Es necesario, a escasas tres semanas de la primera vuelta de las elecciones, recordar algunos de los peligros que amenazan al Uruguay, su gente, su economía y sus instituciones, tal como se fueron forjando en la historia y cómo la mejoraron nuestros gobiernos más recientes.
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En pocos días elegiremos qué tipo de país queremos, para nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos.
No deberíamos cometer un error fatal que nos empuje a un régimen oligárquico, enemigo de los jóvenes, los trabajadores, las mujeres, los jubilados y los vulnerables en el más amplio sentido que podamos otorgarle a esta palabra.
Hay que poner atención. Se deberá elegir en las próximas elecciones entre dos modelos de país: el que propone el Frente Amplio, que continuará mejorando las políticas que nos dieron 16 años de crecimiento económico ininterrumpido con inclusión social, “sin nada de ajustes ni de motosierras”, y el modelo que impulsa Lacalle Pou, que propone una “ley de urgente consideración”, la verdadera madre del borrego, con 300 artículos cuyo contenido se ignora y se oculta, pero que contiene un ajuste fiscal (de entre 900 millones y 1.700 millones de dólares), medidas que desnaturalizan los Consejos de Salarios y que se proponen “terminar con el país en el que mandan los sindicatos”, flexibilización laboral, debilitamiento de las empresas y bancos del Estado, ataques a la autonomía de la educación pública, desfinanciamiento de la salud pública y acciones que traerán como consecuencia la disminución de la actividad económica, del empleo y el aumento de los privilegios de los grupos más ricos, como la gran oligarquía agroexportadora, librecambista y devaluadora, feroz, voraz y rapaz.
El lector debe recordar que las “supercámaras” empresariales no tienen otro objetivo que el de aumentar las fortunas de las más grandes empresas y sacar el dinero del país, como lo registra año a año el Banco Internacional de Pagos, con sede en Basilea, Suiza.
Precisamente por esto último, por la cobardía y por la falta de patriotismo de los ricos del Uruguay, tenemos caída en la inversión nacional. Son nuestros propios empresarios los que “se la llevan” al exterior, mientras los finlandeses invierten 5.000 millones de dólares confiando en que tenemos un país con un potencial enorme, moderno, creíble, confiable y sustentable, progresista y sobre todo con un capital humano único en la región.
Repito (y tenemos que repetírselo hasta el cansancio a todos nuestros conciudadanos) que el futuro que le espera al Uruguay si gana la fórmula Lacalle-Talvi (o Arbeleche-Zerbino, dos eventuales ministras que causan pánico), es el presente de la Argentina, que ayer nomás era “el granero del mundo”, donde la gente no lucha por “rentabilidad o muerte” como nuestros estancieros y rematadores, sino por comida para durar un día más y para darle un plato de sopa y un pedazo de pan a sus hijos. Conste que en Argentina, con la política fondomonetarista de ajuste del gobierno de Macri, las empresas chicas, las medianas, las más o menos grandes y hasta la Unión Industrial Argentina están pidiendo agua por señas. Así que a poner las barbas en remojo.
Quiero reiterarlo una vez más para que nadie diga que no lo entendió. El triunfo de Lacalle y el gobierno de coalición de Lacalle, Manini y Talvi no sería un tsunami. Probablemente nadie va a desaparecer de la faz de la tierra, ni signifique la muerte para un proyecto exitoso y perdurable como es el del Frente Amplio. Lo que sí todos pueden estar seguros es que, dentro de cinco años, todos los que viven de su trabajo serán más pobres, los que reciben ayuda del Mides estarán embromados, los que reciben ayuda del Plan de Cuidados volverán a lo de antes, el Uruguay será más pobre, estaremos mucho más endeudados y muchísimo de lo que se logrado en estos quince años se perderá y tardará en recuperarse, incluyendo aquellas conquistas que fueron introducidas durante los gobiernos frenteamplistas sobre ampliación de derechos, protección de las minorías y derechos de la mujer.
La Argentina de Mauricio Macri, cuya primera medida fue un brutal ajuste fiscal con transferencia masiva de recursos hacia la alta oligarquía (la eliminación de las “retenciones” y el intento de cubrir el agujero con aumento de tarifas), que los llevó a un default o cesación de pagos encubierto, del cual salieron con un crédito de 57.100 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), que los obligó a un programa contractivo que sólo aumentó la recesión y la miseria, es un espejo en el cual mirarse.
