Un reportaje de una televisión local de Fort Laudedale (Florida) descubrió que la hija del dictador cubano Fulgencio Batista, Fermina Lázara Carmela de las Mercedes Batista Estévez (81 años), se encuentra en situación de calle tras haber perdido el patrimonio que heredó que su padre. Carmela se encuentra viviendo en Stranahan Park, situado en el centro de Fort Lauderdale, junto a su hija adoptiva Ana, su gato y sus últimas pertenencias. Entre los objetos que mostró en el programa de televisión se encuentra un libro de fotos en el que se puede verse una imagen de ella junto a su padre. La historia de Carmela Carmela nació en 1935 de un romance extramatrimonial del dictador con Marina Estévez. Según declaró en la entrevista, Batista siempre la visitó con regularidad y se ocupó de su manutención, a pesar de no formar parte de su primera familia. Fulgencio Batista tuvo tuvo un total de nueve hijos. Tres con su primera mujer, Elisa Godínez, cinco con Marta Fernández Miranda y una fruto de su relación extramatrimonial con Marina Estévez . Con el triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro, Batista abandonó Cuba durante la madrugada del 1 de enero junto a su familia. El gobernante se llevó consigo decenas de millones de dólares. Desde su exilio se ocupó de que Carmela viviese sin preocupaciones financieras en Fort Lauderdale, dando clases de piano y trabajando como secretaria en una oficina médica. A su muerte en 1973, Carmela heredó más de un millón de dólares, según contó en entrevista con el canal de televisión. Con ello compró una casa en el barrio elitista de Coral Ridge y un apartamento en Galt Ocean Mile. Además, pudo enviar a su hija adoptiva a las mejores escuelas privadas. Su ruina “Perdí mi dinero con el mercado de valores y tal vez tenía demasiado mano abierta,”, declaró en la entrevista. Según informó Cubadebate, Carmela acumuló 17.000 dólares en gastos de tarjetas de crédito que no pudo pagar. En una ejecución hipotecaria perdió su casa que fue vendida el pasado año en 830,000 dólares. Desde hace dos años, la hija del dictador vive sin hogar junto a su hija y su gato. Suelen vivir en vehículos abandonados, en los bancos de las paradas de ómnibus y ocasionalmente en algún motel. “Siempre he dicho que tengo una vida perfecta. Es por eso que estar aquí, ahora, es como un shock”, declaró en la entrevista. “A veces lloro, es difícil. Es muy duro”, expresó.
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