¿Una pista entre muchas?
Aunque el descubrimiento es prometedor, los expertos advierten que aún no puede hablarse de una relación causal. “Este estudio sugiere una asociación, pero no demuestra que el pegivirus cause Parkinson”, aclaró el neurólogo Joseph Jankovic, del Baylor College of Medicine, quien no participó en la investigación. Para avanzar, considera indispensable replicar los resultados en otras cohortes y ampliar la muestra.
El Parkinson es particularmente difícil de estudiar porque se desarrolla lentamente y sus síntomas pueden tardar años en manifestarse. Además, no parece haber un único factor desencadenante. Los científicos coinciden en que probablemente se trata de una combinación de predisposición genética y exposición a factores ambientales, entre ellos, posiblemente, infecciones virales.
“La enfermedad de Parkinson no tiene una única causa. Todo el mundo sigue un camino distinto hacia su desarrollo”, expresó la neuróloga Erin Furr-Stimming, de UTHealth Houston.
Virus, inflamación y neurodegeneración
La relación entre infecciones virales y enfermedades neurológicas ha ganado fuerza en los últimos años. Estudios previos ya habían establecido vínculos entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple, y se han documentado casos de síntomas similares al Parkinson causados por virus como el del Nilo Occidental o la encefalitis japonesa.
Según Hanson, la inflamación provocada por ciertos virus podría ser uno de los factores que desatan procesos degenerativos en el cerebro. “La inflamación puede activar cascadas que afectan la función cerebral normal. Los virus podrían ser uno de esos disparadores”, afirmó.
No obstante, la posibilidad de que las infecciones virales causen neurodegeneración también contempla otros mecanismos, como el daño directo a las neuronas o la acumulación de proteínas mal plegadas, un fenómeno característico en el Parkinson.
Una línea prometedora, pero no definitiva
En conclusión, el estudio aporta una pieza más al complejo rompecabezas que representa la enfermedad de Parkinson. Aunque todavía es pronto para establecer certezas, los investigadores coinciden en que esta pista debe ser explorada en profundidad.
“Es un estudio exhaustivo que propone un mecanismo interesante entre la genética, el sistema inmunológico y los factores ambientales”, opinó Margaret Ferris, neuróloga de Stanford.
Mientras tanto, el hallazgo refuerza la importancia de seguir investigando el papel de los virus en la salud neurológica, en una era donde las consecuencias a largo plazo de las infecciones empiezan a ocupar un lugar central en la agenda científica.