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Editorial

El “polo de izquierda democrática” de Mieres

¿Qué es ser de izquierda en Uruguay?

Por Alberto Grille.

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Por estos días ha ganado bastante espacio en los grandes medios de difusión masiva la configuración de un “polo de centroizquierda democrático”, o “moderado”, liderado por el Partido Independiente, de Pablo Mieres, al que se están sumando personas como el diputado (ex Vamos Uruguay) Fernando Amado, con su sector Orejanos, Esteban Valenti y su grupo Navegantes y José Franzini Batlle. El movimiento aún espera la adhesión un poco tardía de Richard Read, que se anuncia, pero no se concreta.

Esta historia no es nueva ni mucho menos y ha tenido varias instancias: en Uruguay tiene por lo menos 50 años y su punto culminante fue la escisión del Dr. Hugo Batalla del Frente Amplio (FA) en 1989, cuando su Partido por el Gobierno del Pueblo, junto con el Partido Demócrata Cristiano y la Unión Cívica conformaron el Nuevo Espacio.

Se escindió del FA, pero este igual aumentó su crecimiento y obtuvo la Intendencia de Montevideo, llevando al cargo al Dr. Tabaré Vázquez, cuyo siguiente logro fue la presidencia de la República. El Dr. Batalla fue candidato vicepresidente de Julio María Sanguinetti en 1995, el exministro de Pacheco Areco y de Bordaberry, cuya restante actuación conocemos muy bien.

Ese 1989, la escisión del llamado Nuevo Espacio fue vista como una tragedia para la izquierda, que  ha sido en Uruguay, desde su constitución formal en 1971, el FA.

El episodio terminó en una elección en la que el FA ganó la Intendencia de Montevideo y se perfiló definitivamente como la fuerza política que iba a triunfar, más a la corta que a la larga, para relevar el proyecto reaccionario que desde la extinción del batllismo y del wilsonismo representan los partidos tradicionales, hoy totalmente ganados por el neoliberalismo o mejor aun por el pensamiento dirigista de derecha oligárquico en estado puro.

Como lo pensara Carlos Marx, la historia se repite: una vez como tragedia y otra vez como farsa. En Uruguay, que es “una sociedad amortiguadora”, las supuestas escisiones de la izquierda para crear “polos socialdemócratas” ni fueron tragedia ni son farsa.

Queda, sin embargo, una leyenda, aún no escrita: el que se va del FA la queda.

Esa “inquietud” tiene como objetivo constituir un “club de izquierda” sin el Partido Comunista (tradicional representante de la clase trabajadora en nuestro país) y sin el MPP, que, aunque no le guste a algunos (sobre todo a blancos y colorados), es el sector político nacional mayoritario por elección del soberano. Es decir, se trata de excluir nada menos que a los sectores más populares del FA.

Esos “espacios socialdemócratas”, parientes de las “familias ideológicas” de Julio María Sanguinetti (y funcionales a esta), constituyen un intento de distraer y destruir las verdaderas fuerzas de cambio en Uruguay, que en 1971 se nuclearon en el FA (justo es decir que entonces había otros sectores políticos progresistas) y que se fueron quedando solos en la defensa de los valores de la izquierda.

La izquierda en Uruguay es una sola y, mal que les pese a algunos, se llama Frente Amplio. Todo lo demás es división que sólo favorece a un enemigo (liderado por el 0,01% más rico de la población), que se ha puesto cada vez más feroz, más voraz, que ya nombra y elogia en voz alta a la última dictadura (incluyendo algunos miembros de los partidos tradicionales que jamás pensamos que llegaran a tanto), y que no vacilan en dejar que Julio María Sanguinetti, enemigo de todo lo popular, les dé la línea que no pueden darse a sí mismos con un solo objetivo: sacar al FA del gobierno y eliminar todos los progresos y cambios que este ha traído a Uruguay desde 2005.

 

¿Qué ha hecho la izquierda en sus gobiernos en Uruguay?

