Las historias de los territorios de la Banda Oriental han estado –desde los tiempos coloniales– marcados a fuego por sus condiciones climáticas y su paisaje. La estructura económica oriental y su natural confección de la sociedad y la cultura han estado marcadas desde los inicios por la pradera (ya sea ayer como hoy, ganado o soja), la frontera (ayer como hoy, Portugal y España, Brasil y Argentina) y por el puerto (macrocefalismo ayer y hoy). Ahondemos un poco en esa realidad, en esas estructuras, en esas continuidades, en esa larga duración en la economía oriental. Y quizás, sólo quizás, la historia podría ser insumo para los proyectos y las reflexiones del presente. La banda Banda Oriental era tan sólo uno de los nombres con que se bautizó el territorio del actual Uruguay. “Banda de los Charrúas”, también “Banda Norte del Río de la Plata”; más tarde “Estancia del Mar” fue otra de las formas de nominar estas tierras desconocidas y salvajes. Esta llanura levemente ondulada no ofrecía ni oro ni plata, ambrosía que saciaba la sed de los conquistadores por aquellas estaciones, de esta forma, la colonización de los territorios del sur del sur se hizo tardía y lenta. Los pocos intentos que se dieron fueron tan efímeros como intrascendentes. El mismo don Pedro de Mendoza, primer adelantado del Río de la Plata, debió ceder ante la fuerza avasallante de los “zechurrúas”, pasando a la otra orilla y fundando, por primera vez, Nuestra Señora Santa María del Buen Aire el 2 de febrero de 1536. La colonización de la banda fue bastante especial: primero llegó el ganado, tiempo después, los pobladores. Pero no fue tan sólo una cuestión económica; la política tuvo una importancia cardinal en este proceso porque la Banda, en cuestión de 100 años, pasó de tierra sin ningún provecho a ser la vedette por la que competían los imperios portugués y el español. No sólo por aquello de la “mina de cuero” (la importancia económica del cuero cobró preponderancia a fines del siglo XVIII), sino también por una cuestión exclusivamente político diplomática, en definitiva, una lucha de imperios. La lucha de imperios puede remontarse muy lejos en el tiempo desde la misma conquista de América por parte de los españoles. Aquel viernes 12 de octubre de 1492 en que el marinero Rodrigo de la Triana y su grito hicieron historia. Los problemas comenzaron pronto. Ante el éxito hispano, el rey portugués mandó a sus capitanes a viajar hacia el oeste. La confrontación fue inminente. Aparece entonces el papa Alejandro VI (el famoso papa Borgia), quien entra al juego como una especie de juez en esta contienda. Él mismo, en su condición de jefe máximo de la Iglesia Católica, toma dos resoluciones trascendentales. Las dos famosas Bulas Papales del 3 y 4 de mayo de 1493. En dichas Bulas, el papa entrega en donación a los reyes católicos de Castilla, las tierras firmes y las islas encontradas y por encontrar más allá de una línea imaginaria, de polo norte a polo sur, a unas 100 leguas de las islas Azores. El rey portugués no quedó conforme con aquella resolución, por lo que siguió presionando. Eran dos grandes imperios marítimos, un enfrentamiento directo podría ser terrible para los dos. España admitió el nuevo reparto. El 7 de junio de 1494 se firmó un tratado, que lleva el nombre de la ciudad en que fue firmado: Tratado de Tordesillas. Por acuerdo se dividieron el mundo a conquistar y la divisoria era, en este caso, una línea imaginaria situada 370 leguas al oeste de las Islas de Cabo Verde. Desde este momento, la lucha se hará presente en los territorios americanos. Poco después, Portugal pidió la revisión del tratado, pero al no ser escuchados pretendieron llevar sus fronteras mucho más allá de lo que el documento indicaba. Esta lucha tan lejana a la Banda, se hace carne amén de la riqueza en cuero, que a partir del siglo XVII es introducido en estas tierras. El ganado fue introducido en la llanura levemente ondulada por Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) a