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Columnas de opinión | Allanamientos | drogas |

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Allanamientos nocturnos: riesgosos y poco útiles

Los allanamientos son una medida crecientemente inútil, crecientemente riesgosa y crecientemente irrelevante para el papel del Uruguay en el mercado internacional del crimen organizado.

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Son como un corcho empujado en una vieja botella de vino, que resurge hacia la superficie hasta que es nuevamente hundido. Y así, quién sabe hasta cuándo. Porque, como medidas, impresionan, llenan el ojo, ya que parecen importantes porque exigirían cambiar la Constitución, tan fantástica sería la idea; pero, sobre todo, ilusiona a quienes no saben de seguridad ni de criminalidad, o a quienes no se han detenido a reflexionar en sus pro ni contras.

La primera vez que ese corcho saltó fue en 1980, cuando el régimen cívico-militar lo plebiscitó sin éxito; el corcho volvió a hundirse.

Nuevas presiones internas expulsaron ese corcho en 2019, cuando el ‘guapo’ Larrañaga, entonces ministro del Interior, las planteó como parte de su propuesta para ‘Vivir sin Miedo’ (aunque yo viviría con mucho más miedo con allanamientos nocturnos liberados); esta vez el corcho estuvo más cerca de saltar de la botella, pero fue popularmente hundido otra vez.

Ahora, 2024, el corcho amenaza asomar fuera de la botella una vez más; es una medida espectacular y demagógica, tan poco útil y riesgosa como siempre fue; probablemente menos útil y más riesgosa ahora que antes.

Veamos todas estas cosas: por qué es poco y menos útil; por qué es más riesgosa; pero, antes que nada, mostremos por qué es una muy baja prioridad que, aparentando fuerza y autoridad, esconde su incapacidad, inhabilidad o falta de voluntad para enfrentar asuntos mucho más importantes para la ‘lucha’ con el narcotráfico, para enfrentar la criminalidad o para velar por la seguridad pública.

UNO. ES UNA PRIORIDAD BAJA, INCAPAZ, INHÁBIL, POCO IMPORTANTE

El Uruguay está creciendo en importancia respecto al asunto de las drogas ilícitas; es un país que se ha vuelto, en los últimos años, más importante para el mercado internacional de las drogas ilícitas y para los carteles delictivos. ¿Implica eso que cualquier ataque a esos procesos pueda calificar como acertado? No, para nada. Más que nada porque el combate a los puestos de venta de drogas (‘bocas’) debería ser una muy baja prioridad en esa ‘lucha’; porque el Uruguay cuenta, en el mercado internacional, mucho más como punto para el tráfico de entrada y salida del comercio internacional, y como sitio de lavado de activos derivados de ese crimen, que como lugar de consumo nacional de sustancias ilícitas.

Combatir el consumo interno no tiene casi importancia, porque el consumo básicamente no crece, como tampoco lo hace la población, ni los jóvenes en ella. En cambio, en varias coyunturas, el tráfico internacional de drogas ilícitas sí que crece a través del Uruguay, cuando otras vías se cierran o cuando algunas conveniencias aparecen; sobre todo como salida comercial alternativa al Atlántico, más corta que a través del Brasil, de la producción concentrada en el Pacífico, hacia Occidente. En ese sentido, la Hidrovía, el acuífero Guaraní y los puntos aéreos, marítimos y terrestres de entrada-salida a través del Uruguay, esos serían los lugares donde maximizar el control, miles de veces más importantes que todo lo que pudiera comercializarse a través de las ‘bocas’.

El combate del consumo y comercio de drogas a través de los allanamientos nocturnos sería una ‘risa’, si no se tomaran medidas para controlar microaviones que aterrizan en estancias, lanchas turísticas, contenedores de exportación e importación de cualquier cosa voluminosa, sin una práctica de controles desde escáneres y radares abundantes, ampliamente sensibles y funcionando en horarios amplios; y sin legislación y controles antilavado.

Y, ojo, yo digo esto sin querer que todo eso se haga; solo para mencionar las medidas que tendrían sentido y las que no, dentro de la lógica de lucha contra las drogas y el narcotráfico, que no comparto en absoluto, porque ya hace casi 40 años que abogo por la despenalización de todas las drogas; y no por una sustitución de los narcoproductores ‘malos’ por estatales ‘buenos’, sino por una suspensión, casi una amnistía, de los responsables de todo el ciclo de las drogas, para que el mercado laboral no sufra efectos nocivos en la ‘santa’ empresa de mejorar el cotidiano con las drogas despenalizadas. Barajamos y damos de nuevo; los malos se vuelven buenos y sus maldades legales son suspendidas a condición de que mantengan el mercado y no reproduzcan mecanismos de violencia que fueron, en realidad, generados por prohibiciones y persecuciones varias, y no por maldad de los actores ni de las sustancias. Esa sería mi recomendación utópica para que todos los temas vinculados a ‘drogas ilícitas’ mejoren. Pero sigamos.