Dijo el evangelio que “por sus frutos los conoceréis”. Pues bien, ya conocemos los frutos de la derecha, tanto en dictadura como entre 1985 y 2005: tutelaje militar, aumento de la pobreza y la desigualdad y las dos mayores crisis económicas de la historia de Uruguay, que fueron las de 1982 y 2002. Ahora, y lo han dicho con todas las letras, vienen por todo.

El debilitamiento del FA tiene un propósito restaurador. De lo que se trata cuando se habla de moderación no es otra cosa que rebajar las conquistas y moderar, aun más, los avances que se han obtenido y que en el próximo gobierno tendrán que profundizarse para bien de aquellos  sectores más humildes que aún no han alcanzado los niveles de ingresos que necesitan para alcanzar una vida digna y deseable.

También tenemos a la vista los resultados de los años de gobierno del FA: crecimiento económico ininterrumpido con inclusión, los mejores índices de desempleo, pobreza e indigencia desde Luis Batlle Berres (elogiados por la Cepal, la CAF, el FMI y el Banco Mundial), pero todo eso en el marco de una agenda que comienza con la restitución de los Consejos de Salarios (a los cuales hoy se niega la gran oligarquía rural), el Plan Ceibal, la agenda de derechos, la ampliación de las prestaciones sociales y de los derechos humanos, la lucha titánica contra el tabaquismo y otros males (que han hecho que el presidente Tabaré Vázquez recibiera en la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en Nueva York, la distinción como “Héroe de la Salud Pública de las Américas”, la mayor que concede la organización dependiente de la ONU), la creación del Mides, la generalización de los derechos a la salud y la educación, la fibra óptica al hogar, el cambio de la matriz energética, la electrificación rural, el incremento del salario mínimo, el incremento de las jubilaciones y el acceso a los derechos a las jubilaciones y los diversos planes sociales que protegen a los uruguayos, en particular a aquellos que necesitan más asistencia y solidaridad de sus compatriotas, como las trabajadoras domésticas y los trabajadores y rurales

¿Y la derecha?

Al respecto fueron muy ilustrativos los dichos del presidente del Pit-Cnt, Fernando Pereira, en ocasión del paro parcial del jueves 27. Pereira se refirió a las cámaras empresariales que viven pidiendo más privilegios, y para las cuales el aumento de la competitividad (caballito de batalla que tienen ahora, pero que no defendieron nunca, ni en dictadura ni cuando Sanguinetti y Lacalle desmantelaron toda la industria nacional, empezando por la textil y el calzado, que eran nuestro orgullo) pasa solamente por la disminución del salario y las jubilaciones. Son tan poco empresarios, agrego, que no tienen la visión de aquellos burgueses inteligentes que quieren amplias clases medias que compren sus productos, empresas modernas con trabajadores satisfechos y derechos laborales amplios y legítimos.

Los de acá son voraces, feroces y, como algún periodista decía con mucho éxito, “no hacen prisioneros” en sus luchas de clases, como la que “victoriosamente” llevan ahora desde la ARU, tras el fracaso rotundo de los “autoconvocados”. Pero Pereira hizo una pregunta notable: “¿Dónde está la riqueza, quién se la lleva y adónde”? Porque el Uruguay creció más de 2,5% en los dos últimos trimestres, pero los salarios no aumentan. Alguien se lleva esa riqueza, y dado que se nota la contracción en la plaza, podemos decir que se la llevan del país, como confirma el Banco Internacional de Pagos, con sede en Basilea, Suiza, que afirma que salen entre 1.000 millones y 1.500 millones de dólares por año de Uruguay “con destino a instituciones financieras”, es decir, sin contar lo que sale “en negro”, destinado a comprar inmuebles y obras de arte, entre otros bienes. Pereira dijo: “Se van a Paraguay. Eso significa que quieren un país como Paraguay [donde por ejemplo, tiene grandes intereses el grupo Bordaberry, entre otros], sin Consejos de Salarios, sin derechos para los trabajadores, en una sociedad regida por los más fuertes y la impunidad, heredera directa de la dictadura de Stroessner”.