partir de 1611 en la isla del Vizcaíno, en las bocas del río Negro. Una nueva introducción se hizo en 1617, en el río Negro, frente a la isla de San Gabriel. De este modo los vacunos encontraron un hábitat perfecto para su reproducción. La estructura productiva de la Banda quedó diagramada. Sin saberlo, el gobernador criollo estaba sellando la estructura productiva de estas tierras hasta nuestros días. Hernandarias, criollo ilustre, gobernador de Paraguay y del Río de la Plata a partir de 1601, mandó una carta al rey, fechada el 2 de julio de 1608. En la famosa carta, menciona las posibilidades del territorio de esta banda: “[…] se da de todo con gran abundancia y fertilidad y la tierra es buena para todo género de ganados”. Y propuso que “se pueble esta tierra; en pocos años vendrá a ser muy próspera y de mucho provecho”. Tras la introducción y la rápida reproducción del ganado en la Banda, las tierras de ningún provecho comienzan a aparecer como apetitosas a los ojos portugueses. Y el viejo límite de los imperios, esa caprichosa línea divisoria era nuevamente discutida por los lusitanos, quienes en ese caso abogaban por el concepto de frontera natural. En estas tierras su frontera natural era en todo caso el Río de la Plata, pues la Banda era ahora una pradera apetitosa. Llegaban los faeneros y los accioneros desde la Banda Occidental. Pando, Rocha, Pintado, Garzón, eran algunos faeneros que acampaban en las localidades que hoy llevan sus nombres. Los bandeirantes, desde el imperio enemigo, formaban bandeiras en busca de ganado o esclavos. Y los piratas y bucaneros se dirigían a las playas del este en busca del cuero, como Etienne Moureau, que en 1720 se instaló en Castillos, fascinado con la explotación del lobo marino. Al poco tiempo fue asesinado por los españoles. Las vaquerías se multiplicaron año tras año. Salían las cuadrillas en busca del ganado realengo –no era tarea fácil– sumado a los peligros naturales de aquel medio agreste y virgen, indios, gauchos y animales salvajes, accidentes geográficos y fenómenos naturales. El ganado era chúcaro, orejano, alzado, de talante enjuto, grandes cuernos y poca amabilidad, en definitiva, salvaje. Y había que cazarlo. Esa era la forma de explotación del ganado. La frontera Y por fin, tras años de vaquerías y correrías, llegó la gente. Poco a poco comenzaron las poblaciones, pequeñas algunas y definitivamente breves otras. Pero ciertamente la primera ciudad nació de la lucha de imperios en la Banda frontera. Nova Santísima Colonia do Sacramento, de los portugueses, fundada el 1º de enero de 1680 por Manuel de Lobo. En los años venideros, Colonia fue víctima de los constantes ataques españoles y las también constantes devoluciones diplomáticas a los portugueses. La Banda comenzó a ser terreno de lucha real entre los imperios. Es así como se funda San Felipe y Santiago de Montevideo. Fundada por Bruno Mauricio de Zabala a partir del 19 de enero de 1724, como respuesta a la llegada portuguesa, el 22 de noviembre de 1723. En esencia fueron los portugueses los que fundaron Montevideo y, como respuesta, Zabala los desalojó y cumplió las órdenes que el rey de aquellos tiempos había dado al gobernador vasco en 1717. Pero lo cierto es que la bahía acogedora y de aguas profundas se convirtió en un puerto muy importante. Para 1787 se permitió al puerto, por real cédula, la introducción de negros esclavos y se convirtió, por tanto, en un puerto negrero. La ciudad veía crecer el número de esclavos así como los beneficios económicos de ese tráfico. En tanto, en 1772 Millau y Mirabal planteaba que “es cortísimo el número de esclavos y mulatos, de los que sólo se encuentran en algunas familias, en muy pocas casas, y en las demás, como en las habitaciones de la campaña, se halla tal cual persona de casta”. Este número crecerá en los años de introducción. El desarrollo de Montevideo como puerto fue importante durante todo el siglo XVIII. A la banda pradera y frontera, se agrega la banda puerto Los