Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

Pateando el tablero

Como la raya del potrero

Cultura de potrero, de campito, de gurises con la globa organizando el partido. Pisada para decidir quién elige primero a los jugadores; escupida para hacer la raya en el piso y armar a uno y otro lado de la misma los cuadros. Una raya igual a la que desde hace buen tiempo la oposición política en Uruguay y la derecha en el mundo se encargan de trazar por encima de los intereses nacionales.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Por Ricardo Pose   Evitando un desenlace de posible derrota, como quien patea un tablero de ajedrez en plena partida, muchas derechas políticas en la oposición han adoptado la postura de pechar contra la institucionalidad que ellas mismas crearon y que les permitió por un buen tiempo ejercer el poder y el gobierno. A sabiendas, o no midiendo la magnitud de sus acciones, las derechas brasileña y paraguaya, por referirnos a la región, obligan a pensar hasta dónde sigue teniendo legitimidad un sistema representativo electoral cuando su resultado puede ser modificado por cualquier estratagema y empleo de la fuerza desde otro poder del Estado o por el conciliábulo de grupos con representación parlamentaria. La legitimidad de salvaguardar la independencia del Poder Judicial también debería velarse para otros ámbitos; la independencia del Poder Legislativo del Judicial, por ejemplo, o la defensa irrestricta del resultado electoral cuando hasta ahora no han sido fehacientemente comprobados en los procesos que aludimos las responsabilidades penales, como sí ocurrió en el caso de España y el gobierno de Rajoy. En los procesos que se siguen ateniendo a las disputas electorales, como en el caso de Argentina, emerge con fuerza ese discurso que separa a unos y otros, ese otro que representa el populismo, los militantes, los incapaces, los corruptos, los iluminados, etc. Es un discurso dispuesto y dirigido a no prever la construcción de ningún puente, de ningún dialogo, de un mínimo acercamiento que permitiera en nuestras naciones la conjunción de fuerzas nacionales para enfrentar intereses  económicos extrafronterizos. Están llevando los procesos a situaciones de las cuales es muy difícil volver; en realidad, cometen la insania de enfrentar ciudadanos contra ciudadanos porque representan los intereses de los pocos de siempre; su margen de ganancia está asegurado, aunque a partir de hoy un venezolano, argentino, paraguayo, chileno, boliviano, nicaragüense, ecuatoriano, uruguayo y otros habitantes de otras partes del mundo se conviertan en enemigos acérrimos de sus propios ciudadanos. Quienes niegan la lucha de clases fomentan el odio y el enfrentamiento y suben cada día la apuesta de los niveles de violencia a desarrollar.   Pabellones Aplicando quirúrgicamente el manual de Gene Sharp, alientan procesos que tienen signos bien claros; el primero de ellos es el uso del pabellón nacional como pendón tras el cual movilizarse. Hay una suerte de retorno a los nacionalismos de la década del 40 del siglo pasado y, aunque se cuidan de que no se asemejen a los fascismos, nazismos o franquismos, tienen mucho de ellos. Portan ese nacionalismo chauvinista que agita el pabellón y entona el himno nacional, exigiendo una suerte de patente de corso para formar parte del cuadro. El otro signo es su supuesta independencia de los partidos políticos; nacen como una suerte de movimiento social apartidario, pero no pueden evitar, por el tono de sus arengas, que se les enrosquen los sectores opositores y que muchos de ellos intenten ejercer supremacía sobre el nuevo actor social movilizado. Sufren un proceso natural en el que el cerno del movimiento social se transforma paulatinamente en una nueva opción política. En nuestra versión criolla, un sector de autoconvocados que organiza el movimiento Un Solo Uruguay. El tercer signo, detallado como en cualquier manual, es la incitación al desconocimiento de los poderes públicos y la deslegitimación del gobierno; el bloque parlamentario opositor desarrolla todas las medidas legislativas y mediáticas de desgaste político; los medios de comunicación y el uso de las redes siembran un clima enrarecido de desconfianza y crisis institucional y las huestes sociales apelan a formas de lucha política con una metodología de confrontación. Y el cuarto signo característico: la introducción paulatina, gradual, como de casualidad, de fenómenos de violencia más o menos organizada; la provocación constante, el estímulo al accionar de los sectores más radicales.   