El Mundial Rusia 2018 terminó siendo un evento que dará mucho para hablar y analizar en el futuro, fundamentalmente en asuntos estrictamente deportivos. En lo inmediato, y dentro de los límites de esta columna, elegimos algunos temas que parecen particularmente importantes y dignos de destaque. La utilización del sistema VAR como apoyo arbitral y el desarrollo alcanzado en el diseño de las pelotas oficiales parecen ser dos tópicos de singular debate, sobre todo porque son dos de las razones que posibilitaron la alta cantidad de goles convertidos. La experiencia del VAR Mientras otros deportes se vienen tecnificando de acuerdo a sus necesidades, como el atletismo y la natación, le está llegando el turno al fútbol. La adopción de un sistema similar al usado en el tenis profesional -que vio cómo sus jueces principales y los de línea quedaban incapacitados de apreciar a simple vista el pique de pelotas más elásticas y rápidas, golpeadas por raquetas de mejor impulso y que no dejan huellas como sucedía en las antiguas canchas de polvo de ladrillo y de césped- es la mayor evidencia de la entrada del fútbol al siglo XXI. Hasta la construcción de grandes estadios de gran visibilidad y, luego, con las filmaciones con mayor detalle, repeticiones y multicámaras, el árbitro y sus ayudantes de línea eran los seres humanos mejor ubicados para controlar la legalidad y deportividad de actores y partidos. Pero se han convertido, paulatinamente, en los seres humanos peor ubicados para impartir justicia; los espectadores comunes y hasta los no presenciales aprecian el detalle mucho mejor que ellos. La velocidad del juego, la superposición de jugadores que impiden la visión directa, el estatus de los jugadores que impresiona a árbitros y espectadores, son todos factores que hacen que el mero auxilio de los jueces de línea se vuelva insuficiente. Primero aparecieron las figuras del cuarto árbitro y veedores. Finalmente, y ajustando lo que el básquet (segundo juez, mesa de control), el tenis, el atletismo y la natación hicieron, el equipo, cámaras y pantallas del VAR se usan en el fútbol, y creo que con grandes ventajas para impartir justicia y para minimizar la responsabilidad de los jueces a nivel de cancha, como efectivamente sucedió en jugadas polémicas, decididas con gran descargo de responsabilidad para los jueces de campo. Habrá que pulir la cantidad de consultas posibles (como se hace en el tenis), según el asunto, la zona del campo, los posibles solicitadores del recurso y la relación con los jueces de cancha; pero el VAR llegó para quedarse y sustituirá paulatinamente con ventajas a los jueces de cancha. Hay discusiones abiertas sobre fallos amparados en el VAR (como el caso del penal otorgado a Francia en la final con Croacia), pero en la mayoría de estos casos el problema está en la interpretación referil de las imágenes y no en el uso de la nueva tecnología en sí misma. Una primera contribución indudable del VAR fue la limpieza de contactos y movimientos antideportivos en córners y ejecuciones de pelota quieta, que resultaron más decisivos que nunca y dejaron de ser escenarios de lucha libre, terreno de interminables debates por las múltiples infracciones simultáneas que habitualmente quedaban sin sanción. El problema del hand Habría que remontarse a los orígenes de la infracción, a los momentos de la separación del fútbol y del rugby, en Inglaterra, comenzada la segunda mitad del siglo XIX. La infracción penalizaba a quienes utilizaran las manos, recurso rugbístico, para conducir la pelota hacia la valla rival, y había que combatir esos recursos, para defender la especificidad del fútbol como balompié (foot, pie; ball, balón). La infracción fue cambiando de contenido a medida que no se necesitó diferenciar al fútbol del rugby, sino penalizar el uso de brazos y manos para ejecutar una maniobra propia, o cortar una pelota de trayectoria peligrosa fuera del alcance de cabeza, cuerpo, piernas/pies. El primer criterio usado para distinguir una intervención de brazos o manos fue la intencionalidad de la misma. Quedaba a criterio del árbitro si el contacto había sido provocado por el jugador que usó manos/brazos o si la trayectoria de la pelota había chocado ineluctablemente contra una parte del cuerpo del jugador, que no podía evitarlo. Aquí, fuera del criterio del árbitro, la duda estaba en el límite del complejo manos/brazos que podría originar la infracción del hand: hombro, clavícula, balón que toca el brazo luego del pecho, cabeza. Luego se puso de moda el criterio de la medida en que la intervención, intencional o no, influía a favor del presunto infractor en una zona vital y en una jugada vital. Otro criterio paulatinamente usado fue el de si la posición de la mano/brazo era la natural para la jugada o si el contacto se había debido a un movimiento antinatural dirigido a interceptar una pelota peligrosa