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Bolivia: la trampa

Por Enrique Ortega Salinas.

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Por increíble que parezca, el MAS (Movimiento al Socialismo) se encamina hacia una nueva trampa de la derecha; en este caso, las próximas elecciones. El gobierno racista y clasista de Yanine Áñez tendrá todo el control sobre este proceso electoral al cual la izquierda asiste con candidatos proscriptos, muertos, perseguidos y exiliados, y con varios medios de comunicación clausurados.

Hace pocos días –y para sorpresa de sus propios cómplices golpistas–, la presidente de facto se autopostuló como candidata a la Presidencia de Bolivia. Hablamos de la misma persona que pocos meses atrás tuiteó una caricatura de Evo Morales abrazando la silla presidencial y un texto que expresaba: “Aferrado al poder, el pobre indio”. Es la misma persona que en noviembre aseguró que no sería candidata “porque no sería honesto”.

A fines de enero pidió la renuncia de todos sus ministros para encarar lo que denominó como una “nueva etapa”. Si recién entraron y queda tan poco para las elecciones, ¿tiene sentido un cambio de gabinete y hablar de una nueva etapa? La verdad es que, al pedir sus renuncias, evita que renuncien por voluntad propia, como lo hizo la ministra de Comunicación Roxana Lizárraga, a modo de protesta por su autopostulación. La disidente expresó en una nota: “al convertirse en Presidenta/candidata ha dejado de lado el mandato del pueblo boliviano que luchó en las calles y ha puesto al gobierno al servicio de un grupo de políticos de un proyecto prorroguista que se diferencia muy poco de las prácticas de Evo Morales”.

Si sus ministros renunciaran en cadena y con el mismo argumento, Áñez se debilitaría fatalmente, por lo cual decidió no correr riesgos y echarlos antes de que se fueran. Lizárraga pertenece al movimiento cívico que postula al ultraderechista santacruceño Luis Fernando Camacho, por lo que lo anterior implica el primer resquebrajamiento de la unidad de la coalición golpista, lo cual aseguraría el triunfo del MAS si las elecciones fueran legítimas y cristalinas. Una tormenta de críticas ha caído sobre la presidente candidata, ya que se suponía que su rol era de transición y para garantizar los comicios de manera neutral e imparcial.

Pese a esa actitud aparentemente celosa de la institucionalidad, Roxana Lizárraga está lejos de ser demócrata. Como ministra de Comunicaciones avaló asaltos a varios medios independientes, justificándolos como “parte del desmantelamiento del aparato de propaganda del régimen dictatorial de Evo Morales”, y que los militantes de aquel “que usaron mal el sistema de medios electorales están siendo retirados”. Lizárraga agregó que tenía una lista de acusados de “sedición y medios problemáticos» para perseguir. No se trató solo de palabras: TeleSur y RT fueron cerrados, y sus periodistas, baleados.

 

Así llegaron

Evo Morales renunció a la Presidencia de Bolivia el 10 de noviembre tras un levantamiento violento de los partidos que perdieron las elecciones y la presión de las fuerzas armadas y la Policía. Si no abandonaba el poder, habría un baño de sangre; la misma encrucijada en que se encontró Hugo Chávez en abril de 2002. Previamente, y ante los cuestionamientos al acto electoral del 20 de octubre, Evo pidió a la OEA que revisara todo lo actuado, acta por acta, urna por urna. Grave error. Con tal actitud puso su cabeza en la guillotina y a disposición de Almagro. De todas maneras, el informe de esta organización, manejada por Estados Unidos, no mencionaba la palabra fraude (pese a que la derecha boliviana lo repite con insistencia), aunque sí sugería que se convocara a la segunda vuelta, ya que se habían constatado varias irregularidades. Tales irregularidades no afectaban el resultado principal que era la reelección de Evo Morales; pero fue la excusa para el levantamiento sangriento. De nada sirvió que el presidente aceptara repetir el acto eleccionario y que incluso retirara su propia candidatura; el plan orquestado entre Estados Unidos y la derecha boliviana no tendría marcha atrás. Al igual que en Venezuela, la oposición no quería nuevas elecciones, sino llegar al poder por asalto.

El 12 de noviembre, Áñez (segunda vicepresidente del Senado) asumió la Presidencia tras cinco renuncias consecutivas, algunas motivadas por amenazas.