Y ahora los argentinos están en un default o cesación de pagos explícito, porque si en algo están de acuerdo Alberto Fernández, el futuro presidente, y Mauricio Macri, el presidente saliente, es que la deuda pública de Argentina es impagable, a la vez que es evidente que a duras penas el gobierno logra contener las turbulencias financieras y cambiarias provocadas por la absoluta falta de confianza de todos los agentes económicos, empresarios y trabajadores, en sus políticas y en sus gobernantes.
Nuestro país, nuestros conciudadanos, deben mirar hoy a su alrededor y valorar lo que tienen y lo que han mejorado en estos años en campos como la salud, la caminería e infraestructuras en general, en educación y en prestaciones a los más vulnerables de nuestra sociedad. Nunca los salarios y las jubilaciones aumentaron tanto. Eso lo saben los obreros, los jubilados, los maestros, las domésticas, los policías y los soldados de tropa, los trabajadores rurales, los empleados del Estado, los médicos y los profesores. Es verdad que aún hay gente de nuestro pueblo que tiene dificultades, que no llega a fin de mes, que ha perdido o no ha conseguido trabajo, que tiene viviendas precarias, pero si creemos de nuevo en blancos y colorados es que somos demasiado ingenuos. En los próximos cinco años, si gobierna el Frente Amplio, habrá menos pobres, más trabajo, mejores viviendas, más educación, seguridad y salud. No se acabarán los pobres como no se acabarán los ricos, pero habrá más justicia, más igualdad y más libertad, como hay hoy más libertad, más seguridad y más justicia que hace quince años
Por eso debemos mirar enfrente, a ese país -la Argentina- de inmensa riqueza y creatividad, y ver lo que han hecho de ellas las políticas neoliberales impulsadas por Mauricio Macri, un señor con el que se entrevistaron y se fotografiaron varias veces los Pompita Lacalle y los Talvi de Chicago, y al que siguen encubriendo y alentando los grandes medios de prensa uruguayos que les responden. Y conste que si algún desorientado o desengañado dice que no quiere votar al Frente Amplio por lo que debe pagar al IRPF y el IASS, es que son unos reverendos papafritas. Porque blancos y colorados ya han dejado muy claro que no tocarán ni reducirán a uno ni al otro. Sólo han dicho para dejar tranquilos a empresarios y ganaderos que bajarán los impuestos a las actividades agropecuarias y aquellos impuestos de los que se quejan las cámaras empresariales. Para los pobres, derogación de derechos adquiridos, entre los que se mencionan expresamente el derecho de huelga y su extensión, el de las ocupaciones. Para los pobres menos Mides, menos transferencias, menos ayuda, menos cuidados. Para los ricos, devaluación, gasoil más barato y más prebendas.
Los blancos no están preparados para gobernar
Una frase que repite el Partido Nacional en su abundante y costosa publicidad es que “estamos preparados” para gobernar.
A mí me parece que no. No sólo porque Lacalle apenas contará con media docena de senadores y deberá negociar con Manini, Talvi, Sanguinetti y Sartori para construir una coalición, sino porque su equipo y él mismo han demostrado que pegan más veces en la herradura que en el clavo.
Si algo muestra toda la trayectoria, formación, conducta y trabajos del candidato desafiante, Pompita Lacalle, es precisamente que no está en absoluto preparado para gobernar el Uruguay. Pompita ha sido bastante sincero con esto. “Parásito a tiempo completo”, declaró en Guambia. “Bueno para nada” , reiteró.
Hablar y criticar es fácil para quien nunca hizo nada. Lacalle Pou no puede gobernar. Es verdad que no tiene una idea. En su único trabajo conocido, el de legislador, ha sido un pésimo funcionario, poca asistencia y menos productividad, si entendemos eso por hacer leyes. En lo único que ha sido eficaz y puntual es en cobrar el sueldo. Su padre, un millón de veces más preparado que él, fracasó en su gobierno, porque los blancos gobernando han demostrado ser de terror. En más de 150 años, los blancos han logrado ganar solamente tres veces, y siempre salieron por la puerta de atrás. El mayor fracaso de Cuqui es Cuquito. Si no fuera porque al nene se le ocurrió ser presidente, podría ser un orgullo para papá. Inteligentote, rubio, buen mozo, con un par de mellizos preciosos, terminó el liceo en el British y es abogado de la Universidad Católica. Tal vez sea un buen hijo y una buena persona honrada y honorable, pero si el Cuqui Lacalle nos deja a Pompita de presidente nos deja una mochila difícil de cargar. Casi un cáncer para el Uruguay.
