años ha castigado a casi un millón y medio de pequeños burócratas (moscas) y 293 funcionarios del Estado y dirigentes del partido de alto rango (tigres) y cuyas fotos son hoy exhibidas como ejemplos a repudiar en una gran exposición en el centro de Beijing. Xi, “el soñador” que desde que asumiera el poder se comprometió a hacer realidad el “gran sueño chino de rejuvenecimiento de la nación”, que no es otra cosa que devolverle a China el posicionamiento como líder mundial a nivel político, económico y militar que supo ejercer durante siglos. Xi, “el globalizador” que, consciente de las fortalezas de su país y del vacío dejado por el repliegue y los exabruptos proteccionistas de su homólogo Trump, se ha convertido en el adalid de una nueva globalización. “En tiempos de tempestad no debemos refugiarnos en el puerto del proteccionismo, sino navegar en el mar abierto de la globalización”, sentenció hace poco más de un año en el Foro de Davos, y como prueba de ello, ofrecía al mundo su nueva versión de la Ruta de la Seda, el proyecto transcontinental de comercio, infraestructura y conectividad más imponente de la historia. Xi, “el presidente de todo” porque además de estar al frente del partido, del Estado y de la Comisión Militar Central -las tres columnas que sostienen al sistema-, preside otras doce comisiones que supervisan el funcionamiento de las diferentes estructuras del país, desde la seguridad pública, el uso de internet y la informatización hasta las reformas económicas y financieras. Xi, “el hexin”, que significa el “corazón” o “núcleo central” del partido. Xi, “el lingxiu”, que evoca la grandeza de Mao como guía espiritual del pueblo chino. Xi, “el hombre de las mil caras”, de ahora en más será Xi el eterno, como ese mismo papa con el que negocia la normalización de las relaciones diplomáticas y religiosas con el Vaticano.  

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO