Mientras Israel censura un documental sobre la Masacre de Jenin, el nuevo gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Joe Biden ha anunciado que mantendrá la Embajada de dicho país en Jerusalén y seguirá reconociendo a esa ciudad como capital de Israel.
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La decisión asumida por Biden, no representa solamente una continuidad con la política de Trump respecto al estado sionista, sino que, representa al mismo tiempo, una afrenta al pueblo palestino.
La noticia del mantenimiento de la embajada norteamericana en Jerusalén fue confirmada por el nuevo secretario de Estado, Tony Blinken, en ocasión de su audiencia de confirmación en el cargo.
En dicha ocasión Blinken afirmó, que el Gobierno de Biden no revertirá la polémica decisión de Trump de trasladar la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén y que seguirá reconociendo a Jerusalén como la capital de Israel.
Al comentar esta decisión, la periodista palestina Lama Khater publicó en Twitter: “Todo está sujeto a cambios en las agendas de los sucesivos gobiernos estadounidenses, lo único que nunca cambia es la lealtad absoluta a Israel”.
Mientras esto se decide en Estados Unidos, en Israel se censura el documental “Jenin, Jenin”, la historia de un campo de refugiados palestino que fuera arrasado en 2002 por el ejército israelí, dejando una estela mortal cuyas proporciones aún son desconocidas.
La censura sobre este documental incluye la persecución judicial del mismo, según ha informado el periodista Miko Peled el estado israelí “no quiere que se conozcan las atrocidades y crímenes de guerra que su ejército comete contra el pueblo palestino”.
En el documental, que recoge testimonios de personas de todas las edades que tuvieron la experiencia del asalto producido a partir de la “Operación Escudo Defensivo”, los supervivientes de aquel horrible hecho describen y comparten las experiencias vividas.
En el film se muestra por parte del director del mismo, Mohammad Bakri, “imágenes de los soldados israelíes y su equipamiento militar” y más allá de los testimonios relevados, en ningún momento se realizan acusaciones.
“Tan pronto se estrenó la cinta en Israel, hubo protestas. A Bakri le llamaron nazi y se le hizo una campaña de desprestigio en la prensa por atreverse a mostrar lo que experimentaron los palestinos a manos de los soldados israelíes que irrumpieron en el campo de refugiados. Los soldados que habían participado en lo que se llama “la Batalla de Jenin” exigieron a las autoridades israelíes que censuraran la película y no se permitiera su pase en las salas. Al final lo consiguieron” reseña KaosenlaRed.
En consonancia con este rechazo, el Consejo Israelí de Calificación de Películas prohibió, este trabajo, argumentando que el mismo “es calumnioso y podría ofender al público”.
La decisión fue apelada por Bakri y el caso pasó al Tribunal Supremo, que finalmente invalidó la decisión del Consejo, sin embargo, los intentos judiciales para censurar el documental no han cesado.
El más claro ejemplo de esto es la demanda presentada contra Bakri por uno de los soldados participantes en la masacre de Jenin, el oficial reservista Nissim Meghnagi, quien en noviembre de 2016 demandó al director del documental exigiéndole 2,6 millones de shekels (unos 745.000 dólares).
En su denuncia “Meghnagi alegó que aparece y es nombrado en la película y que ésta difama a los soldados israelíes presentándolos como criminales de guerra”.
La respuesta de Bakri no se hizo esperar y afirmó “que la demanda tiene por finalidad la persecución y el silenciamiento político, y que el documental no hace ninguna acusación específica contra Meghnage; solamente muestra el punto de vista de los palestinos que vivieron el asalto al campo”.
A pesar de esto, el Tribunal del Distrito de la ciudad ocupada de Lyd dictaminó a favor de Meghnage y ordenó a Bakri, pagar el equivalente a 55.000 dólares, una decisión que ha provocado que el caso regrese al Tribunal Supremo.
No hay dudas, hay patrones de comportamientos en los gobiernos de uno y otro lado que nunca cambian o como afirma la periodista palestina Lama Khater hay lealtades que no cambian, aun cuando estas sean lealtades escritas con sangre.