Richard Murphy (*)
análisis
Porque los gobiernos británicos no son dependientes de los mercados financieros
El Estado británico es el emisor monopolístico de la libra esterlina. Gasta todo ese dinero para crearlo.
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Richard Murphy (*)
Hay un mito persistente de que nuestro Estado (ndr el Reino Unido) se encuentra de alguna manera a la merced de los mercados financieros y que no tiene más remedio que seguir sus dictados. Este mito estuvo muy presente la semana pasada, sobre todo a raíz de la mala gestión que los laboristas han hecho de su propio partido y de las lágrimas públicas de Rachel Reeves, ministra de economía del Reino Unido. Es un mito que llevo años cuestionando, así que permítanme resumir por qué:
El Estado británico es el emisor monopolístico de la libra esterlina. Gasta todo ese dinero para crearlo. Cada libra gastada por el Estado crea como contrapartida un activo financiero equivalente en favor de otro agente económico. Es sólo a posteriori que el Estado emite bonos, no porque necesite el dinero, sino para ofrecer a los ahorristas un lugar seguro donde aparcar sus fondos en el mediano y largo plazo, servicio que los bancos no pueden prestar. Este punto es fundamental. El Estado no necesita los mercados para “financiar” sus gastos. Simplemente está cambiando una forma de dinero (reservas) por otra (bonos). Curiosamente, remunera con intereses a aquellos a quienes presta este servicio.
La venta de bonos del Estado (“gilts” en el Reino Unido) es presentada como si el Estado dependiera de los mercados para seguir gastando. Esto no tiene sentido. El Estado emite gilts en gran medida porque: a) Quiere drenar reservas del sistema bancario para ayudar al Banco de Inglaterra a alcanzar su objetivo (actualmente demasiado alto) de tasas de interés, b) Quiere ofrecer a los fondos de pensiones y las compañías de seguros una facilidad de depósito seguro que permita respaldar las promesas de estas instituciones a quienes utilizan sus servicios, y c) Cree que debe mantener una arquitectura financiera basada en la City, anticuada y hoy día innecesaria.
Nada de esto significa que necesite que los mercados sigan comprando bonos. Aunque nadie comprara gilts, el Estado podría seguir gastando. De hecho, como demostraron los años de expansión cuantitativa, y ahora el endurecimiento cuantitativo, no existe ninguna relación entre las emisiones de bonos y las intervenciones en el mercado del Banco de Inglaterra y la capacidad de gasto del Estado: las pruebas están a la vista.
Cuando los mercados financieros se agitan, como ocurrió con el fiasco del mini-presupuesto de Liz Truss, el Banco de Inglaterra interviene. Su papel es estabilizar los precios y los rendimientos en el mercado de bonos. No se trata de una cuestión opcional. Es una parte fundamental de tener una moneda soberana y un banco central que actúa como prestamista de última instancia. Esto significa que los mercados financieros dependen, de hecho, del Estado y de su banco central. Y no a la inversa.
Hay quien dice: “pero los mercados fijan las tasas de interés, y así pueden disciplinar al Estado”. De nuevo, esto supone una mala interpretación de las operaciones monetarias. El Banco de Inglaterra fija la tasa de interés básica. Puede limitar o controlar las tasas a largo plazo comprando o vendiendo bonos a su antojo. A la hora de la verdad, el banco central siempre puede imponer las tasas de interés que desee.
Entonces, ¿por qué la obsesión con la «confianza del mercado»? La realidad es que los políticos y los economistas suelen invocar a los mercados para justificar la austeridad. Es más fácil decir «los mercados lo exigen» que admitir su propia opción ideológica, que de otro modo sería desagradable para el electorado. En ese caso, los mercados financieros desempeñan un papel político, pero no tienen al Estado como rehén. Funcionan dentro del marco monetario establecido por el Estado y su banco central. Podríamos elegir fácilmente dirigir la economía con otro orden de prioridades, pero a los políticos neoliberales no les conviene hacerlo. Esto se debe a que ven la política como la City, a costa de todos nosotros.
No paro de insistir sobre este tema porque es fundamental: el Estado británico es un creador de moneda, no un usuario. No es como un hogar. No necesita mendigar o pedir prestado a los mercados para gastar. Los mercados financieros se acomodan al Estado, no al revés.
Entender esto lo cambia todo. Significa que las decisiones de política económica -sobre servicios públicos, inversión, acción climática y desigualdad- son opciones políticas, no restricciones técnicas impuestas por los operadores de bonos. Por eso es tan importante la desinformación sobre esta cuestión, y el hecho de que esté tan extendida demuestra lo fuertes que son las fuerzas que quieren negar que en el Reino Unido aún se puedan realizar elecciones democráticas.
(*) Catedrático emérito de Práctica Contable en la Escuela de Negocios de la Universidad de Sheffield (Reino Unido). Columna publicada en “Funding the Future”, 4 de julio 2025