La vida de Lacalle Pou no fue una vida de sacrificios, ni de privaciones. Lacalle Pou es parte de la oligarquía, de una familia patriarcal, de una cuna de oro. Desde que nació está predestinado para la política, heredó el apellido y su asesor, Nicolás Martínez. Vive en un barrio privado, frecuenta un gimnasio para ricos en donde ni siquiera saluda a los concurrentes, fue a un colegio para la élite, nunca en su vida se subió a un ómnibus, fue a la universidad privada, se recibió de abogado pero nunca trabajó de abogado, ni de nada. Su primer trabajo fue de diputado y su segundo trabajo de senador.
A veces parece sincero y la mayoría de las veces recita un relato, a todas luces “coacheado”.Siguiendo sus discursos y las entrevistas que le han realizado, es muy poco lo que se puede descubrir sobre sus propuestas y sus ideas.
Sabemos que se define como un “liberal social”, opina que la educación merece un “abordaje multidisciplinario”, que “lo peor que puede suceder a un país es la desintegración de la sociedad”, que “la sociedad desintegrada se vuelve hemipléjica”, que “el hombre es bueno” por naturaleza, que hay que “empoderar a la gente” y que la educación hay que cambiarla con un “shock de libertad”.
Shock y asfixiar a la gente de libertad, dos conceptos para recordar para cuando nos sobre de lo primero y nos falte la libertad.
¿A qué clase de imbéciles creen los blancos que les están pidiendo el voto? Semejante embuste ofende la inteligencia. En el primer gobierno del Partido Nacional se firmaron los primeros compromisos con el Fondo Monetario Internacional, en el gobierno de Luis Lacalle padre se pretendieron privatizar las empresas públicas, se hizo un terrible ajuste fiscal, se reprimió a los jóvenes manifestantes en el Filtro, se robó a mansalva hasta que el presidente del Banco de Seguros, su prosecretario de la Presidencia y su ministro de Economía terminaron presos, se mató un estudiante y se suprimieron los Consejos de Salarios.
El shock, de ganar Pompita, no va a ser de libertad, va a ser de hambre y pobreza, de ajuste fiscal, porque así se lo confesó a El Observador, e irá contra los trabajadores, los jubilados y los pobres en general.
En cuanto a la asfixia de libertad, será la libertad de morirse de hambre.
Pero, ¡por favor!! Que nadie se olvide que estos “liberales”, hijos de Ramón Díaz, presidente del Banco Central en el gobierno blanco de Luis Alberto Lacalle Herrera, manejan el Estado con puño de hierro en todo momento. No por nada el “liberal” Milton Friedman asesoró al entonces dictador Augusto Pinochet en persona y llenó de funcionarios afectos a las dictaduras argentina y uruguaya de la década de los 70.
La libertad que quieren los oligarcas es la libertad de las fieras depredadoras en la jungla, la libertad del darwinismo, de despedir a los trabajadores estatales, de prohibir las huelgas, de licuar los salarios y jubilaciones, de la flexibilización laboral, de debilitar los derechos de los más humildes, de eliminar a los débiles, también ansiada por su socio Ernesto “de Chicago” Talvi.
Lacalle no puede ni debe ser presidente de la República Oriental del Uruguay.
No digan después que no les avisé.
Cuando vengan Ignacio de Posadas y Jorge Caumont, sus verdaderos asesores, y haga su ajuste fiscal, cuando se degrade a la nada a los Consejos de Salarios y baje al mismo tiempo las jubilaciones, cuando el agujero fiscal nos lleve a un acuerdo con el FMI y a un préstamo a lo Macri, cuando lleguen la recesión y la miseria y el desempleo vuelva al 14%, no digan que no les avisé.
Cuando vuelva el clientelismo del que blancos y colorados fueron maestros, cuando necesites una tarjetita de un diputado para conseguir un préstamo personal en el Banco República, cuando no te ajusten el sueldo porque los patrones se descolgaron de los convenios colectivos, cuando no haya medicamentos en los hospitales públicos, ni cupos en los CAIF, cuando estemos de nuevo en la mierda, del acomodo, la pobreza, la luz que no podemos pagar, la cuota que hay que refinanciar….
No te detengas a pensar que no los votaste para eso, porque tendrás de presidente a quien confesó una vez que era “parásito a tiempo completo”.