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Columna destacada |

Mientras dormías (vai passar)

Por Laura Martínez Coronel

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Caras y Caretas Diario

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“A tristeza que a gente tem
qualquer dia vai se acabar”

Vinicius de Moraes

I

Ha caído la tarde y he arribado a una terminal donde el corazón desembarca a doscientas pulsaciones por minuto. Me duele todo el cuerpo y los huesos se multiplican como vidrios fragmentados entre músculos agobiados por la pena. Salir y regresar siempre es un proceso misterioso. Un dolor reside allí, una tortura feroz como una alegría imposible.

Traigo el recuerdo de un museo maravilloso, dónde me han recibido con una sonrisa, una exposición de caricaturas inteligentes, pianos cerrados, viejos órganos, rostros serios de mirada profunda eternizados en cuadros, algunas palabras con la firma de una poeta que terminó encontrando la muerte en manos de un hombre incapaz de comprenderla. El museo, sus aljibes, sus flores, el eco de las paredes. Luego una biblioteca con un rincón infantil, desde una plaza con agua límpida en el centro, una especie de espejo donde observar un río de luces. Flores tercas insistiendo sobre los arcos abiertos a la sombra, un extraño olor a epitafio, alcanfor, agujas asombradas. Logro caminar extrañamente feliz por las prolijas baldosas por las que nadie pasa, libros que para cobrar existencia necesitan la lectura de las personas que no vi, todos numerados, imbuidos en un silencio feroz. Un comentario casi inaudible: “hermoso lugar, lástima que rara vez hay alguien”. ¿Dónde están los niños?, esos bancos pintados, esas letras que parecen caer sobre luciérnagas imposibles, esos extraños juguetes mudos”. La complicidad de una compañera, una mirada apenas, luego la cabeza que acerca el mentón al pecho abandonando el fardo de la poca ventura.

-Mañana será un día difícil. Sé que lloraré. Tal vez invite un amigo, o hablaré con la perra. No lo sé. Cuánto lo extraño…Murió y quedaron los pinceles. Ah, perdona, no te enseñé el atelier, tanto que quería mostrártelo.

-Tengo frío.

-¿No tomas vino? Pero, qué cosa.

-La conozco de pequeña. Siempre escribiendo. Nunca tiene dinero.

-Ja. Soy muy rica.

Por la noche agobiada por la desesperanza, viendo en otros los próximos veinte años de una lucha que debe continuar sin tregua, me acosté a dormir en una habitación con paredes cubiertas por libros. La puerta de un placard se abrió diligentemente en la madrugada, con el cuidado extremo de una mano dulce…vi abrigos allí. Seguro que alguien vino a visitarme.

-La niña no pudo con la muerte.

II

Brasil es uno de los países que más quiero. Muchas veces me siento hija de sus calles. Su música me reinventa, la lengua paladea calidez y una desnuda llama que no conozco en ninguna otra parte del planeta. Traduzco portugués desde hace muchos años, en este momento escribo con música de Vinicius de fondo, “A garota de Ipanema”. Cuando todo sucede “allá lejos y en alguna parte”, cuando alguien te muestra la foto de un niño muerto en Siria como si fuera de ayer con asombro, cuando uno aterrado descubre que hay quienes viven en mundos paralelos no sin cierta impudicia en la conducta, los disculpa por desinformados, cuando existe un peligro terrible en todo aquello que preferimos ignorar o en el alimento pavoroso que supone nutrir el hambriento vacío con la mentira institucionalizada. La ignorancia es terrible, duele como una llaga, una enorme ciudad de la que es muy difícil huir.

El triunfo de Bolsonaro en Brasil, con todos los peligros que conlleva, no me parece sorprendente. La única derrota real es abandonar la lucha, taparse los ojos y ponerse a tararear cancioncitas sin fondo dejando la vida transcurrir mientras todos los escombros te cubren de asfixia. Un ancho mundo que no admite enajenación de ningún tipo suele rodearnos como un profundo bosque con su mar y las rocas que tratan de impedir las inundaciones en las que nada puede salvarse. Terca, de pie, entiendo que hay que aprender y ordeno incansable el manojo de naipes, agito los dados, barajo y tiro de nuevo.

Nada sucede de forma abrupta, todo se gesta lentamente con nuestra elevada responsabilidad. Existe una estrategia de dominación inocultable que no debería contar con nuestra complicidad. No existe “vereda de enfrente” salvo que nos aventuremos en el museo vacío a retratar en sepia la vida que no late. El peligro reside ahí, los cuestionamientos son antes que nada ante nosotros que posiblemente no estemos haciendo lo suficiente.

Si no se pone el alma entera en la educación como aprendizaje para la libertad y nos dedicamos a postear estampas de Paulo Freire sin práctica ninguna, empezamos a incubar el espanto sin atisbo de duda. Menospreciando la inteligencia, estableciendo por decreto la insanía con un encogerse de hombros y a otra silla, cobramos espantosa distancia con cara de monarca decepcionado ante la actitud de los lacayos, comenzando a andar sobre alambres de púa potencialmente dañinos. Creando confusión para que consideremos que nos acechan ladrones en todas las esquinas mientras las pobres criaturas angelicales tratan vanamente de protegerse, se da un paso más para que el aire se vuelva irrespirable. Puede uno seguir “avanzando”, cambiando música por alabanzas al santo salvador del apocalipsis acercándonos al “manto de la piedad” para caminar de rodillas por la “prosperidad” de lo que lloverá de algún cielo bendecido por bestias aladas, mientras se erigen templos de “adoración” entrando en la histeria colectiva de los desesperados.

Confundir la libertad con habitaciones herméticamente cerradas, un sistema nunca inocente, genocida y brutal, con sus esquemas en una atestada agenda a cumplir para que los encarcelados ignoren los barrotes y sueñen con el poder que no tienen salvo el papel del oprimido que dice amén mientras le tiran piedras directamente a la cabeza.

Como broche letal está replicar irreflexivamente noticias agobiantes de las catástrofes más crueles que aportan la sensación de balas estallando a la intemperie de una ventana frágil mientras te tomás el café de la mañana, de ese modo el naufragio sucede, ante una resurrección vagamente improbable que se vuelve una necesidad urgente.

III

-Dime que los muertos matan, dime que todo fantasma es letal, que esto no lo viste nunca antes, “ese museo de grandes novedades”, la farsa infinita del “pastor con tambor en el centro de la plaza” rodeada por el miedo y la amenaza. Lo digo aunque no entiendas mis metáforas. No las entiendes ya que en esa agenda de la que te hablé esto también está diseñado minuciosamente, ya que nivelar para abajo no es un comportamiento precisamente de izquierda. Es posible educar la sensibilidad por lo menos para que te conmueva un cuadro un poco más que una botella vacía en la galería de la nada. Todos somos parte del problema, debes luchar también, para que no venga el malón y sus escuadrones y no puedas defenderte del cuchillo que impíamente te destruirá la espalda.

No se trata de establecer el pesimismo, pero no es buena idea tocar violines en los derrumbes. El monstruo indigerible de la ignorancia puede empujarte al abismo. Existen los constructores de las fosas comunes cotidianas, es necesario informarse bien y no creer cualquier cosa que se ve, tan “inocentemente” decorada. Pueden venir por nosotros pero lejos de sentir miedo hay que luchar, si no lo haces por ti, hazlo por los que ávidos de vida vienen detrás, no escupas sobre el amor ya bastante bastardeado y por sobre todo como en el poema de Cardenal, “acuérdate de los que murieron”.

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