Según el periodista Eduardo Preve, quien compartió profusa información en su espacio “La Tapadita”, en M24, la cantidad de rapiñas en este período de gobierno es equivalente a la registrada en el período anterior, a pesar que se anuncian caídas de ese delito porque se comparan registros temporales acotados.
Si tomamos los 52 meses de gobierno que van desde el 1 de marzo 2020 al 30 de junio de 2024 y los comparamos con el mismo período de la gestión anterior, el volumen de rapiñas denunciadas es el mismo, con una variación de un 0,4 %, lo que en términos estadísticos es insignificante. Es decir, el tan mentado descenso de las rapiñas no es real. Es una falacia.
Las que bajaron fueron las denuncias, por la extrema complejidad que requiere ahora el trámite administrativo, con comisarías abarrotadas que ni siquiera atienden los teléfonos. Hay mucha gente de zonas complejas que no denuncia por temor a una eventual represalia, porque tiene más miedo que antes y también porque la gestión insume mucho tiempo. Cuando se trata de un delito menor optan por no denunciar. Le ha sucedido a gente de mi entorno y del barrio en el cual resido, donde, por primera vez, los vecinos formamos un grupo de WhatsApp para comunicarnos y monitorear la situación, que se ha tornado muy complicada.
Esto nunca antes sucedió. Aclaro, por las dudas, que vivo en una barriada bastante céntrica y no en la periferia de Montevideo, que ha mutado en un apocalíptico campo de batalla.
Martinelli hizo alusiones a la patria y a la soberanía. Realmente, su apelación, que tiene más de hipócrita que de emocional, es una suerte de caricatura. ¿De qué patria nos habla este Gobierno, que entregó el Puerto de Montevideo a una multinacional belga durante más de medio siglo, que tolera sin inmutarse el aumento de la extranjerización de la economía del país y que acata obsecuente los mandatos de la Casa Blanca? Para estos esperpentos el único concepto de patria que entienden es el de la patria financiera, que privilegia la especulación sobre la inversión productiva y sigue rigurosamente las recetas económicas de los organismos multilaterales de crédito y de las calificadoras de riesgo. Estos gendarmes globales han elogiado reiteradamente las políticas restrictivas y los recortes del gasto público aplicados por esta administración, en áreas tan prioritarias como la educación, la salud y la vivienda, así como la congelación de los salarios y las jubilaciones, que solamente aumentaron en el quintil 5 de ingresos (más de 200.000 pesos) y no mejoraron o bajaron en los otros cuatro quintiles.
En realidad, no tienen ningún número positivo para exhibir, porque incluso el déficit fiscal está en el mismo rango que en 2019, con la diferencia de que el Gobierno no invirtió ni gastó para mejorar la calidad de vida de la mayoría de los uruguayos.
En su tedioso discurso, Martinelli recordó que, al comienzo de este período, el presidente Luis Lacalle Pou afirmó que “la obligación moral es devolver un país mejor. Y no habló de mejor solo en términos de gestión, habló en términos de valores, educación, trabajo, salud, compromiso”.
La pregunta de rigor es: ¿el próximo gobierno recibirá un país mejor que el de hace cinco años? Obviamente, no. ¿Cómo un gobierno corrupto como este que va de escándalo en escándalo puede atribuirse haber mejorado los valores? Realmente, parece una irónica broma de mal gusto. Para tomar esa afirmación en serio, cuyo responsable no es Martinelli sino el que le escribió el discurso, habría que omitir o bien olvidar que el excustodio presidencial Alejandro Astesiano fue procesado por integrar una asociación para delinquir que funcionaba en el piso cuarto de la Torre Ejecutiva; que el Gobierno le otorgó un pasaporte ilegal al narco Sebastián Marset, que permanece prófugo; que el exasesor presidencial Roberto Lafluf destruyó documentación que debería estar en poder de la Fiscalía; y que el primer senador del Partido Nacional, Gustavo Penadés, fue procesado por 22 graves delitos sexuales.
Obviamente, habría que olvidar u obviar otros seis procesamientos por estafa, asociación para delinquir, falso testimonio y delitos sexuales de la mentirosa contumaz Romina Papasso, del corrupto exintendente de Artigas Pablo Caram, del exsecretario general del Gobierno departamental artiguense Rodolfo Caram, de la exdiputada Valentina Dos Santos, del también corrupto exalcalde de Florencio Sánchez, Colonia, Alfredo Sánchez, del violador exalcalde de Cerro de las Cuentas, Cerro Largo, Humberto Allende, y del estafador edil suplente de Soriano, Juan Bielli Fernández.
También habría que omitir u olvidar que dos legisladores de la oposición y un dirigente sindical fueron espiados; que la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, exoneró con su firma a una empresa en la cual su esposo ocupa un cargo jerárquico; que el Estado adquirió dos aviones Hércules españoles que son chatarra, por los cuales pagó 22 millones de dólares, y que también compró drones y aviones de guerra con precios muy superiores a su valor de mercado, lo cual es sospechoso.
Naturalmente, habría que obviar que este Gobierno ingresó a una auténtica multitud de militantes al Estado por la ventana y que se otorgaron viviendas de interés social en forma discrecional a personas que no reunían las condiciones para acceder a ellas.
El ministro del Interior subrayó que “debemos continuar por el camino del crecimiento, trabajando por el sueño de hacer cada vez un país más moderno”. En los últimos cuatro años y medio, más allá de los meros números macroeconómicos, los únicos crecimientos perceptibles son: los homicidios, el valor de las tarifas, en particular de los combustibles, la pobreza y la gente en situación de calle.
En sus reflexiones sobre la libertad, Martinelli se refirió a la construcción de hospitales y escuelas, pese a que la mayoría de los escasos locales educativos inaugurados ya estaban programados y financiados desde la administración anterior.
Insólitamente, el orador añadió que “ofrecemos futuro a nuestras niñas y niños”. Aparentemente no se enteró que vivimos en emergencia social por el exponencial aumento de la pobreza infantil y adolescente. Evidentemente, el discurso de Martinelli fue surrealista, porque aludió a un país que sólo existe en la imaginación del Gobierno.