primeros pobladores de la ciudad de Montevideo, tan agreste y peligrosa, debieron recibir interesantes privilegios para ello. Fueron seis familias venidas desde la vecina Buenos Aires y dos contingentes de pobladores de las Islas Canarias llegados en dos barcos, el Nuestra Señora de la Encina y el San Martín (1726 y 1729, respectivamente). Los nuevos pobladores recibirían un solar, una chacra y una estancia. Poco a poco se fue poblando la Banda, entre indios que merodeaban por los campos al norte del río Negro y bajaban ocasionalmente hasta Montevideo. En 1778 había en Montevideo tan solo 73 indígenas, algo así como 1,7%; en 1781, según censo citado por José Espinosa y Tello, representan 5,3%. Entre gauchos o gauderios: un tipo social nacido en relación directa con el paisaje, con la estructura productiva reinante. Según Concolocorvo, nacidos de la superabundancia de ganado: “De esta propia abundancia resulta la multitud de holgazanes a quienes con tanta propiedad llaman gauderios”. La abundancia de ganado y la facilidad para faenarlo genera lo que Alberto Zum Felde con agudeza denominó la “edad del cuero”. “Los historiadores han denominado a las diversas edades de la civilización universal según la materia prima que servía de base a su industria y daba carecer a la civilización. Así, la edad de la piedra, la edad del bronce, la edad del hierro. Puede decirse sin abuso de metáforas, que el Uruguay tiene una breve edad del cuero. De 1700 a 1800, el cuero es, en efecto, la materia prima única de toda industria”. La Banda Oriental de Río Uruguay debe necesariamente definirse a partir del medio geográfico, agreste, virgen, despoblado, bárbaro y a merced del ganado cimarrón, un trozo de tierra al oriente del río de los pájaros Urú. Los historiadores Washington Reyes Abadie, Óscar Bruschera y Tabaré Melogno caracterizaron magistralmente a la Banda Oriental a través de estas tres dimensiones: la banda pradera, la banda frontera y la banda puerto. Los pobladores orientales se desarrollaron a partir de estas características, el ganado cimarrón y las grandes extensiones ausentistas, el problema de la tierra. Dice al respecto J.E. Pivel Devoto: “Era un poseedor que detentaba la tierra no para colonizarla, sino para utilizarla como lugar de faena del ganado cimarrón que allí penetraba en busca de pastos o aguadas y que quedaba encerrado en las rinconadas formadas por la confluencia de los ríos y arroyos caudalosos. Para salvar la apariencia de que la tierra había sido efectivamente ocupada, a veces dejaba en ella un pequeño rodeo que también servía de sebo para atraer al ganado silvestre que vagaba sin rumbo”. Los indios y los gauchos, por momentos un problema policial que afectará a los grandes hacendados. Los portugueses merodeando, en busca de ganado y tierras de este lado de Tordesillas. Las exiguas poblaciones con un desarrollo lento a lo largo del siglo XVIII. La ciudad puerto como centro, donde se desarrollaba la clase pudiente de aquel Montevideo pobre y difuso, tanto material como intelectualmente. ¿Cuánto de esas dimensiones siguen marcando la estructura productiva y social de Uruguay? ¿Hasta qué punto las condiciones climáticas y geográficas delimitan las condiciones sociales de un territorio? ¿Puede Uruguay desembarazarse de este destino manifiesto marcado desde los tiempos de Hernandarias? ¿Cuánto sabemos los montevideanos de los campos orientales y cuánto repercute esa ignorancia en nuestros análisis de la realidad? Preguntas que sólo pueden ser respondidas desde un análisis abarcativo de la sociedad y la economía de Uruguay, pero partiendo siempre desde las historias locales. Si no aprendemos nada de la historia, merecemos seguir perpetuando el ensayo. (*) Las categorías banda pradera, banda frontera y banda puerto pertenecen al libro La Banda Oriental. Pradera, frontera y puerto de Washington Reyes Abadie, Óscar H. Bruschera, Tabaré Melogno. Ediciones de la Banda Oriental. 1966.
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