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La culpa no es de Luis

Por Enrique Ortega Salinas.

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Logró que le dijéramos Luis -ya que su apellido nos retrae a un pasado plagado de hechos de corrupción-; pero no deja de ser Lacalle.

Logró que le dijéramos Luis; pero no deja de ser lacayo. Para quedar bien con el imperio más poderoso de toda la historia de la humanidad, no invitó a su fiestita de asunción a los mandatarios de gobiernos de izquierda. Su manera de discriminar sobre la base del respeto a los derechos humanos es curiosa; porque no le preocupa la manera en que se violan tales derechos en países dirigidos por criminales, caso de Colombia, Perú y Paraguay, entre otros. De más está decir que estoy a la orden si algún embajador decide demandarme por calumnias e injurias. Nunca escribo una letra contra la mafia si no puedo demostrar su veracidad. Como sea, a Luis solo le preocupan los derechos humanos siempre y cuando no se violen en países afines a su ideología.

 

La culpa no es del demagogo; es del que cae

Nunca le criticamos que hiciera la bandera demostrando su excelente condición física. De hecho, me parece muy bien que dé el ejemplo a los jóvenes. Lo miserable fue que desafiara con ello a alguien con 33 años más. Una chiquilinada, dirían en Uruguay; una pendejada, dirían en México; una boludez, en Argentina.

No le critico que en una de sus recorridas por la campaña hubiera dormido sobre un apero. Patético es el que le sacó la foto y la publicó como queriendo decirnos “miren, qué humilde es nuestro presidente”. La culpa no es de Luis; pero recordemos que es el mismo que se opuso a la ley de ocho horas del peón rural. Si al ver esa imagen alguien se conmueve y piensa que nuestro presidente está compenetrado con la realidad de los humildes trabajadores campestres, es un reverendo pelotudo, si me disculpan la licencia poética. Luis obedece al sector rural explotador de esos peones y al sector político que siempre se quejó de lo mucho que ganan los trabajadores. Luis pertenece al sector que desprecia y ataca a los sindicatos, porque los sindicatos son los que presionan a los poderosos para que no sean tan miserables con los miserables, siendo obvio que uso aquí dos significados muy diferentes del mismo término. Luis pertenece al sector al que le molesta en lo más profundo del bolsillo que el Salario Mínimo Nacional sea, por culpa del Frente Amplio, el más alto de América Latina y el Caribe. No lo digo yo; lo ha confesado el mismo Lacalle II.

No me molesta que Luis cruce un alambrado. Lo molesto es el chupamedias que lo fotografía y publica una foto idéntica a la que publicaran poco atrás de Mauricio Macri. Tampoco me molesta Loly mostrando que hace una huerta. Lo que resulta un atentado contra la inteligencia es ver que la esposa de Macri hizo exactamente lo mismo y fue publicitado de la misma manera. No es culpa de Luis que se suba a un colectivo para ir a no sé dónde. Quizá fuera para ir a un avión en un aeropuerto. Lo patético es que le saquen una foto y la hagan circular de la misma manera que hicieron con Macri. Me parece bien (y yo lo haría aunque fuera presidente) que Luis vaya a un mercado a elegir frutas y verduras para llevar a su casa. Lo que rechina es verlo en una foto idéntica a la que le tomaron a Macri, el millonario que fundió a Argentina y no cumplió ninguna de sus promesas electorales. Todo parece libretado.

Me pregunto si los alumnos de Durán Barba que rodean a Luis no pueden ser un poquito más originales y menos irrespetuosos con los orientales.

No está mal que Luis (presidente electo) se detuviera a auxiliar a turistas brasileños cuyo vehículo cayó en una zanja, provocando la sorpresa de los accidentados, que tendrán una anécdota única para contar en su país y por toda su vida. Estuvo bien. Estuvo muy bien. Reprobable hubiera sido que no se hubiera detenido. Lo malo es que muchos uruguayos quedaron encandilados por el hecho y dejaron de ver que ese es el mismo presidente al cual le importa un reverendo carajo que miles de compatriotas estén en un pozo en medio de una crisis histórica y, en lugar de darles una mano, les sube las tarifas de los servicios públicos de manera innecesaria, hundiéndolos más.

La noticia principal de la semana pasada no fue el aumento de tarifas, ni fue tampoco la manera en que la promesa de Sanguinetti (de desplumar al pollo pluma por pluma) se viene cumpliendo despiadadamente, ni fue el cese de contratos a 130 trabajadoras de centros CAIF y Sistema de Cuidados, en plena crisis laboral y económica, por parte del intendente de Paysandú; la noticia principal fue la imagen del presidente herrerista surfeando en las playas de Rocha. No es su culpa. Siempre le gustó ese deporte tan bien visto por la clase alta (tanto como el golf y el polo) y me parece genial que lo continúe practicando. Lo malo es que esa sea la noticia principal y que la misma foto cubra los mejores espacios de los medios de comunicación, dejando muy poco margen para comentar las penurias que pasan cientos de miles de uruguayos.

Que Luis pase las fiestas de fin de año comiendo un asado con su familia me parece excelente. Lo malo es olvidar que por sus teorías neoliberales (de las cuales está profundamente convencido), muchísimas familias uruguayas pasaron el peor año de sus vidas, y Lacalle les prometió cuatro más iguales.