Pereira también dijo que hay más soluciones en la grilla, que tienen que pagar más los que ganan más y que tiene que haber mayores impuestos a los más ricos. Quiero ser muy claro: hasta Macri tuvo que restablecer las “retenciones”, que acá se llamaron “detracciones” durante décadas y las cobraron blancos y colorados. Tienen que pagar más los más ricos (por franjas, como debe ser) y no solamente los trabajadores y los jubilados. Si acá va a haber un ajuste fiscal, como piden tantos, que sepan que van a pagar los más ricos. Como debe ser.

Estoy orgulloso de mi FA y de mis organizaciones de trabajadores.

 

¿Qué es ser de izquierda hoy en Uruguay?

Si hay algo que tengo claro -y todos los uruguayos deberían tenerlo-, es qué es ser de izquierda hoy. Primero, por las luchas y logros del FA; segundo, por la agenda de temas que tiene por delante, y tercero, y esa es la prueba del nueve, por los enemigos que tiene.

La supercámara empresarial, las cámaras empresariales encabezadas por la ARU, la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, la Cámara de Industrias y otras, los partidos tradicionales, el Nacional y el Colorado (hoy absolutamente dominados por un pensamiento neoliberal que expulsó a sus sectores batllistas y wilsonistas) y, sobre todo, los grandes medios de comunicación escrita y televisiva –que trabajan 24 horas sobre 24 contra la izquierda, y son los que lideran la lucha, dada la pobreza intelectual de los líderes políticos de la derecha- tienen como enemigo al FA.

Ese es el enemigo de siempre de la sociedad uruguaya, y supieron estar al servicio de los imperios y apoyar y sostener a todas las dictaduras que hemos tenido que soportar.

Esos factores de poder no atacan a Mieres, ni a Valenti ni a Amado, sino que, por el contrario, les ofrecen sus espacios a toda hora y los hacen hablar.

Veamos, si no, qué reportajes hacen Búsqueda, El País, El Observador.

Nunca hay un espacio para el elogio a los logros del FA. Todo el tiempo, en todos los ámbitos, desde los noticieros a los magazines, pasando por los programas humorísticos, todo es una batalla sin cuartel contra los logros del FA y la amplificación de malas noticias, contribuyendo a la creación de un ambiente de crispación y odio en la población.

Ah, y las noticias falsas, de las cuales los tres medios recién nombrados son maestros.

Un odio que ha crecido y que yo no veía desde el pachequismo, que lucró políticamente con la polarización nacional y terminó en una dictadura que no le sirvió nadie, ni siquiera a los propios militares, que fueron usados.

Nadie, y menos yo, que vivo caliente con muchas cosas, niega los problemas.

Lo que nadie puede negarme es que el FA es el único partido político que en Uruguay ha representado y defendido los intereses de los sectores más vulnerables y desprotegidos, desde los peones rurales y las empleadas domésticas hasta los industriales nacionales, pasando por la construcción, las tecnologías de la información y otros grupos y sectores creadores de verdadera riqueza.

Y quiero ser muy enfático en un aspecto que los frenteamplistas tenemos que rechazar de plano: que nadie se atribuya ser más demócrata que el FA porque implícitamente están diciendo que el FA no es demócrata.

Y nadie ha defendido más la libertad de prensa, la libertad de expresión (desde hace mucho tiempo tolerando insultos insoportables) y la libertad en todos los órdenes que el FA. Libertad que no defendieron Julio Sanguinetti, ni Lacalle Herrera (el que programó una masacre en el Filtro) ni Jorge Batlle, que propuso -según Búsqueda, con base en documentos desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos- la creación de un escuadrón de la muerte en los años 60.

El FA es la organización política que puso más luchadores, más presos, más muertos y más desaparecidos en la lucha contra la dictadura que ninguna otra en este país, con los respetos debidos a quien los merezca.

Aquí, en Uruguay, hay una sola izquierda, y el que se va la queda.

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