La respuesta de Teherán a estos ataques no se hizo esperar. Irán lanzó en la noche del viernes decenas de misiles balísticos hacia Israel, en lo que describió como el inicio de su "respuesta aplastante" a los ataques israelíes de las últimas horas.
La mayoría de los proyectiles fueron interceptados por los sistemas de defensa israelíes, al igual que el centenar de drones que Irán había enviado a Israel horas antes.
El ministro de Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, dijo que los ataques israelíes eran "una declaración de guerra".
Estos acontecimientos son el último episodio de una vieja enemistad.
Israel e Irán llevan años enzarzados en una rivalidad sangrienta cuya intensidad fluctúa en función del momento geopolítico. Su pulso se ha convertido en una de las principales fuentes de inestabilidad en Medio Oriente.
Para Teherán, Israel es el “pequeño Satán”, aliado en Medio Oriente de Estados Unidos, al que llaman el “gran Satán”.
Israel acusa a Irán de financiar a grupos “terroristas” y de perpetrar ataques contra sus intereses movido por el antisemitismo de los ayatolás.
La rivalidad entre estos “archienemigos” ha dejado una enorme cantidad de muertos, a menudo como resultado de acciones encubiertas en las que ninguno de los gobiernos admite su responsabilidad.
La tensión entre ambos, sin embargo, ha llegado a niveles inusitados desde los ataques del 7 de octubre de 2023 de la milicia palestina Hamás contra Israel, en los que murieron 1.200 personas y que dieron inicio a la actual guerra en Gaza.
Desde entonces, Israel ha estado combatiendo a los aliados de Irán en Medio Oriente (Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y la milicia hutí en Yemen).
Y, lo que quizá es más importante, por primera vez Israel e Irán han empezado a lanzarse mutuamente ataques directos, como los de las últimas horas.