En ninguna de mis notas anteriores le he criticado el retroceso de la economía y el aumento del desempleo; porque es obvio que la pandemia ha derrumbado a todos los modelos económicos, pero no dejo de criticarle que lidere el gobierno que menos esfuerzo económico ha hecho, en todo el continente, para ayudar a los más débiles en medio de la crisis provocada por la covid-19.

No está mal que mostrara el regalo que le hizo la hija de una policía asesinada. Me pareció un gesto cargado de humanidad. Lo malo sería olvidar que lo único que este presidente ha dado a la Policía son palabras; porque el mejoramiento de la tecnología, armamento, sueldos y múltiples avances corrió por cuenta de los gobiernos frenteamplistas.

“Durambarbismo” al mango.

 

No hay peor ciego que el que no quiere ver

El cinismo y la hipocresía de este gobierno no tienen límites. Critican a Toma por gastar mucho en un hotel; pero los legisladores multicolores se quitan de encima la obligación de rendir cuentas por sus gastos en misiones oficiales. Aumentan los suculentos sueldos de los jerarcas políticos; pero postergan hasta diciembre de 2021 la licencia y el pago del salario vacacional de 2019 a trabajadores del sector privado. No hay dinero para la emergencia social; pero sí para aviones y metralletas.

La gente, nuestra gente, es predecible desde el punto de vista emocional y fácilmente manipulable. La cultura cívica de los uruguayos es un mito garrafal.

Este gobierno neoliberal y multiderechista no ha aprobado ninguna medida a favor de los más débiles, más allá de algunas migajas; pero basta con que Luis haga algo natural a su vida cotidiana para que los periodistas cómplices y alcahuetes nos llenen los ojos con eso y releguen segundo y tercer plano lo verdaderamente importante.

Se fue 2020, el año en que se instauró en Uruguay la ley del gatillo fácil.

Se fue 2020, el año en que Uruguay se realineó bajo las directivas de Washington.

Lo bueno fue que el herrerismo eliminó cualquier duda sobre los intereses que defiende y muchos que lo votaron desde la ignorancia están despertando y arrepintiéndose por su irresponsabilidad. La principal obligación de un ciudadano es mantenerse informado para que sus decisiones no afecten negativamente a la sociedad a la cual pertenece. Lamentablemente, los que votaron impulsados por el carisma del candidato derechista condenaron a todos los demás a un retroceso difícil de remontar. Olvidaron o no se preocuparon por saber lo que hizo el herrerismo desde 1990 a 1995, y sabido es que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo. Fascinados por la estudiada y mejorada imagen de Luis, minimizaron sus opiniones neoliberales, y ahora que se muestra como un Lacalle en la peor de sus versiones, solo se ocupan de maravillarse porque su candidato come asado como cualquier mortal, duerme sobre un apero, se sube a un colectivo, cruza un alambrado, recibe a niñas encantadoras y hasta es capaz de bajar del Olimpo para comprar tomates y morrones.

Hace poco leí que una chica decía en Facebook: “Ya quisieran otros países tener de presidente y primera dama a una pareja joven y linda”.

Creer o reventar: medio Uruguay es así.

Al pueblo, pan y circo. La conocida frase surgió en Roma en 140 a. C., cuando sus políticos, buscando ganarse el voto de la plebe, idearon el plan de regalar comida barata y entretenimiento para mantenerlo conforme y sumiso ante aquella falsa generosidad.

Este gobierno ha superado aquella demagogia, ya que ofrece más circo y menos pan y aun así logró ganarle al partido que realmente se preocupó por su pueblo.

 

Cómplices necesarios

Mientras tanto, el semanario Búsqueda colabora con el lavado de cerebro colectivo y saca titulares afirmando que “La evasión del IRPF es más probable entre las personas de izquierda, según un estudio”. Luego, cuando uno va al interior de la noticia, dice que “algunas” de las personas evasoras manifestaron ser de izquierda. Completando su difusión de serios estudios, hay otro que dice:Salinas, Arbeleche y Larrañaga fueron los ‘mejores’ ministros, según la Encuesta Anual de Evaluación y Perspectivas Empresariales de Búsqueda ”.

Estos estudios son como las auditorías encargadas por el gobierno a empresas “imparciales e independientes”. Una de ellas, la que ganó la auditoría para el Antel Arena, pertenece a Marcelo Caiafa, militante nacionalista que el 26 de marzo publicó un tuit que decía: “Excelente como viene actuando el gobierno, esta crisis sirvió para desnudar lo que dejaron 15 años de mayorías parlamentarias y autoritarismo. ¡Un equipo que se hace cargo! Orgulloso de ser blanco”.

Es triste recordarlo (y hasta ofensivo, si se quiere); pero los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.

Disfruten al niño rico y festejen cada cosa que haga y diga. Luis logró lo que quería y lo que quieren los dueños del país. Este quinquenio será el del retroceso de las conquistas sociales y el del avance de los intereses oligarcas.

Aún nos quedan más de cuatro años de padecer el castigo por nuestra irresponsabilidad cívica. Unos por no haber sabido valorar lo alcanzado en 15 años y otros por no haber sabido defenderlo.

Tenemos lo que merecemos.

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