La biblia y el calefón El trabajo sobre las sensaciones de la población logra breves momentos de efectividad; tal vez está en el ABC de la lucha política, pero mientras las fuerzas progresistas asumieron responsablemente hasta dónde empujar, las fuerzas de derecha no tienen contemplaciones. Las dificultades en la contención de ciertos niveles de delincuencia, las constricciones en la economía, las demandas de sectores dinámicos que se ven avasallados en sus márgenes de ganancia, forman esa suerte de líquido amniótico para que la reacción cuente con cierto grado de movilización en las calles. Pero esas circunstancias también se ven abonadas por los sectores de izquierda que en el ejercicio de la institucionalidad y los macroequilibrios económicos perdieron presencia en las calles y contacto directo con la población y vienen corriendo de atrás en algunos temas de impacto social, como los medioambientales. Así podremos ver a autodefinidos como de  “izquierda izquierda” movilizándose junto a  parlamentarios de la derecha política o lisa y llanamente con terratenientes. Son sectores que han olvidado la esencia profunda de la lucha de clases para ganar un minuto de fama mediática, agrandar en uno o dos militantes su padrón organizativo y se prestan, sin saberlo, a los intereses de las clases dominantes. Son los que forman parte del otro cuadro sin parecer querer darse cuenta de qué partido están disputando.   Celeste Ni las cadenas de comidas rápidas gringas ni Gene Sharp resisten la impronta de los ritmos uruguayos. Acá no es tan sencillo alzarse contra la herencia batllista de lucha política; parece lejos en el horizonte un encapuchado con un escudo casero pintado con los colores de la bandera uruguaya y una bazuca artesanal; sin embargo, una serie de hechos aislados, acciones de sujetos actuando con libreto propio, empiezan a tener cierta conexión. Sectores vinculados a la delincuencia operando para Pablo García Pintos en aquellas medidas de contrainteligencia de saqueos a comercios en la crisis de 2002, integrando las huestes de la brigada palo y palo, las decenas de atentados de distinto tono contra las sedes de partidos políticos de izquierda, la organización de grupos de autodefensa vecinal sin contacto ni coordinación con autoridades policiales, criminalizando a todos lo que sean pobres y jóvenes; la barra de la lista 40, de Javier García, de memorable patoterismo en la campaña electoral de 2015, el incendio a una carpa de trabajadores en huelga durante la zafra del arroz, los cientos de mensajes desde las redes con imágenes editadas agraviando a políticos progresistas y a integrantes del movimiento sindical; la construcción de falsas noticias, la quema de la bandera del Frente Amplio por un grupo de integrantes del Partido Nacional en Paysandú, la impunidad con la que se ejecuta a un delegado sindical del transporte, la provocación desde los piquetes en las rutas o desde los puestos, juntado firmas para “vivir sin miedo”, los cientos de mensajes de audio de WhatsApp y videos incitando a la violencia.   Adagio en mi país No hemos logrado seguir reduciendo la pobreza; el Estado asume el rol ante la orfandad e inexistencia de una burguesía nacional; capitales nacionales que no logran convertirse en dinamizadores de la economía, como pasa en todos los procesos latinoamericanos; falta seguir trabajando en la construcción de nuestra identidad cultural en un mundo avasallado por la globalización también cultural, más mediata, mas efectista, pobre en contenidos artísticos; falta el desarrollo de varias de nuestras cadenas productivas y agregar valor a nuestros productos primarios. Falta seguir trabajando en abatir el avance de la delincuencia organizada y restaurar la fractura social. Algunos de los temas que deben asumirse como país, que el peso de sus razones obligan a que estén en el programa de cualquier fuerza política con aspiración de gestionar el gobierno nacional, de alcanzar acuerdos extrapartidarios, de movilizar ingentes fuerzas sociales sin cintillos políticos. Pero los dirigentes de la oposición optaron por escupir y pasar raya. Una vez más, como cuando eran gobierno, decidieron seguir defendiendo los mismos intereses que expoliaron nuestros recursos y condenaron a la exclusión a buena parte de nuestro pueblo. No sé si nos vamos a ver en las urnas o en las cuchillas, pero en el potrero, seguro.  

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO