Alfredo Zitarrosa nació el 10 de marzo de 1936 en en el hospital Pereira Rossell, bajo el nombre de Alfredo Iribarne, hijo de Jesusa Blanca Nieve Iribarne, quien lo dio a criar al matrimonio de Carlos Durán y Doraisella Carvajal. Entre 1944 y 1947 pasó a vivir en Santiago Vázquez, visitando frecuentemente la campaña, precisamente el departamento de Flores. Declaró alguna vez: “No soy folclorista; soy cantor popular uruguayo y mi canto es fundamentalmente de raíz campesina; todo es milonga, milonga madre, madre incluso del tango y del candombe”. La palabra “campesino” englobaba en aquellos tiempos mucho más que una referencia geográfica o productiva, sino una realidad social, de una América Latina en constante ebullición por aquellos lustros. Al comienzo de su adolescencia pasó a vivir nuevamente con su madre biológica y con el esposo de esta, de quien tomaría finalmente el apellido Zitarrosa. Vivió en aquellos años entre Rincón de la Bolsa y Montevideo, para luego pasar a vivir en una pensión en la calle Yaguarón, actualmente Aquiles Lanza, justo frente al cementerio Central, al que Alfredo le cantó en más de una oportunidad. “De tanto vivir frente/ del cementerio/ no me asusta la muerte/ ni su misterio” (‘Coplas del canto’). Asistió al liceo Dámaso Antonio Larrañaga y al nocturno del Zorrilla. Su vida prosiguió en esa constante búsqueda artística y militante que no cesaría jamás y que encontrará en el canto su sentido y razón. En sus inicios trabajó en varios rubros antes de ser cantor: fue vendedor de muebles, oficinista, vendedor de una sociedad médica y trabajó en una imprenta. Inclusive debutó como actor en una obra de teatro. A partir de 1954 se inicia como locutor de radio y presentador e incluso como libretista. Fue locutor en radio Ariel, actor teatral, periodista y poeta. En 1959, obtuvo el Premio de Poesía concedido por la Intendencia de Montevideo por su libro Explicaciones, que nunca quiso publicar. El jurado estaba integrado nada menos que por Juan Carlos Onetti. En 1961 Alfredo trabajaba en CX14 radio El Espectador y de allí fue despedido tras la publicación de una carta en homenaje al poeta anarquista Vicente Basso Maglio. Tras la muerte de Maglio -quien escribía lo que Alfredo Leía en la radio-, Zitarrosa publicó que “el autor había muerto por cese de su opinión”. Con el dinero del despido, Alfredo se embarcó hasta Cuba con ansias de ver de primera mano el proceso revolucionario. Pero sólo llegó hasta Perú. Allí se puso a trabajar como periodista. Debutó como cantor ante el gran público fuera de fronteras, en Perú, el 20 de febrero de 1964, en el show de Tulio Loza en Canal 13 Panamericana de Televisión. Ganó 50 dólares por aquella actuación. A su regreso a Uruguay, trabajó como locutor y periodista y publicó sus cuentos en el diario Acción. Trabajó además en el semanario Marcha. Llevó adelante entrevistas para el semanario, destacándose las entrevistas a Atahualpa Yupanqui y a Juan Carlos Onetti. Su debut en su tierra se dio en 1965, en el auditorio del Sodre. Casi un año después ya estaba debutando en el festival de Cosquín, en Argentina. En 1965 sale a la venta el primer EP de su carrera, El Canto de Zitarrosa, con dos canciones por lado, tres de su autoría: ‘El camba’, ‘Milonga para una niña’ y ‘Recordándote’. En 1966 salé su primer disco, Canta Zitarrosa. De ahí en más, su carrera no cesará, con más de 40 discos editados en una larga lista de países, tanto de habla hispana como de otros rincones más lejanos del mundo. Profundamente comprometido con las luchas sociales, se relacionó con la izquierda desde muy joven. Votante del Frente Izquierda de Liberación, adhirió en 1971 al Frente Amplio públicamente, al que le cantó en innumerables composiciones. Su vida cambió ostensiblemente cuando nacieron sus hijas, Carla Moriana en 1970 y María Serena en 1973. Ese mismo año se apagaba la luz de la libertad en Uruguay; el 27 de junio el presidente constitucional Juan María Bordaberry disuelve las cámaras y se inicia el proceso cívico militar. Ese mismo año Zitarrosa editó el disco Adagio en mi país y la canción que abre el disco se lamenta por lo que es y vislumbra lo que será. Sus canciones fueron prohibidas antes que él, por lo que le cortaron las alas o, mejor dicho, la voz. Finalmente se exilió en 1976 en España y más tarde en México. Desde el exilio siempre añoró volver. Serían ocho largos años que Alfredo marcaba en una pared imaginaria, como preso de la dictadura, pero lejos de ella. En 1983 -antes de poder llegar a su patria-, debe recalar en Buenos Aires, donde es recibido como el cantor de Latinoamérica. Realizó tres recitales en Obras Sanitarias y asistió al inolvidable Argentinísma. Muchos uruguayos asistieron ese día al programa de Julio Marbiz; los ojos del pueblo uruguayo se volvían a llenar de lágrimas. Finalmente, el 31 de marzo de 1984, apenas pasado el mediodía, en el Aeropuerto de Carrasco el pueblo uruguayo nuevamente se abrazó con su cantor. Aquello fue resumido por Alfredo como “la experiencia más importante de mi vida”. Tras la llegada, las opciones de trabajo no fueron nunca las esperadas: grabó una tercera versión de ‘Guitarra negra’ y actuó en varios festivales, pero no logró afianzarse nunca más. Falleció a causa de una peritonitis el 17 de enero de 1989 y nació la leyenda del cantor de milonga, la voz de los que tienen voz.
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