Para lograr que las autoridades renunciaran en cadena, la oposición amenazó a las familias de los jerarcas, quemó la casa de dos ministros y la casa de la hermana de Evo, vandalizando también la del presidente. Atacaron la embajada de Venezuela y las instalaciones de Bolivia TV y Radio Patria Nueva para silenciarlas. José Aramayo, director de la radio de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, y Víctor Borda, presidente de la Cámara de Diputados, fueron tomados de rehenes y atados a un árbol. Patricia Arce, alcaldesa del municipio de Vinto, fue secuestrada, le cortaron el pelo, le orinaron encima, la bañaron con pintura roja y la empujaron descalza por las calles mientras le insultaban.

El golpe, como era de esperarse, fue celebrado en Uruguay por Guido Manini Ríos y Gerardo Sotelo, mientras Macri le negaba el asilo a Evo Morales, el cual debió abandonar Bolivia para salvar su vida (su cabeza fue tasada en 50.000 dólares en filas castrenses) por lo que buscó refugio en México, aunque luego regresó a Argentina tras la Asunción de Alberto Fernández.

16 audios, dados a conocer por el medio digital Erbol, involucran a líderes de la oposición complotando bajo la dirección de la embajada norteamericana. En ellos queda claro que los senadores Ted Cruz, Marco Rubio y Bob Menéndez estaban confabulados con los bolivianos golpistas. También participaban del plan militares retirados y el corrupto exprefecto de Cochabamba, asilado en EE. UU., Manfred Reyes Villa.

En los audios se planifica que los líderes opositores convoquen a incendiar estructuras del partido de gobierno y armar una huelga general. Lo planificado era, en ese marco, atacar la embajada de Cuba (como hizo Henrique Capriles en Caracas durante el golpe de 2002 contra Chávez); pero, en los hechos, atacaron la de Venezuela.

 

¿Así se irán?

Aunque la derecha creó cinco alianzas para enfrentar a Luis Arce Catacora, exministro de Economía de Evo Morales, el MAS lidera todas las encuestas, con y sin candidato. Aparte de Áñez (apoyada por la alianza Juntos y encabezada por el partido conservador Demócratas) y Luis Fernando Camacho, también son candidatos los expresidentes Carlos Mesa (2003-2005) y Jorge Quiroga (2001-2002).

La encuesta de Mercados y Muestras, realizada entre el 9 y 13 de enero (o sea, antes de la nominación de Luis Arce), reveló que el MAS contaría con una intención de voto del 26% para las elecciones de mayo, seguido por Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho (17% cada uno), Jeanine Áñez (12%), un 9% de indecisos y otros candidatos sin posibilidades. La derecha podría ganar si se uniera; pero las ambiciones personales y la sed de poder se los impide.

Tanto Áñez como Luis Fernando Camacho son racistas ultracatólicos y buscan imponer su religión a todos los bolivianos. En noviembre, ambos entraron al Congreso con una Biblia en sus manos, asegurando que la llevarían al Palacio Quemado. Con respecto a Halloween, la presidente de facto expresó en un tuit: “Al diablo no se le rinde culto jamás”; mientras que sobre los indígenas escribió: “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánicos indígenas, la ciudad no es para los indios. ¡Que se vayan al Altiplano o el Chaco!”.

Unidos en noviembre por el odio, llegan a febrero separados por la ambición.

Ahora, la pregunta es… si cometieron toda clase de crímenes para tomar el poder, ¿por qué lo entregarían tras un resultado electoral adverso? Peor aún, supongamos que las elecciones no son fraudulentas y gana Luis Arce; supongamos también que la presión popular obliga a la derecha a aceptar el resultado… ¿Lo aceptará Estados Unidos?

De aquí a mayo veremos toda clase de abusos e injusticias contra el MAS. Los golpistas recurrirán a cualquier clase de artimañas para evitar su retorno; y si como muestra basta un botón, téngase en cuenta que, al día siguiente de la nominación de Luis Arce, ya fue acusado por una fiscal por un supuesto desvío de dinero del fondo indígena de la época en que fuera ministro.

Es lo mismo de Lula, de Cristina, de Rafael… Las clases dominantes utilizan títeres del poder judicial para derrotar a sus enemigos.

Falta una eternidad para el 3 de mayo.

 

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