Las prioridades deberían orientarse, entonces, a otras medidas, si se entra en esa lucha perdida a priori contra la demanda y la oferta de drogas, y contra el lavado; absurda lucha contra una demanda que tiene millones de años de vigencia con renovadas sustancias naturales y sintéticas ofrecidas; con respuestas empresariales esperables como las antiguas y las actuales; y con un sistema financiero y bancario ávido de aceptar lavados activos del crimen organizado, del cual es conspicuo cómplice.

DOS. PRÁCTICA MENOS ÚTIL AÚN, Y MÁS RIESGOSA AÚN, QUE ANTES

Pero usted me dirá, lector, y con razón: bueno, ta, pero no es necesario que sea una ‘gran’ medida para que pueda ser aprobable; puede no ser de las mejores pero ser buena, que a veces lo mejor es enemigo de lo bueno, dicen. Puede no ser contra el tráfico y el lavado, los principales asuntos que involucran al Uruguay en el tema drogas. Pero todavía podría ser una buena medida, la de los allanamientos nocturnos, aunque no de las más prioritarias. Bueno, argumentaremos que no es siquiera una buena medida, aún dentro de la equivocada lucha contra las drogas ilícitas, y aun para la persecución de la oferta y la demanda internas, nacionales, de las menores prioridades en el tema, como vimos. Por lo que sigue.

  • En efecto, la protección constitucional-legal de la inviolabilidad nocturna del domicilio, que debería abolirse para permitir los allanamientos nocturnos, básicamente para disminuir la compraventa de drogas ilícitas en ‘bocas’ durante las noches, sería una medida cuya posible utilidad antigua se va perdiendo junto con los cambios en los medios de comunicación y transporte, que hacen mucho más fáciles las advertencias sobre los inminentes allanamientos y la movilización de las ‘cargas’ de un punto a otro. B. Asimismo, los ‘datos’ filtrados desde personas específicas hacia las ‘bocas’ pueden hacerse con mucha más facilidad que cuando debían apersonarse en ellas para hacerlo (o por intermedio de otros).
  • En la medida en que el armamento en poder de las ‘bocas’ ha aumentado en su poder de fuego, los eventuales tiroteos arriesgan a tener más víctimas, tanto entre los enfrentados (allanadores y allanados) como entre terceros familiares y vecinos de los allanados. Ha crecido, pues, la probabilidad de que el allanamiento nocturno tenga consecuencias negativas para familias y barrios donde se radiquen los allanamientos, además de que los perjuicios mayores probables sean para allanadores y allanados.
  • Es decir que disminuye la probabilidad de incautar droga, armas, dinero y personas, mientras aumenta la probabilidad de víctimas en ese probablemente menos útil y más riesgoso procedimiento represivo.
  • Esas mismas menores probabilidades de resultados positivos, y mayores probabilidades de daños y lesiones entre actores y terceros, se vuelven más problemáticas aún si tenemos en cuenta que esas mismas crecientes facilidades de comunicación y transporte hacen más fácil también la apertura de nuevas ‘bocas’ en sustitución de las allanadas o advertidas. De modo que aún los ‘éxitos’ contabilizables como tales pueden ser más aparentes que reales, y pueden no redundar en una disminución del consumo y comercio intranacionales de drogas ilícitas, que es, recordemos, una ínfima parte del papel del Uruguay en el mercado internacional de las drogas ilícitas.
  • De modo que los allanamientos nocturnos serían una crecientemente inútil operación anti-compraventa de drogas, contra su oferta y demanda internas intranacionales, y serían crecientemente riesgosos de lesiones y daños entre enfrentados y entre terceros. Crecientes riesgos y decrecientes beneficios en algo que, aun con su mejor balance costo-beneficio, es una ínfima parte de las acciones que serían necesarias en el Uruguay para esa equivocada y contraproducente ‘lucha’ contra sustancias y su ciclo productivo, comercial y financiero.
  • Una medida, pues, crecientemente inútil, crecientemente riesgosa, crecientemente irrelevante para el papel del Uruguay en el mercado internacional del crimen organizado, dentro de una equivocada lucha contra todo eso que ya ha demostrado su inocuidad y su carácter de contraproducente para los mismos fines que supuestamente intenta alcanzar: disminuir oferta y demanda de sustancias, disminución de criminalidad, violencia y corrupción, objetivos que han cosechado una goleada en contra, pero que continuamente se retroalimentan en medio de llamativa grandilocuencia pirotécnica.

Entonces, algo podría conseguirse, en lo intranacional, persiguiendo los fracasados objetivos de la alicaída ‘guerra a las drogas’; pero con menores y decrecientes expectativas de éxitos positivos, y mayores y crecientes expectativas de fracasos negativos mediante esas políticas. Y postergando los mayores objetivos de la persecución de lo que de internacional tiene el tema en el Uruguay de hoy, mucho más relevante que el ciclo intranacional. Aun dentro de la menguante lucha contra las drogas, los allanamientos nocturnos no parecen una buena alternativa real, aunque pese por retórica comunicacional.

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