para el equipo. Ninguno de esos criterios ameritaba la sanción del penal contra Croacia en la final con Francia. Fue simple decisión (interpretación) equivocada del argentino Pitana y no un ‘error’ del VAR. Pero lo más importante es que FIFA debería minimizar la interpretación referil de las jugadas. El VAR aparece como un primer insumo hacia la objetividad y contra el error sensorial; lo que falta es una legislación de FIFA que imponga una interpretación básica. Esta ley debería surgir de un amplio congreso que debería analizar imágenes y conformar normas para la interpretación de la intencionalidad o no de una mano/brazo; por ejemplo, anatomo-fisiólogos y ergónomos deberían mostrar imágenes de los movimientos de manos y brazos que son naturales al movimiento global del jugador o los que son un instinto de protección frente al impacto del balón y los que podrían juzgarse como movimientos deliberados para interceptarlo. El VAR debería ser un recurso fundamental para un juicio científico sobre el hand, sobre su base sensorial, aunque no responsable de su interpretación; porque si un VAR muestra que no fue penal y el juez decide que sí, tampoco el VAR puede ser omnipotente, pese a constituir un recurso muy importante para decidir. (Una posibilidad futura sería que el VAR pueda tener su parte en la decisión si el árbitro se confiesa incapaz de decidir por sí mismo en una jugada que no vio bien). En fin, hay mucha tela para cortar en el tema, porque el nuevo sistema de videoasistencia arbitral lleva a juicios inapelables en deportes en los que no hay contacto interpersonal ni interacción de los jugadores entre el impulso inicial y la llegada al suelo (por ejemplo, el tenis), pero en otros, como en el fútbol, sigue habiendo terreno para la incertidumbre y el debate. La elasticidad de los balones Cuando se le aplica un impulso a un objeto, su mayor elasticidad resulta en una más intensa y más fiel trayectoria del balón al impulso dado por el ejecutor. En todos los deportes, pero especialmente en el fútbol, ha mejorado la elasticidad de los balones, lo que deriva en una mayor velocidad y un mayor registro, en su trayectoria, de los miniimpulsos componentes del impulso principal. El chanfle simple fue un recurso posible recién desde la década del 50, con mejor tecnología que la de los viejos y pesados balones antiguos. Los tiros con chanfle, y comba descendente posterior, se volvieron posibles con pelotas capaces de registrar, en el decurso de su trayectoria, tanto el impulso hacia adelante como hacia arriba para pasar la barrera o el lateral para dirigir el balón hacia algún lugar del arco, y finalmente el posterior descendente para bajar hacia el arco luego de subir para pasar la barrera. Este último movimiento sólo fue posible a partir de los años 70, con balones que pueden registrar la sutileza y fuerza del impulso de jugadores como Zico y Nelinho. Con las pelotas contemporáneas, valga la aclaración, hasta un niño de baby fútbol puede lograr esos efectos. Una pelota pesada, embarrada, mojada, de las antiguas, podía producir un violentísimo tiro recto, pero no adquirir chanfle simple ni mucho menos chanfle con caída. Una nueva, más elástica, puede curvarse lateral y descendentemente si es castigada como con el top-spin del ping-pong o del tenis (así se hace desde Zico y Nelinho); pero también puede registrar sutiles contactos del pie con el balón que produzcan viboreos de la pelota en el aire, tal como le sucedió a Fernando Muslera contra Francia. Esta mayor elasticidad también produce algo nuevo en el fútbol: una mayor probabilidad de goles en contra, tal como sucedió en Rusia. En efecto, con pelotas menos elásticas, el desvío de un impulso inicial en otro componente de la intensidad de fuerzas resultante no altera el rumbo inicial y disminuye grandemente el impulso inicial. Con pelotas más elásticas, el choque en un segundo jugador no sólo disminuye menos la intensidad del impulso inicial, sino que modifica más la trayectoria inicialmente descrita por el balón. Muchos goles llamados ‘en contra’ sólo pueden producirse hoy y con esas pelotas superelásticas. Por ejemplo, en la final, un anticipo de cabeza del francés Varane, de intención descendente, al pegar en la cabeza de Mandzukic, no sólo no disminuyó su velocidad, sino que adquirió trayectoria ascendente, sorpresiva para el arquero croata. Pueden los lectores recordar o rever goles en contra del Mundial y apreciar la importancia que tiene, para velocidad y trayectoria finales, la elasticidad mayor de los nuevos balones. Hoy hay más autores involuntarios que antes; antes, la cabeza de Mandzukic no hubiera convertido el cabezazo hacia abajo de Varane en una pelota ascendente. Pobres arqueros; qué reflejos deben tener para responder a las nuevas consecuencias de la elasticidad creciente de los balones.
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